El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”. Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.

jueves, 30 de noviembre de 2023

Los profetas del ecoapocalipsis por Carlos Estéban

Ahora que el anuncio del apocalipsis se ha convertido en recurrente política de Estado de quienes quieren destruir los Estados, es un buen momento de recordar a una precursora injustamente olvidada, Nongqawuse.

Un día de primavera de 1856, Nongqawuse, una adolescente huérfana xhosa (el mismo pueblo al que pertenecía Nelson Mandela), volvió del río y le dijo a su tío que se le habían aparecido los espíritus de sus ancestros para darle instrucciones bastante precisas al pueblo.

Bajo el dominio británico, los xhosa, el mayor pueblo de la región, vivían tiempos oscuros. No eran dueños de su destino, sino que malvivían como ganaderos y agricultores, expuestos a epidemias humanas o del ganado y a malas cosechas, por no hablar de la humillación, dolorosa para un pueblo orgulloso, de vivir bajo el yugo extranjero en su propia tierra.

Pero esa deplorable situación estaba a punto de revertirse de modo sobrenatural, al decir de Nongqawuse, si el pueblo, todo el pueblo, seguía fielmente las instrucciones que le habían transmitido los espíritus. Y las instrucciones eran estas: todos los xhosa debían destruir las cosechas y matar al ganado como sacrificio a los antepasados, que volverían del País de los Muertos con todos los grandes guerreros difuntos para arrojar a los blancos al mar y traer a los xhosa una Edad de Oro.

La tensión con los británicos estaba en su punto más elevado, las cosechas eran escasas y el ganado sufría continuas epidemias, así que lo que ofrecía la profecía de Nongqawuse sonaba bien y, desde luego, era más fácil que cualquier alternativa. Así que la profecía pasó de la niña a su tío, que convenció al jefe tribal, Sarili ka Hintsa, que empezó dando ejemplo al quemar sus propias cosechas y sacrificar sus propias reses.

Pronto se extendió la profecía por todo el lugar y en seguida estaban casi todos quemando sus cosechas y matando sus cabezas de ganado como locos, literalmente. Se calcula que de los 70.000 xhosa que vivían entonces en la colonia de El Cabo, sólo un 15% se negó a seguir las instrucciones de la profecía, y sufrieron una enorme presión por parte de la mayoría, que les calificaba de «apestosos» y les acosaba para que fueran «solidarios». Nongqawuse seguía recibiendo visiones y conminando a la destrucción, anunciando finalmente la fecha del comienzo de la Edad de Oro.

La fecha llegó y pasó sin que ocurriera nada. Se cambió la fecha —otro rasgo que se repite en estas lides— pero tampoco hubo nada entonces, ni el sol se volvía rojo ni llegaban los muertos con magníficas reses y cereal en abundancia. Y ya no quedaba grano ni carne para comer.

Más de la mitad, 40.000, murieron de hambre, y el resto se vio obligado a renunciar a sus tierras para ir a trabajar como jornaleros en régimen de semiesclavitud para los blancos. Nongqawuse, antes de que estallara la tragedia y viéndola venir, se había refugiado con los británicos.

A nadie se le escapa que los mandatos de cuatro años propios de las democracias de partidos son un incentivo para un cortoplacismo suicida, basado en el principio de que el que venga detrás, que arree, y que llevamos décadas viviendo de empeñar las joyas de la abuela, es decir, de lo producido por generaciones anteriores. Pero nunca hasta nuestros días se habían dado desde arriba instrucciones para que destruyamos riqueza con la promesa de unas profecías cada vez más cuestionadas.

Está todo aquí, pero en una escala nunca vista, con un poder nunca imaginado. Incluyendo la adaptación de las fechas proféticas, más que nada porque las únicas profecías concretas ya caducadas se han incumplido de manera absoluta. Los niños siguen conociendo la nieve, y el Polo Norte sigue ahí, obstinado en no deshelarse y en frustrar el Paso del Norte a los rusos. La población de osos polares aumenta, las Maldivas construyen nuevos aeropuertos a pocos palmos sobre el nivel del mar y los multibillonarios profetas de la ecocatástrofe se hacen construir mansiones a pie de playa como si sí hubiese mañana.

Quizá sea que todo esto no va con ellos, que tenga razón Yolanda Díaz y estén sacando brillo a sus cohetes para salir del planeta. Pero no es probable.

Lo seguro es que la nueva Nongqawuse está dispuesta a imponer sus profecías por las bravas, y nos manda matar nuestro ganado y acabar —literalmente— con nuestras cosechas. Para ser felices sin tener nada, se entiende.

Aunque no todos. El planeta puede soportar una carga humana muchas veces mayor que la actual, pero con tecnología y energías baratas. Las hambrunas han sido una constante de la humanidad, y hemos acabado prácticamente con ellas gracias a los avances en métodos de cultivo y fertilizantes. Si se aplican al planeta medidas drásticas como las aplicadas en Holanda, la consecuencia es la muerte por inanición de miles de millones. Según fuente tan poco sospechosa de ignorancia como es Patrick Moore, cofundador de Greenpeace, la política de Net Zero —eliminar por completo la huella de carbono de la humanidad— mataría aproximadamente a la mitad de la humanidad.

El coste de las medidas para evitar el presunto apocalipsis suben por día. Hace unos años, la estimación era de 98 billones de dólares. Ahora son 131 billones de dólares. En unos años serán 200 billones de dólares.

Moore recuerda algunas obviedades —«verdades incómodas» podría llamarlas Al Gore—, como que en un pasado no muy lejano las temperaturas medias eran considerablemente más altas a las de hoy, y las consecuencias no fueron ni mucho menos negativas, o como que hay cero pruebas de que las emisiones de CO2 derivadas de la actividad humana lleven a un calentamiento global.

