Yolanda se queda en casa

La izquierda tiene la molesta costumbre de meterse en la vida privada de los ciudadanos. Yo soy una persona muy moderada y me gusta cenar a las ocho y a las diez ya estoy en la cama. Pero defiendo la libertad de algunos de quedarse en la calle hasta la una, especialmente en verano, cuando el calor impide dormir. Siempre que no lo hagan con los niños, que da pena verlos despiertos a esas horas.

Pero resulta que es esa izquierda la que siempre ha presumido de pasarse la noche en vela, beber, tomar drogas y practicar el amor libre. Y ahora quieren dejarnos en casa en nombre de los derechos de los trabajadores, entre los cuales está elegir su horario de trabajo. Porque, a no ser en casos dolosos, el camarero que está trabajando a la una de la mañana no es el mismo que entra a las ocho al día siguiente. Se hacen turnos y así hay trabajo para más gente.

Pero eso no le importa a Yolanda que, debido a su ignorancia y mala idea, sólo busca la manera de controlarnos en todo y decirnos lo que podemos o no podemos hacer, como si fuéramos niños pequeños. No lo pueden evitar. Tienen que meterse en todo, a imagen de los antiguos países soviéticos o el estado chino, donde los tienen controlados todo el tiempo con cámaras y otros dispositivos, y saben hasta cuándo van al baño.

Tal vez alguien debería explicarles que la libertad consiste precisamente en elegir tus actividades y tu horario, así como la manera de educar a tus hijos, tu religión, tu ideario y tu forma de regular la economía. Pero tal vez sea mucho pedir porque el socialismo y el comunismo llevan inscrito el gen del autoritarismo y sólo se pueden llevar a cabo evitando que los demás piensen por sí mismos.