En España es más incómodo defender a un feto que a
un mapache. Y a una víctima que a un terrorista. Y a un católico que a
un islamista. Y a una madre que a una abortista. Y a un trabajador que a
un parado. Y a un propietario que a un okupa. Y a Carlos Herrera que a
Julia Otero. Y a Feijóo que a Otegi. Y a un carnívoro que a un vegano.
La
lista de binomios es inagotable, como el teorema de los monos infinitos
que asegura que, si dejáramos a un chimpancé aporreando una máquina de
escribir durante una eternidad, terminaría por escribir al azar toda la
obra de Shakespeare. Cosa distinta sería el «Manual de supervivencia» de
Sánchez, inasequible al plagio salvo para su propio autor, un doctor
sin doctorado con cátedra en bulos.
No se
plantea aquí la tesis de que, en todas esas comparaciones haya una buena
y otra mala y que, por la tiranía ideológica orwelliana que nos inunda,
se imponga indefectiblemente la segunda.
En
no todas las parejas hay una opción perversa: no lo son el desempleado
ni el musulmán ni otras, obviamente, pero sus casos también valen para
consolidar la certeza de que en España ya se acepta mal el mero debate,
el disenso, la réplica, el gusto propio, la elección personal; incluso
en aquellos lances en los que es legítimo cualquier postura o, miremos
al okupa, se defiende la correcta.
Hemos
llegado a un punto en que se da el mismo trato al invasor y al invadido,
al bestia y al pacífico, al grosero y al educado, al radical y al
moderado, al agresor y al agredido, como si fueran primus inter pares
o los excesos perpetrados lo fueran menos si se hacen en nombre de una
causa supuestamente progresista o por unas razones de fondo, achacables a
esa sociedad culpable de todo, que anulan la responsabilidad propia.
En
el debate sobre la propuesta de Vox en Castilla y León, que no es la
mejor pero no tiene nada de malo, no solo se ha reaccionado con ira ante
la mera posibilidad de ofrecer una ecografía en 4D a las embarazadas
que acepten la propuesta; sino que además se prohíbe debatir
pacíficamente sobre el asunto de fondo, el aborto, como si hubiera que
aceptarlo sin rechistar, sin dudar, sin tener miedo al error y al
horror.
Jane Goodall, experta en monos y no
precisamente conservadora, decía que una sociedad se empobrece cuando,
al mirar hacia detrás y hacia los lados, ya no encuentra disidentes:
cuidarlos, incluso para llevarnos la contraria, es definitorio de la
salud de una democracia.
Pero aquí, en
nombre de un progreso falso, se lanzan fatwas diarias, se prohíbe la
alternativa, se proscribe la libertad de pensamiento y se graban a fuego
en el frontispicio de la opinión pública una insoportable lista de
anatemas de coránica obediencia ciega.
Hay
un límite en que la tolerancia deja de ser virtud y se convierte en
estupidez, venía a decir el amigo Burke, conocido por enfrentarse a saco
a los defensores de la Revolución Francesa, para tantos germen de la
Europa democrática pese a la sangre derramada, para él semilla de la
elevación a los altares del poder público de la chusma más desvencijada
moral, cultural e intelectualmente.
En un
país donde ya se puede ser todo, incluso hombre y mujer a ratos, lo
único que no se puede ser es libre para posicionarse contra las
corrientes de pensamiento hegemónico, sustentadas en una vulgar tiranía
política que simplifica todo al nivel de las leyes talibanes.
O
lo digo de otra manera, a ver si se entiende: ¿cómo es posible que
tantos se ofendan por ofertar una ecografía gratis a las embarazadas,
por si acaso quieren verse por dentro; y que cada día impongan en las
cajetillas de tabaco, en los anuncios de la DGT o en la publicidad
alimentaria, tantas imágenes dantescas, agresivas o incluso
distorsionadas de cuerpos, pulmones, bazos y páncreas destrozados?
La
batalla cultural no consiste en derrotar a nadie, sino en no dejarse
derrotar, aunque en las guerras, como Woody Allen, solo sirvamos de
rehén.
https://www.eldebate.com/opinion/20230119/okupas-si-fetos-no_87083.html
La tecnología ha avanzado mucho, algunos humanos no. Un abrazo Susana!
ResponderEliminarLa mentalidad va retrocediendo. Un beso
EliminarCuando queramos recuperar los valores no sabremos donde estan, España ha perdido su identidad y la calle está callada. Deben guardar la fuerza para salir a manifestarse después de las elecciones generales de primeros de año. Si las convoca que tengo mis dudas. Un abrazo Susana
ResponderEliminarSi gana el pp estarán todo el día en la calle. Un beso
EliminarLo has definido perfectamente, Susana: "corrientes de pensamiento hegemónico", esas son y en el caso de nuestro Pais con toda seguridad, fruto de la soberbia, de la inmadurez, de la desorientación moral y, como no, de la vehemencia de la ignorancia.
ResponderEliminarHoy me decía un amigo en la sala de espera de rehabilitación: Estos y especialmente estas (las del solitario banco azul de ayer), van a pasar del Consejo de Ministros a incendiar contenedores de basura en cuatro días. Lo dijo el que antes era el líder oficial de esa agrupación: "No nos importa perder las elecciones, nuestra fuerza está en la calle".
Ay, Susana, se avecinan malos tiempos.
Nunca aceptan perder el poder. El artículo no es mío. Tiene la dirección debajo. Un beso
EliminarEs una pena que pensemos de este modo. Algún día nos arrepentiremos.
ResponderEliminarUn beso y un abrazo.
Yo me arrepiento ya. Un beso
EliminarMejor dicho no se puede...es lamentable. El mejor ejemplo es el de los grupos feministas que se escandalizan por el llamado "machismo en el lenguaje" pero a los atropellos que sufren las mujeres en los hogares musulmanes, en la misma Europa, no lo denuncian, porque es algo "cultural".
ResponderEliminarAdemás no quieren jugarse el pellejo. Un beso
EliminarVivimos en zonas de confort, preferimos acurrucarnos y no complicarnos la vida, sin darnos cuenta de que estsa es la peor forma de complicársela. Besos
ResponderEliminarEl que calla otorga. Un beso
Eliminarya se puede ser todo, incluso hombre y mujer a ratos jajajajajajaja me muero de risa con tus entradas no exentas de fino humor e ironia.
ResponderEliminarSos una genia!