Pero esto es fe, no ciencia. Y, sobre todo, no parece afectar a los mismos que predican y financian la mala nueva. Porque el castigo lo sufriremos nosotros, la plebe, no ellos.

En el Antiguo Régimen había una curiosa figura llamada «el niño de los azotes». Los reyes debían dar a sus vástagos y herederos una excelente educación que no podían aplicar personalmente, ocupados como estaban con sus cosas. Así que a los regios infantes les educaban preceptores y nurses en un tiempo en que la letra entraba con sangre. Pero había un problema: si el infante se hacía merecedor de un buen azote, ¿qué hacer? Un súbdito no podía osar plantar la mano en las reales posaderas. Así que, cuando el augusto niño hacía una gamberrada o no estudiaba, se aplicaba el castigo merecido sobre las nalgas de un niño pobre contratado a tal efecto, el «niño de los azotes».

Y eso somos para la élite política y financiera, una miríada de «niños de los azotes». Ellos pueden seguir volando en sus jets privados, pero usted tiene que renunciar a su Dacia.

Recientemente, el Vaticano hizo una pública una nota en la que anunciaba alborozado que el inminente Sínodo de la Sinodalidad que se celebrará en Roma ha decidido compensar ecológicamente sus emisiones de CO2. Reza la nota que «la Secretaría General del Sínodo pretende contribuir a la protección de la creación mediante una forma de compensación de las emisiones residuales de CO2 producidas por la próxima XVI Asamblea General de el Sínodo de los Obispos».

Las compensaciones para el CO2 sinodal se harán a través de un proyecto llevado a cabo en Nigeria y Kenia que tiene como objetivo difundir cocinas eficientes y tecnologías de purificación de agua para familias, comunidades e instituciones. Que compensen ellos.

 

 https://ideas.gaceta.es/la-maldicion-de-nongqawuse-y-los-profetas-del-ecoapocalipsis/

miércoles, 29 de noviembre de 2023

Más vale lo malo conocido

 Que lo bueno por conocer. Tal vez por eso la gente se conforma con ver los canales nacionales y quedarse con las versiones oficiales de cada tema. Esa docilidad que yo no comparto ni entiendo, hace que últimamente cada vez esté peor visto salirse del carril, ir a contracorriente, decir otra versión de la historia, o simplemente recordar lo que tú mismo has vivido hace años.

Lo más raro es que muchos no tienen inconveniente en negar sus propias historias para abrazar los postulados actuales como nuevos creyentes de la modernidad. Comprendo que se pueda cambiar de opinión sobre un tema, pero no que se pueda dar la vuelta a tu vida como una tortilla, decidir que lo malo es bueno y viceversa en apenas veinte años. Es que no tienen memoria.

Más sobre Gaza: https://cesarvidal.com/la-voz/editorial/editorial-gaza-deportacion-o-exterminio-16-11-23

martes, 28 de noviembre de 2023

Las nuevas censuras

 Francia atraviesa una situación política inquietante: su clase política prepara para el próximo enero una proposición de ley destinada a "eliminar el escepticismo climático" en los medios de comunicación, según adelanta 'Le Figaro'. Los principales partidos del país están implicados, excepto Reagrupación Nacional, la formación dirigida por Marine Le Pen. El objetivo de este proyecto de ley es prohibir en el debate público cualquier cuestionamiento del cambio climático, así como de su causa antropogénica", todo ello "en nombre de la ciencia o, más precisamente, del 'consenso científico'. Por tanto, se trata de estructurar el debate público de tal manera que ya no esté permitido cuestionar esta afirmación fundamental", explica el diario conservador.

Tampoco nos pilla por sorpresa: la popularidad de términos como 'wokismo', 'cultura de la cancelación' y el creciente uso de la etiqueta 'negacionista' como insulto confirman que vivimos un momento histórico donde el silenciamiento de otros conlleva cierto prestigio social. ¿Cómo es posible que esta corriente censora crezca en el continente más tolerante del mundo y lo haga además desde sus élites ilustradas? La iniciativa llega después de la publicación de un manifiesto donde más de 1.600 académicos niegan la emergencia climática, sin cuestionar los datos, pero sí el relato dominante en los grandes medios y la clase política.

Estamos ante un debate candente, como explica Ian Buruma, exdirector de la 'New York Review of Books', en el artículo de portada de la revista 'Letras Libres': la actual ola de puritanismo, similar a otras que se vienen produciendo desde el siglo XVII, "no es ya el coto de pobladores rurales reunidos para rezar bajo toldos improvisados, sino de sofisticados urbanitas con educación. Desde bancos y corporaciones globales hasta fundaciones culturalmente prestigiosas, museos y organizaciones de salud, periódicos de calidad y revistas literarias", destaca Buruma. "Se ha vuelto casi obligatorio, por ejemplo para las compañías de la lista Fortune 500, publicar una declaración de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI) que jura obedecer los valores correctos, independientemente de cuán divorciados estén esos valores de lo que hace la compañía", denuncia.
Censura y clasismo

"Como no digo a todo que sí, me llaman negacionista', rezaba el pasado 10 de septiembre una viñeta de El Roto, referente de la izquierda española durante décadas. Hoy el término 'negacionista' se usa de manera cada vez más amplia y se aplica con ánimo cancelador a quienes disienten de las leyes contra la violencia de género o no asumen las categorías de la teoría 'queer'. La escritora Lucía Etxebarría fue demandada esta semana -11.000 euros- por afirmar que un excargo del PSOE, Marcos Ventura Armas, era un hombre en vez de una mujer trans. La foto a la que se refería Etxebarría es poco ambigua: un señor con barba y sin ningún atuendo o atributo femenino. Recordemos también el caso de la cajera de un supermercado de Málaga demandada este verano por llamar "caballero" a una mujer trans a la que no había sabido distinguir de un hombre.

