"EL PORRO NO HACE NADA" (y yo me la creí)
Mi padres siempre me dijeron que la
droga mata, sin embargo veía tantos chicos fumar marihuana y ninguno
se moría. Pero eso sí, veía que mis amigos, cuando fumaban,
empezaban a reírse y a divertirse.
Ellos te dicen: lo que mata es el
cigarrillo de tabaco, por eso yo fumo marihuana. Pero yo me pregunto,
¿el faso no se hace con tabaco? Se desarma un cigarrillo, se saca el
tabaco, se mezcla con marihuana y se enrolla en un papelito. O sea
que igual pasa todo a los pulmones, y encima no tiene filtro como el
cigarrillo de tabaco.
Ante la duda voy a preguntar si la
marihuana mata, directamente a la fuente, o sea a los que fuman, y me
responden que no, que son mentiras, relaja, te divierte y te sentís
bárbaro.
Ante esta certeza, los padres
también se dejan convencer. "Lo hacen todos, fuman en todos
lados, te hace estar bien, es un pasatiempo."
Con este panorama los padres quedan
sin armas: ¿cómo le voy a sacar a mi hijo esta golosina, que tanto
le gusta, si lo hacen todos?
Y encima, si dicen que no, parece
que estuvieran en contra de la sociedad y, si muestran su
preocupación a otros padres, es probable que estos no les vuelvan a
dirigir la palabra, porque el hijo de ellos se puede contagiar.
Mis amigos siguen convencidos de que
fumar no te causa ningún problema, y me convencieron. Y estaba
bueno, porque me gustaba hacerlo.
Aunque después empezó a haber
problemas en mi casa. En mi familia me decían que no se me podía
hablar, que reaccionaba mal, estaba más irritado. Es que no quería
que se metieran en mis cosas, yo con la marihuana encontré la
tranquilidad que necesitaba. Tenía unos problemas en el colegio que
no me dejaban dormir, y con el porro estaba bien. Hasta mi novia me
dejó, pero ya no me importaba nada.
Dejé de ir al Club, y estaba con
los muchachos inclusive en los horarios que tenía que ir a la
escuela. Mi mamá se enojaba porque a casa iba sólo a comer y a
encerrarme en mi pieza.
Juan, mi amigo que nunca consumió,
dice que yo sentía que estaba bárbaro, porque no me daba cuenta de
la realidad. La marihuana altera lo que yo percibo o lo que capto de
las cosas y veo una realidad diferente al que no fuma. Según el
nivel de marihuana que tenga en mi cerebro, proyecto, vuelo, medito
sobre mi vida. Me hacía unos castillos fantásticos, en el aire,
pero después no concretaba nada.
Y, como es variable, cambiaba mis
proyectos semana a semana, año a año, abandoné la escuela, o cada
año cambié de carrera universitaria. En realidad, me costaba
estudiar, me pasaba horas sobre la misma página del libro, y me
costaba memorizar, empezaba a olvidarme algunas cosas.
Yo pensaba que la manejaba, que
estaba más de cinco días sin fumar y no me pasaba nada. A esto, mi
amigo me respondía que, como la marihuana queda depositada en el
cerebro, se hace una reserva de cannabis. Entonces, siempre tenía
una dosis diaria, por lo que la abstinencia o la desesperación con
nerviosismo, enojo, ansiedad, sudoración, por no fumar aparecen
recién como a los 10 días más o menos. Es una abstinencia física
o psicológica, o sea que me desespero y tengo muchas ganas de estar
con mis amigos consumidores. Si uno fuma muy seguido, se tarda como
un mes en desintoxicarse totalmente. Es increíble, puedo pasar 3
semanas sin fumar, y en cambio el análisis de orina sigue dando
positiva a tetrahidrocannabinoides (cannabis-marihuana).
Hoy tengo 24 años y estoy en una
comunidad terapéutica. Mis padres, cansados de que yo siga
"vegetando" y no concluyendo nada, me internaron. Yo me
negué siempre, y decía que era mayor de edad. Ellos me plantearon
que si elegía seguir con la misma vida, no me iban a mantener más.
Y yo en ese momento, ¿qué trabajo iba a conseguir?, si no terminé
nada! Las changas que siempre hago no me alcanzan para alquilarme
nada.
Entonces, por más que esté pasado
de marihuana, no soy un tonto, "como no tengo para alquilar o
comer, me quedo en un centro de rehabilitación, así lo dejo
tranquilos por un tiempo y después volvería a lo mismo", así
lo pensé.
Al dejar el porro, empiezo a tomar
más conciencia de la realidad, y cuando miro para atrás, me doy
cuenta de cómo me engañé por tanto tiempo.
A veces me siento como un estúpido,
infantil, que llora por su mamá o por una pequeña frustración,
parece que todavía tuviera 14 años, que hubiera dejado de madurar
el día que me enganché y me enamoré de la marihuana. No aprendí a
resolver problemas, no aprendí de las experiencias, todo tapaba con
un porrito.
Entre el alcohol y la marihuana, que
me planchaban tanto, a veces tenía que enchufarme un poco con
cocaína. Eso sí, a veces me asustaba, porque terminé en el
hospital dado que el corazón parecía que se me salía del pecho.
Cuando entré al centro de
rehabilitación no me quería quedar porque había varios chicos
chapita-chapita, y yo era sólo marihuanero. Pero después supe que
empezaron como yo, enamorándose del porro. Escuchaban voces
(alucinaciones auditivas), hablaban solos y no coordinaban mucho lo
que decían, a pesar de estar ahí desde hace varios meses sin
consumir drogas. La marihuana en algunas personas desencadena una
psicosis (no tener contacto con la realidad, entre otras cosas), en
algunos mejora con medicación y si no fuman más marihuana y, en
otros, lamentablemente no se recuperan más de su enfermedad mental,
y se diagnostica una esquizofrenia.
Para entender un poco mejor empecé
a leer, y supe que las drogas estimulan la liberación de una
sustancia (neurotransmisor) que se llama dopamina. Esta sustancia
estimula una zona del cerebro, que se llama Centro de Recompensa,
dando como resultado una sensación de placer.
La persona quiere repetir esta
sensación, aumentando la frecuencia y la cantidad del consumo,
siendo muy difícil decir que "no" a "eso" que le
da placer, y encima "lo hacen todos".
A medida que se aumenta el consumo,
las neuronas se acostumbran, se van adaptando al nuevo invitado
químico, produciendo cambios en sus estructuras, con el tiempo, y
posteriormente se hace muy difícil o imposible dejarlo. Por eso se
dice que la adicción es una enfermedad, ya que intervienen
mecanismos biológicos, no sólo psicológicos y no se cura sólo con
la voluntad.
El Centro de Recompensa es también
estimulado por la comida, el agua, sexo, deporte, entre otras cosas.
Pero el placer llega más lento que con la droga.
Esta es la propiedad mágica de la
droga, que hace sentir placer inmediatamente, y cuanto más rápido
se logra este efecto, más adictiva es, o sea más riesgos se corren
de no querer abandonarla. Uno se enamora, se casa, y lo más triste
es que no te podes divorciar.
Creo que ese es el desafío del
comercio actual, cada vez la mezclan con más sustancias raras, para
hacerlas más adictivas.
Cuánto tiempo
perdí por creer que la marihuana no hace nada.
(*) Seudónimo
Masilval (*)