Este relato lo presenta a un concurso
Ahora que se habla tanto de las víctimas del sistema o de la propia historia, me he dado cuenta de que yo también lo soy. Recuerdo cuando era muy pequeña y empecé a ir al colegio con toda la ilusión porque mis hermanos también iban. Sin embargo, al poco tiempo empezaron las otras niñas a meterse conmigo. Me cogían la mochila y se la pasaban unas a otras y así todos los días. Se convirtió en una costumbre. En clase también me molestaban porque era muy alta y no sé por qué más, la verdad.
Nunca he llegado a saber que era lo que hacía yo o dejaba de hacer para convertirme en el objetivo de todas las abusonas del colegio. Supongo que porque era muy tímida y callada. No es que yo no me defendiera, pero tampoco tenía mucha fuerza física, así que salía perdiendo. Volvía a casa y no les decía nada a mis padres porque me daba vergüenza. La verdad es que de alguna manera siempre he pensado que me lo merecía o que, de algún modo. yo les provocaba.
Pasaron los años y cada vez me fui aislando más. Los recreos los pasaba sola viendo como jugaban las demás. En las clases me aburría, así que empecé a escribir un diario en hojas sueltas, que luego iba guardando en libros. Leer era mi mayor consuelo y el modo en que pasaba las horas, a menudo días enteros de la mañana a la noche. Con el tiempo, pasé de los relatos infantiles y juveniles a todo tipo de narrativa. No sé que hubiera sido de mí sin los libros.
Además, en casa, a pesar de ser ocho personas, también me encontraba sola. Mis padres estaban ocupados, mis tres hermanos varones no paraban en casa y mi única hermana y yo no nos llevábamos bien. Entonces mi mayor fuente de cariño era mi perro: un precioso setter irlandés. Y sacarlo a pasear fue prácticamente mi único entretenimiento durante sus dieciséis años de vida. Eso y leer, y escribir, y unas pocas salidas familiares.
A los veinte años conocí a mi actual marido. Empecé a trabajar de secretaria. Más tarde me casé y tuve tres hijos. Después de otra veintena de años dedicada a su educación y crianza, llegó el momento en que me vi más libre. Entonces descubrí el mundo de los blogs y empecé a escribir en internet. Desde entonces he tenido diez blogs, he publicado quince libros y también he tenido toda clase de problemas. Porque aún sin ser en persona, volví a ser víctima de la sociedad.
Mi mente inquisitiva siempre me ha llevado a buscar lo que se oculta detrás. De manera que mis artículos nunca son inofensivos. Escribo sobre la pareja, la familia, los hijos, y también sobre temas polémicos de los que inundan los telediarios. Por este motivo, me han menospreciado, insultado, y hasta amenazado alguna vez. Por suerte (en cierto modo), de una manera irónica, yo ya estaba preparada para todo ello. Mis largos, interminables días de la infancia ya me habían habituado a eso.
Por eso no tengo problema en abordar aquellos asuntos de los que pocos se atreven a hablar, como el aborto, el feminismo, el nacionalismo o la inmigración ilegal. Qué me pueden decir que no haya oído antes. Qué me pueden hacer que no haya sufrido ya. De qué me pueden acusar que no me han acusado. Cómo me pueden herir que no me hayan herido mil veces. No hay problema de que me desanimen más de lo que me he desanimado yo. De eso ya se encargaron otras niñas cuando era pequeña.
Ahora lo cuento porque pienso que no es justo que algunos niños tengan que vivir esta experiencia solos, con gran merma de su autoestima. Nunca fui una buena estudiante porque no tenía motivación. La verdad es que no tenía ganas de vivir. Solo después de años de terapia psicológica me di cuenta de lo que me había marcado y ya no tenía remedio, porque hay heridas que no cicatrizan nunca.
Ser una víctima me hizo más fuerte. Eso no quiere decir que no hubiera preferido ser una persona más feliz. Pero me consuelo pensando en que lo que he vivido me ha ayudado a ver las cosas claras, y tal vez mis experiencia pueda ayudar a otros. Al menos para evitar que otras vidas se vean marcadas por la indiferencia, la animadversión y el ciego odio de algunos contra todo aquel que es diferente al resto. Aunque solo sea porque le guste más la reflexión que la acción.
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