Las causas de este nueva fiebre son diversas. Por un lado, la influencia de la cultura protestante, muy dada a las confesiones públicas y poco propensa al perdón. También pesa la creciente impotencia de la izquierda, que ha perdido la capacidad de articular grandes cambios sociales, debido al hundimiento de sus partidos de masas y sindicatos de clase. Su influencia en el mundo del trabajo ha ido decayendo, al tiempo que el poder del Estado decrecía -desde los años ochenta- en favor del sector privado. Por eso hoy el progresismo se entrega a una especie de inquisición moral, alimentada por la velocidad y voracidad de las redes sociales.


En el largo artículo de Buruma se usa una expresión muy elocuente: lucha de clases equivocada. Esto ocurre "cuando a los europeos críticos con la UE se les desestima como 'xenófobos'. O cuando se llama 'racistas' a quienes se quejan de no sentirse como en casa en sus viejos barrios. En algunos casos, o tal vez incluso en muchos, esas etiquetas pueden ser apropiadas. Pero las pretensiones de superioridad moral tienen un fuerte aire de hipocresía cuando aquellos que se benefician de un orden político particular pretenden también tener autoridad moral y denuncian a sus críticos como pecadores perversos. Peor que esto: el moralismo de la política cultural y la insistencia obsesiva en la raza, el sexo y el género entierran a menudo el problema fundamental de nuestro tiempo: la peligrosa distancia entre ricos y pobres", lamenta Buruma.

    ¿Sabes cuál es mi problema con los marxistas estadounidenses? Todos son niños ricos blancos que te sermonean

Resulta revelador que la izquierda hable tan poco sobre clases sociales en una época en la que se han disparado los precios del acceso a las universidades y en la que los apellidos de las élites progresistas se repiten cada vez más en los centros de poder, creando una especie de aristocracia política. De todas las discriminaciones existentes (racismo, machismo, colonialismo…) parece que la única que no merece atención sea el clasismo. El politólogo Mark Lilla explicó hace unos años una experiencia universitaria que ayuda a comprender estos procesos: su madre era enfermera, mientras que su padre trabajaba en la cadena de montaje de General Motors. En 1974, con mucho esfuerzo y una beca, consiguió acceder a la universidad de Michigan. "De pronto, los hijos de ejecutivos de Ford empezaron a sermonearme sobre la naturaleza de la clase trabajadora", recuerda. Un reproche idéntico exponía el escritor punk Jim Goad, autor del 'Manifiesto redneck': "Es difícil no interesarse por la lucha de clases cuando vienes de un entorno obrero y ves que otros niños del colegio lucen los correctores bucales que tu familia no se puede permitir. ¿Sabes cuál es mi problema con los marxistas estadounidenses? Todos los que me he encontrado son niños ricos blancos que te sermonean sobre cómo deberías sentirte por pertenecer a la clase trabajadora", compartía.

Vivimos un momento donde prácticamente no existe el negacionismo en el debate público. Los medios de comunicación progresistas acusan de esta postura a Vox, al trumpismo o a Andrjez Duda, presidente de Polonia, pero la actitud mayoritaria de estos agentes políticos no es negar los datos, sino defender una "transición justa", donde el reparto de los costes no recaiga en los sectores o países más pobres, ni se limite a someterse a la Agenda 2030. El Gobierno polaco anunció el pasado agosto su intención de presentar impugnaciones contra dos leyes ambientales de la Unión Europea: el Mecanismo de Ajuste Fronterizo de Carbono (CBAM) y el Sistema de Comercio de Emisiones (ETS). ¿Está Francia tratando de ganar un conflicto político por intimidación en vez de usando el debate y la negociación?

De aprobarse la ley francesa, tendremos una polémica con ecos del gran escándalo académico de 1979, cuando el profesor de literatura Robert Faurisson remitió dos cartas a 'Le Monde' afirmando que las cámaras de gas nunca existieron. Más tarde publicó sus tesis en forma de ensayo, colocando como prólogo un texto de Noam Chomsky titulado "Comentarios elementales sobre la libertad de expresión", sin pedir permiso al autor. Faurisson fue condenado a tres meses de prisión, que luego fueron suspendidos, y unos tres mil euros de multa. La actitud de Chomsky fue defender el derecho del profesor a publicar sus textos negacionistas: "Es elemental que la libertad de expresión (incluyendo la libertad académica) no puede ser restringida a los puntos de vista que uno aprueba, y es precisamente en el caso de puntos de vista que son casi universalmente descartados o condenados que este derecho debe ser defendido con mayor fuerza", argumentó Chomsky. ¿Tendremos que insistir en algo tan obvio dentro de tres meses?

    Cambio climático Censura Progresistas

https://www.vozpopuli.com/altavoz/cultura/nuevas-censuras-lucha-clases-equivocadas.html

lunes, 27 de noviembre de 2023

Ecologismo ecolojeta

 

La industria de la mal llamada "emergencia climática" –que eso sí es un negocio global– ha decretado que hay que perseguir al turismo en su descabellado programa político para "salvar" el planeta de la inexistente, o al menos exageradísima, amenaza del calentamiento global.

Tiene toda la lógica, dentro de la lógica política con la que funciona este movimiento: el turismo no sólo contribuye de forma capital a la economía mundial, crea empleos de calidad en todo el mundo y permite el desarrollo de zonas que sin él no tienen otra opción para salir de la pobreza; además contribuye quizá como ninguna otra actividad económica al enriquecimiento cultural, a establecer lazos entre personas de países o incluso continentes diferentes y nos enseña que al otro lado de las fronteras y los océanos hay personas como nosotros. Todo eso es insoportable para una izquierda que por mucho que se presente a sí misma como benefactora de la humanidad, lo único que pretende es crear divisiones, grupos de "ellos" y "nosotros" en los que pueda prender su ideología del odio.

Lo más lamentable es quizá que el propio sector turístico se ha creído la propaganda izquierdista y en su promoción hay una obsesión por lo "sostenible" que lógicamente el público entiende como una admisión de culpa, algo que está completamente fuera de lugar y que sólo logra convertir al viaje en una actividad sospechosa.

Porque además, mezclando todo lo anterior con el inconmensurable e insoportable clasismo de esta izquierda ecologeta, el principal objetivo de la persecución climática es el turismo de masas, la democratización de los viajes que en las últimas décadas ha permitido a miles de millones de personas conocer mundo, ampliar sus horizontes y disfrutar de las experiencias tan enriquecedoras con las que nos encontramos al viajar.

Es en ese caldo de cultivo en el que hay que entender hechos tan lamentables como la agresión que ha sufrido el CEO de la aerolínea irlandesa Ryanair, Michael O'Leary, atacado este miércoles por dos delincuentes a las que la propaganda climática les ha dado una justificación para sus ansias de salvajismo.
Dos energúmenas atacan con tartas al consejero delegado de RyanairLD / Agencias

Una agresión que llega sólo unos días después de que el ministro francés de transportes reclame acabar con los vuelos baratos imponiendo una tasa. Hay que ser un miserable para atacar la forma en la que viaja la clase media y media baja y no de decir nada sobre los jets privados en los que miles de caraduras van a las cumbres climáticas.
Primero los coches y ahora los aviones: Francia quiere prohibir los vuelos baratosLibre Mercado

Dirán ustedes que no son comparables las emisiones totales de los jets privados y de los vuelos low cost, pero es que el volumen de emisiones no es el problema, aunque se nos venda lo contrario: la realidad es que toda la aviación mundial produce menos del 2,5% del CO2 que se emite y las low cost suponen un 38% del total del tráfico comercial. Dicho de otra forma: esta persecución política se hace contra los responsables de menos del 1% del CO2 que se emite a la atmósfera.
Del autor

   
Pero los datos son lo de menos en la histeria climática y esta es una buena oportunidad para poner trabas al turismo de los menos favorecidos, que luego cuando los ricos viajan en sus jets privados se encuentran los destinos llenos de gente. Esta es la verdad del ecologismo climático: una izquierda asquerosamente elitista que está tratando de volver al siglo XIX en materia turística para que sólo ellos tengan el privilegio de viajar y, encima, intentan que nos creamos que lo hacen por nuestro bien. ¡Vaya una colección de canallas!
- Seguir leyendo: https://www.libertaddigital.com/opinion/2023-09-07/editorial-elitismo-ecologeta-contra-las-low-cost-7047122/

domingo, 26 de noviembre de 2023

1000 palestinos muertos

 La catástrofe se cierne a estas horas sobre la Franja de Gaza sin electricidad ni suministro de agua, mientras se intensifican los bombardeos y continúan los preparativos para la operación terrestre del ejército israelí. Al menos 8.000 palestinos han muerto en los ataques aéreos que Israel ha lanzado desde el 7 de octubre en represalia por las acometidas de Hamás, que se cobraron la vida 1.400 israelíes.

Las cifras de muertos y heridos superan el balance de víctimas mortales palestinas del conflicto entre Hamás e Israel de 2014, que duró seis semanas. Entonces la operación apodada Margen Protector, que se extendió entre julio y agosto de 2014, dejó 2.310 muertos -el 70 por ciento civiles- y 10.626 heridos. Fue uno de los capítulos más sangrientos del conflicto palestino-israelí, que cumple ya 75 años.

Un territorio bajo asedio

La Franja de Gaza es un territorio de 41 kilómetros de largo y 10 kilómetros de ancho emplazado entre Israel, Egipto y el mar Mediterráneo. Hamás se hizo con el control de Gaza en 2007 tras derrotar a su partido político rival, Al Fatah, en las elecciones de 2006.

En su territorio, sin conexión terrestre con Cisjordania, habitan unas 2,3 millones de personas. Es uno de los trozos más densamente poblados del planeta. Desde la llegada de Hamás al poder, Egipto e Israel han cerrado sus fronteras restringiendo la entrada y salida de bienes y personas al territorio. Israel controla el espacio aéreo sobre Gaza y su costa. Su población depende de la ayuda humanitaria que llega a través de Qatar, la Autoridad Palestina y las agencias de la ONU.

La franja y sus cinco distritos

La asediada Franja de Gaza está formada por cinco distritos: Gaza Norte, Ciudad de Gaza, Deir el-Balah, Jan Yunis y Rafah. El ejército israelí ha instado a la población que reside en el norte de Gaza que se traslade al sur. En total, 1,1 millones de personas que han emprendido una agónica huida a pie, en coches o animales hacia el sur de un territorio superpoblado y plagado de campos de refugiados, recordatorio de otros traumáticos éxodos.

El norte de Gaza se extiende a lo largo de 10 kilómetros. En su perímetro se encuentra el único paso fronterizo con Israel a través de Beit Hanoon, también conocido como paso de Erez. Esta zona, una de las afectadas por el ultimátum israelí, alberga el campo de refugiados de Jabalia, el mayor de la franja.

La ciudad de Gaza es capital de la Franja, con más de 750.000 residentes. Rimal, Shujaiya y Tel al Hawa son algunos de sus barrios más conocidos y algunos lugares más afectados por unos ataques aéreos que carcomen su callejero.

Deir el Balah es la ceta de Gaza, la zona dedicada a la producción agrícola que alimenta un territorio bajo severas restricciones. En sus confines hay cuatro campos de refugiados: Nuseirat, al Bureij, al Maghazi y Deir el Balah.

En Jan Yunis viven unas 430.000 personas. Alrededor de 90.000 de ellas residen en el campamento de refugiados homónimo.

Rafah es el distrito más meridional de Gaza, con una población de unos 275.000 habitantes. Rafah es también el nombre del paso fronterizo con Egipto en el que esperan cientos de personas, extranjeros y palestinos con doble nacionalidad.

https://www.elindependiente.com/internacional/2023/10/16/2-808-palestinos-muertos-la-guerra-de-gaza-en-mapas-y-cifras/


sábado, 25 de noviembre de 2023

Unos cardan la lana y otros se llevan la fama

 La vida es así. Hay personas que consiguen fácilmente sus metas y otros que mueren intentándolo. Yo llevo diecisiete años escribiendo sin pena ni gloria. Claro está que escribir nunca fue mi objetivo, sino un desahogo.  Realmente es algo que no puedo evitar hacer porque lo necesito, pero no sé con qué finalidad.

Qué sentido tiene escribir si te va a leer poca gente?. Merece la pena tantas horas dedicadas a escribir para nadie en particular?. Claro, que si te pones a pensar, para qué limpiamos si se va a volver a ensuciar. Todo acaba. Siempre hay quien trabaja más y quien se lleva el mérito.  Pero no podemos hacer nada por evitarlo.

Sobre la persecución a los cristianos: https://cesarvidal.com/la-voz/editorial/editorial-360-millones-de-cristianos-perseguidos-21-11-23

viernes, 24 de noviembre de 2023

Víctimas del terrorismo y pobres

 Josefina* fue una de entre los 2.000 heridos en la cadena de atentados del 11 de marzo de 2004. Sobrevivió, pero las heridas le dejaron graves secuelas que arrastrará de por vida. La explosión no fue más que el punto de partida de una tragedia silenciosa, que se vive entre las cuatro paredes de su casa; la que comparte con su pareja y un menor a su cargo. Un hogar en el que llegar a fin de mes se ha convertido en una heroicidad. Las secuelas le han impedido volver a trabajar y, desde entonces, resulta complicado encajar las cuentas. Ya sea para pagar las facturas o para comprar comida con la que llenar el plato a diario.

Es quizá una de las heridas menos visibles del terrorismo, que en España ha sido protagonista desde hace más de medio siglo. Primero, con ETA como indiscutible protagonista. Después con los golpes asestados por células yihadistas. Tras de sí han dejado un largo historial de sangre, con más de mil asesinatos, además de secuestros, extorsiones y heridos.

El libro Heridos y olvidados, de los investigadores María Jiménez y Javier Marrodán, cifra en 4.800 el número de personas que han sufrido lesiones a consecuencia de los atentados en España. Algunos de ellos pudieron recuperarse de las mismas -al menos, en el plano físico-; otros muchos aún lastran las secuelas de los zarpazos terroristas.


El proceso de control

“El proceso de entrega de estas tarjetas es muy riguroso”, afirma Sara García, la gerente de la AVT. Las víctimas presentan la documentación que acredita su situación de vulnerabilidad. Reciben, además, una valoración y asistencia de un trabajador social, que igualmente certifica las dificultades para acceder a un trabajo digno o a una fuente de ingresos estable. La junta directiva de la asociación estudia toda esa documentación para aprobar la ayuda de la ‘tarjeta-alimentación’.

Todo el proceso está sometido a una auditoría exhaustiva. Por un lado, la AVT presenta informes ante sus empresas asociadas y ante la Administración, donde detalla las razones por las que se han adjudicado las ayudas a las víctimas. Y, por otro, estas envían a la asociación los justificantes de las compras para acreditar el fin al que han destinado los fondos.

La AVT, además, concede ayudas destinadas a pagar algunas de las necesidades más apremiantes de las víctimas: facturas de electricidad o agua, entre otros gastos corrientes. Este programa, unido al de las tarjetas de alimentación, está destinado a los casos más vulnerables. “Es gente que no tiene o que no llega -incide Sara García-. Se trata de ayudas temporales, hasta que esas personas consiguen salir de esa situación de vulnerabilidad”.

Acompañamiento a las víctimas

El objetivo del departamento psicosocial de la AVT es acompañar a las víctimas en las diferentes facetas de su vida. Más allá de estos casos de vulnerabilidad extrema, también hay personas que requieren de apoyo psicológico o de asesoramiento técnico. En algunos casos para lograr pensiones de invalidez; en otros, para acceder a las ayudas que la Administración destina a las víctimas del terrorismo.

La asociación, igualmente, cuenta con convenios de colaboración con empresas del sector privado para facilitar la reincorporación al mundo laboral de las personas que arrastran las secuelas -visibles o invisibles- del atentado. También con un programa de acompañamiento, con personal específicamente formado para atender las circunstancias de una víctima.

El último año la AVT concedió 164 ayudas a gente en situación de vulnerabilidad económica. Personas a las que, como Josefina, el atentado arrastró a una situación de urgencia inmediata. Son las colas del hambre de las víctimas; quizá la secuela menos visible del terrorismo.

*El nombre de Josefina es ficticio para salvaguardar la verdadera identidad de la víctima protagonista del artículo.

https://www.vozpopuli.com/espana/colas-hambre-victimas-terrorismo.html

jueves, 23 de noviembre de 2023

Las contradicciones veganas

Las contradicciones veganas: masacre de especies, la paradoja de la quinoa, el daño a la biota...

Un hombre junto a una vaca en el pasto verde.
¿Cuántos animales tienen que morir para suplir con proteína vegetal la proteína que aporta una vaca? Hay estudios que lo han calculado esta paradoja. Foto (contextual): Azin Javadzadeh / Unsplash.

No es solo la biología la que dice que también necesitamos comer carne. Es el propio crudo recuento de víctimas el que lo confirma: si la humanidad se alimentara exclusivamente de productos de la tierra, a nuestros amigos los animales les iría peor que nunca.

Lo explica Rodolfo Casadei en el número de septiembre de Tempi:

Para suscitar en un vegano alguna duda sobre lo acertado del estilo de vida que ha elegido, no tiene más que ponerse delante de un espejo, abrir con los dedos sus labios y mirarse los dientes caninos: ni demasiado desarrollados, como en el caso de los carnívoros, ni poco desarrollados o ausentes, como en el caso de los herbívoros. Son la prueba biológica de que el homo sapiens es un animal omnívoro, que come tanto vegetales como carne, como casi todos los primates, el orden zoológico al que está adscrito.

Porque los monos no solo comen plátanos, como algunos imaginan. Los chimpancés, los simios más parecidos a los humanos, son los primates que más placer encuentran en comer carne: depredan 45 especies diferentes de animales. Los babuinos y los monos capuchinos se alimentan de una gran variedad de carnes. Los babuinos son omnívoros y se alimentan de más de 21 especies de mamíferos. Suelen comer pescado, huevos, serpientes, liebres, antílopes, ovejas y cabras.

Los hábitos carnívoros de chimpancés y babuinos, que incluyen devorar crías de antílope o de gacela vivas (minuto 3:07).

Los veganos creen responder evocando la figura del gorila, el más robusto de los primates con sus 200 kilos de peso en la edad adulta, resultado de una dieta que presentan como estrictamente vegetariana. Pero aparte de que para imitar al gorila un ser humano tendría que ingerir al menos 14 kilos de fruta y verdura al día (los gorilas consumen entre 18 y 30 kilos según su sexo y tamaño), no es cierto que el gorila no sea omnívoro: le vuelven loco las hormigas y las termitas, derriba las agujas de los termiteros africanos para saciarse de las larvas, que le encantan.

Para refutar el argumento antivegano basado en la función de los dientes caninos humanos, los veganos afirman que los caninos más grandes entre los animales terrestres son los de un herbívoro: el hipopótamo. Pero esto tampoco es cierto: en 2015, un equipo internacional de investigadores acabó con la creencia de que los hipopótamos son vegetarianos.

En el estudio publicado en Mammal Review se puede leer: "Estudios de campo han demostrado que los hipopótamos son carnívoros que ocasionalmente consumen carne y tejido intestinal de los cadáveres de otros animales. Que los hipopótamos sean carnívoros no es un comportamiento aberrante restringido a individuos concretos en lugares determinados, sino un patrón de comportamiento que se da en poblaciones distribuidas por gran parte del área de distribución actual del hipopótamo en África oriental y meridional".

Enzimas, intestinos y vitaminas

Otro argumento pseudocientífico de los veganos para apoyar la idea de que la alimentación humana debe excluir la carne es el relativo a la longitud del intestino humano: los 8-9 metros del intestino delgado serían demasiado largos para alojar la carne, y el riesgo de putrefacción y de daños para la salud debidos a una estancia demasiado larga sería elevado; si estuviera estructurado para consumir carne, dicen los veganos, el intestino delgado humano no debería medir más de 6 metros.

Sin embargo, el león marino, un pinnípedo carnívoro, tiene un intestino delgado de 18 metros de largo; y el del elefante marino del sur, el Maciste de los pinnípedos con sus 2.200-4.000 kilos (los machos adultos), mide 202 metros.

Pero la cuestión es otra: al apelar a la estructura del sistema digestivo humano, los veganos se meten un flagrante gol en propia puerta. Como explica Carni Sostenibili, "incluso las enzimas que intervienen en el proceso digestivo son una clara prueba de que somos omnívoros. De hecho, estamos dotados de lipasas, es decir, enzimas que descomponen las grasas, como los triglicéridos, que solo son de origen animal y no vegetal. Y de pepsina, una enzima que ataca las proteínas animales descomponiéndolas en aminoácidos. Por consiguiente, la naturaleza nos ha programado genéticamente para digerir perfectamente la carne, presente en nuestra dieta desde hace cientos de miles de años, como demuestran las pinturas rupestres que representan escenas de caza de grandes animales salvajes de la época, o los restos encontrados en los dientes fósiles de nuestros antepasados".

En el intestino humano hay enzimas que se encuentran en el aparato digestivo de los animales que comen carne. Sirven para descomponer las grasas animales: si no estuviéramos predispuestos a comer también carne, no estarían ahí. Y en la carne encontramos la vitamina B12 -presente de manera insuficiente en otros alimentos-, en cantidades adecuadas para la salud humana, hasta el punto de que los veganos necesitan suplementos alimenticios para no tener deficiencia y caer enfermos.

El dilema vegetariano

No merece la pena entrar en discusiones sobre la inadecuación de la dieta vegana para quienes desean mantener una buena salud: los defensores de esta filosofía de vida tienen como objetivo no hacer sufrir ni explotar a ningún ser "sintiente" para su alimentación, por lo que están dispuestos a sacrificar su propia salud por este objetivo ideal.

La verdadera contradicción inherente a su comportamiento es otra: al consumir solo frutas y verduras, provocan la muerte de innumerables animales que seguirían vivos si adoptaran una dieta más variada; si el veganismo se convirtiera en el modo de vida de toda la humanidad, linajes enteros de animales resultarían exterminados ipso facto.

En 2011, Mike Archer, zoólogo de la Universidad de Nueva Gales del Sur, explicó a través de sus investigaciones que en Australia los veganos causan la muerte de más animales que los humanos omnívoros.

En un artículo titulado El dilema vegetariano, escribió: "En Australia, la producción de trigo y otros cereales significa que se matan al menos 25 veces más animales 'sintientes' por kilogramo de proteína utilizable, se causa más daño medioambiental y se ejerce mucha más crueldad animal que en la producción de carne roja mediante la ganadería. ¿Cómo es posible? La agricultura para la producción de trigo, arroz y legumbres requiere la eliminación de la vegetación autóctona. Este acto, por sí solo, provoca la muerte de miles de animales y plantas australianos por hectárea. [...]

»La mayor parte de la tierra cultivable de Australia ya está en uso. Si más australianos quieren satisfacer sus necesidades nutricionales con plantas [es decir, si un mayor número de australianos se convierte en vegano], nuestra tierra cultivable tendrá que cultivarse de forma aún más intensiva. Esto exigirá un fuerte aumento del uso de fertilizantes, herbicidas, pesticidas y otras amenazas para la biodiversidad y la salud medioambiental.

»Producir proteínas a partir del trigo significa arar los pastos y sembrarlos. Cualquiera que se haya sentado alguna vez en un tractor sabe que las aves de rapiña que te siguen todo el día no están ahí porque no tengan nada mejor que hacer. El arado y la siega matan en gran número a pequeños mamíferos, serpientes, lagartos y otros animales. Además, cada año se envenena a millones de ratones en los almacenes de grano".

Comparando la pérdida de vidas de ratones y de ganado, Archer deduce su afirmación de que una dieta vegana causa 25 veces más víctimas animales que una que utilice carne procedente de la ganadería extensiva.

"Para producir proteínas a partir de ganado alimentado con pastos, hay que matar vacas. Cada una de ellas entrega una canal media de unos 288 kilogramos. De ella, la carne deshuesada representa el 68%, lo que, con un 23% de proteína, equivale a 45 kilogramos de proteína por animal sacrificado. Esto significa 2,2 animales sacrificados por cada 100 kilos de proteína animal utilizable producida. [...] Cada zona de producción de trigo en Australia sufre, por término medio, una invasión de ratones cada cuatro años, con 500 a 1.000 ratones por hectárea. El envenenamiento mata al menos al 80% de ellos. Por tanto, para cultivar trigo se matan al menos 100 ratones por hectárea y año (500/4 x 0,8). El rendimiento medio es de aproximadamente de 1,4 toneladas de trigo por hectárea y la proteína utilizable representa el 13% de esta cantidad. Por lo tanto, al menos 55 animales 'sintientes' mueren para producir 100 kilos de proteína vegetal utilizable: 25 veces más que para la misma cantidad de carne de pasto".

Imagen que muestra dos iconos de vaca equivalentes a 55 iconos de ratón.

El argumento de Mike Archer, sintetizado en una imagen. Desde un punto de vista vegano, ¿qué "sintientes" valen más?

La paradoja de la quinoa

Los datos y proyecciones sobre el tema varían ciertamente de una región a otra del mundo, pero el patrón de razonamiento es claro: más alimentos exclusivamente vegetales significa más agricultura intensiva y más monocultivos, más pesticidas, menos biodiversidad y más animales sacrificados.

Un ejemplo entre muchos: el de la quinoa, una planta de la misma familia que las espinacas y la remolacha que crece maravillosamente en los Andes y es una de las piedras angulares de la dieta vegana: hamburguesas, tartas, patatas fritas, albóndigas, tortitas, etc. se elaboran con ella.

Sin embargo, Maria Pia Terrosi, de Cambia la Terra, nos advierte: "Pero hay un problema. Mientras que tradicionalmente la quinoa se cultivaba en las altas mesetas de los Andes, a más de 3.000 metros de altitud, hoy en día, para hacer frente a una demanda en auge, los agricultores la cultivan también en otras zonas, convirtiéndola de hecho en un monocultivo al mismo nivel que el maíz y la soja. Y, para ganar espacio, han confinado a zonas cada vez más pequeñas los rebaños de llamas y alpacas, que son necesarios para dicho proceso porque aportan abono natural a la quinoa. Así, para empujar la producción hacia territorios menos aptos, los agricultores andinos utilizan cada vez más fertilizantes sintéticos y han abandonado la rotación de cultivos. El resultado es la pérdida de biodiversidad y empobrecimiento de los suelos, hasta el punto de que en algunas zonas el rendimiento de la quinoa ha pasado de 800 kilos por hectárea a menos de 560.

»Además, para controlar la presencia de los insectos dañinos para esta planta, más presentes a menor altitud, se utilizan grandes cantidades de pesticidas, con fuertes repercusiones en el medio ambiente.

»A los impactos medioambientales hay que añadir los sociales. La quinoa [...] ha sido un alimento básico de los pueblos andinos desde hace más de cinco mil años precisamente por sus características nutricionales. Hoy, ante el auge de la demanda en los países occidentales, la quinoa ha alcanzado precios muy elevados, de hasta ocho mil euros por tonelada para las variedades más valiosas. En consecuencia, siendo preferible exportarla, ha dejado de ser consumida por los pueblos que la cultivan y su dieta se ha empobrecido".

Los destructores de la biota

Como escribió Isabella Tree en 2018 en The Guardian en un hermoso artículo sobre las virtudes medioambientales y alimentarias de la ganadería extensiva, "en lugar de dejarnos seducir por las exhortaciones a comer más productos de soja, maíz y cereales cultivados industrialmente, deberíamos fomentar formas sostenibles de producción de carne y lácteos basadas en sistemas tradicionales de rotación, pastos permanentes y pastoreo de conservación".

»Deberíamos, como mínimo, cuestionar la ética de la creciente demanda de cultivos que requieren grandes cantidades de fertilizantes, fungicidas, pesticidas y herbicidas, mientras se demonizan las formas sostenibles de ganadería que pueden restaurar los suelos y la biodiversidad y secuestrar CO2. [...] Por lo tanto, existe una gran responsabilidad: a menos que compres tus productos veganos específicamente de sistemas orgánicos y obtenidos sin arados, estás participando activamente en la destrucción de la biota del suelo, promoviendo un sistema que priva a otras especies, incluidos pequeños mamíferos, aves y reptiles, de las condiciones para la vida".

En resumen, la verdad es que la vida no es posible sin la muerte, y que no importa lo que comas, alguien tiene que morir para alimentarte.

Traducido por Verbum Caro.

 

 https://www.religionenlibertad.com/polemicas/244657596/contradicciones-veganas-masacre-especies-paradoja-quinoa-biota.html

miércoles, 22 de noviembre de 2023

Llorar por la leche derramada

 Se refiere a quejarse de algo que no tiene remedio ya. Cuando era niña era demasiado tímida y sensible. Como era la pequeña de mis hermanos, aunque apenas me relacionaba con ellos, los echaba mucho de menos cuando no estaban. Me preocupaba si volvían tarde. Naturalmente ellos no tenían ni idea de eso. Pasó el tiempo y la distancia fue aumentando hasta que ya no tenía solución. Le di muchas vueltas hace años hasta que me olvidé del tema.

La muerte de nuestros padres no volvió a juntar temporalmente. Pero eran ellos precisamente nuestra argamasa. Al no estar ya no hay nada que nos una. Es triste, pero no se trata de recuperar lo que había, porque no había casi nada. Yo me pasaba los días sola leyendo y todo lo más, salía de paseo con mi madre y el perro. Ellos eran mi mundo. Lo demás eran circunstancias personales.

martes, 21 de noviembre de 2023

La sonrisa hostil


Los nuevos emblemas del progresismo contemporáneo se han convertido en una monotonía insufrible. Jenni Hermoso, Juana Rivas, Greta Thunberg, el niño climático mejicano, Me Too, Black Lives Matter y tantos y tantos otros son figuras repetitivas que invaden el panorama público. No tanto por sus reivindicaciones, como por la actitud beligerante y autocomplaciente con la que se presentan.

Estas figuras, que continuamente levantan la voz en nombre de mil causas, pecan de un narcisismo enfermizo. Una de las características más irritantes es su férrea creencia de que el mundo les debe algo. Reclaman derechos a diestra y siniestra, pero rara vez mencionan o asumen responsabilidades. Exigen reconocimientos, visibilidad y espacios, pero no ofrecen nada a cambio, salvo la necia y simplona idea de que alimentar su insaciable sed de poder y protagonismo nos traerá un futuro más feliz y más justo.

Enfrentarse a ellos en un debate es como lidiar con un niño malcriado. No es posible entablar un diálogo fructífero con ellos, porque no están aquí para conversar ni reflexionar. Lo que buscan es imponer su visión y, en el proceso, aplastar a cualquiera que ose presentar una posición contraria. Para ello tienen un puñado de palabras policía que escupen cada vez que alguien les confronta: machista, racista, fascista, homófobo, negacionista.

Han perfeccionado el arte de jugar a ser las eternas víctimas. Y aunque algunas de las causas con las que camuflan su afán de notoriedad pueden tener raíces en injusticias legítimas, su constante actitud de mártir aburre y satura.

Por supuesto, no podemos pasar por alto la hipocresía rampante que los caracteriza. Mientras lanzan proclamas contra el sistema y se presentan como rebeldes, son mimados y celebrados por los mismos titanes del sistema que critican. Por la ONU, Bruselas, la Casa Blanca, Wall Street, Silicon Valley, Hollywood y toda la prensa de masas de Occidente, empezando por el New York Times y la CNN y acabando por 13TV y el ABC.

En efecto, lo más insidioso es que, detrás de estas figuras públicas, hay todo un aparato propagandístico que alimenta y potencia sus voces. Un sistema que bajo una falsa apariencia de pluralismo actúa como una verdadera apisonadora, que atropella a cualquiera que se interponga en su camino, garantizando que el mensaje, no importa cuán sesgado o intransigente sea, llegue a la máxima audiencia posible.

Esta forma de activismo, impulsada por el ego mucho más que por la justicia social, ha sido tolerada e incluso alabada por las propias víctimas que lo sufren. Ahí tenemos a Jorge Vilda hablando en lenguaje «inclusivo» en la Cadena Ser tras ser despedido fulminantemente por orden del feminismo. Como en el patio de un colegio, donde todos prefieren ignorar al matón de la clase con la vana esperanza de que no les preste atención, nuestra sociedad, consciente o inconscientemente, ha permitido que estas voces se impongan. Nos hemos acostumbrado a su presencia, a su ruido constante, hasta el punto de que su ausencia podría resultarnos desconcertante.

Se ha normalizado su despotismo. Antes, estas figuras al menos se esforzaban por disimular su talante caprichoso y autoritario. Intentaban ofrecer argumentos que justificaran su comportamiento. Ahora, en cambio, lucen con orgullo el poder usurpado. Lo vimos el otro día en la Asamblea General de la ONU, donde una joven chilena con aspecto de villana de Gotham City recordaba que la Agenda 2030 «es un plan global de las acciones que tomaremos». «Esto ya no es una negociación», advirtió con esa sonrisa hostil de quien sabe que juega en casa y tiene la sartén por el mango.

Aunque silenciados y en minoría, hay quienes siguen resistiendo a esta tiranía. Un pequeño pero creciente grupo de individuos que no teme señalar y denunciar los excesos de estos falsos activistas. Aunque son marginados y tachados de desestabilizadores, su resistencia es vital. Porque en su valentía reside la esperanza de un futuro donde el bien común y la colaboración prevalezcan sobre el griterío y la imposición.

https://gaceta.es/opinion/la-sonrisa-hostil-20230929-0450/

Los profetas del ecoapocalipsis por Carlos Estéban

Ahora que el anuncio del apocalipsis se ha convertido en recurrente política de Estado de quienes quieren destruir los Estados, es un...