Diario conservador de la actualidad

El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”. Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.

viernes, 31 de octubre de 2025

 


Las contradiciones del feminismo, por Angélica Barragán

Hace un par de semanas circuló en redes sociales un artículo de Morgan Stanley Research, publicado en 2019, que estima que en 2030, en los Estados Unidos, el 45 % de las mujeres de 25 a 44 años (considerados los "mejores años laborales") serán solteras y sin hijos. Dicha predicción se fundamenta en el creciente número de mujeres que posponen el matrimonio hasta los 30 o incluso 40 años (cuando no indefinidamente) a fin de dedicarse de lleno a sus carreras. Esta situación ocasiona que muchas mujeres retrasen la maternidad y tengan un menor número de hijos o bien renuncien definitivamente a ser madres. A ello se suma que muchos matrimonios acaban en divorcio.

El mencionado estudio también prevé que una mayor participación femenina en el mercado laboral impulsará los salarios de las mujeres, pues hoy en día la maternidad continúa siendo el principal factor de la brecha salarial, ya que, ante la maternidad, muchas mujeres reducen su jornada laboral y algunas, aunque las menos, deciden abandonar el trabajo por un par de años, lo que impacta a su desarrollo profesional. Por esta razón, el estudio valora positivamente la transformación de las normas sociales que “permiten” a las mujeres trabajar a tiempo completo, dado que una mayor participación laboral aumenta la producción y también el consumo. Por lo que el estudio concluye que los resultados son “una buena noticia tanto para las mujeres como para los negocios”.

Si bien una mayor actividad económica puede redundar en mayores ingresos, una mayor participación laboral de las mujeres no necesariamente beneficia al bien común. Una sociedad no es más feliz y ni siquiera rica porque produzca más bienes materiales y cuente con mayores ingresos. Solo una cultura que diviniza el dinero y el poder puede calificar de "progreso" el hecho de que tantas mujeres pospongan, en ocasiones indefinidamente, el formar una familia (lo cual hoy en día se considera una labor de menor importancia) en aras de su crecimiento profesional. Desafortunadamente, parte de la sociedad ha dejado de reconocer que el matrimonio y la maternidad son fundamentales para el desarrollo de una sociedad sana y plena pues, hoy en día, el éxito y el progreso son medidos en términos materiales. Debido a ello, el documento no considera el altísimo precio que están pagando la sociedad en general y, la mujer en particular, a fin de obtener dicho “beneficio” material. Porque el verdadero bien no se mide en cifras, y por lo visto, la felicidad tampoco, como veremos más adelante.

El “progreso” de las mujeres en las últimas décadas ha sido tan grande como evidente, pues en los países industrializados la mujer no sólo ha logrado la igualdad con el hombre, sino que en muchos lugares tiene privilegios educativos, laborales y hasta legales. A esto se aúna que el feminismo ha conseguido transformar radicalmente a la sociedad. Pues las mujeres hoy en día no son “presionadas” para casarse y tener hijos y, además, “gozan de las mismas licencias que el hombre”. Por lo que, en nombre de la “libertad”, el feminismo ha promovido en la sociedad todo tipo de vicios e inmoralidades. Todo lo cual ha traído como consecuencia el aumento exponencial de la promiscuidad, el adulterio, el divorcio y el aborto.

Sin embargo, la promesa feminista de que la mujer encuentre la felicidad en el desarrollo profesional y el gozo de la libertad absoluta no se ha cumplido y, además, ha producido el efecto contrario. Ya que, pesar de estos y otros muchos “logros”, muchas mujeres ven que el tener mayores “oportunidades” que sus abuelas y bisabuelas no las ha hecho más felices. Por el contrario, su nivel de satisfacción ha disminuido en las últimas décadas. Esto llevó a los profesores Betsey Stevenson y Justin Wolfers a estudiar lo que calificaron de “paradoja de la disminución de la felicidad femenina”.

Es importante resaltar que alrededor de 1960, las mujeres se encontraban, en promedio, tan satisfechas con su primordial papel de esposa y madre que se declaraban más felices, en promedio, que los hombres. Sorprendentemente, fue en esa época de general satisfacción femenina cuando la feminista Betty Friedan diagnosticó que las mujeres eran víctimas del “problema sin nombre” argumentando que el trabajo de la mujer, como madre y esposa, era insatisfactorio y servil. Aun cuando, al parecer, muchas mujeres no se percataran de ello.

No obstante, el tiempo ha demostrado que, a mayor "liberación" femenina, mayor es su insatisfacción. De hecho, muchas mujeres sufren de depresión y ansiedad en porcentajes nunca vistos. En los Estados Unidos, más de un tercio de las mujeres (36,7%) informan haber sido diagnosticadas con depresión en algún momento de su vida. Asimismo, según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC), más de la mitad (57%) de las niñas y mujeres afirman sentirse constantemente tristes y deprimidas, las cifras más altas jamás registradas.

Desde hace décadas, se ha promovido un modelo de mujer fuerte, autosuficiente y empoderada. De ahí que muchas mujeres pospongan el matrimonio y los hijos indefinidamente mientras dedican sus mejores años a trabajos demandantes y altamente competitivos. Hoy, la mujer tiene múltiples parejas, pero está más sola que nunca; goza de la autonomía que le proporciona su trabajo, pero depende de pastillas antidepresivas, anticonceptivas y hasta del aborto; está tan emancipada que muchas no tienen ni esposo ni hijos y la tan ansiada realización se ha tornado en amargura, resentimiento y desolación.

Por ello, si queremos restablecer la armonía en la sociedad y la unidad y paz en nuestras familias debemos empezar por rechazar las falsas promesas del feminismo, el cual, desde sus inicios, negó la vocación natural de la mujer de dar vida, darla en abundancia y formar las almas que le son encomendadas.

Parafraseando a Chesterton, el hogar no es una prisión, sino un trono. Por ello, el trabajo privado en la casa es el trabajo verdaderamente grande y el trabajo público es el empleo pequeño. El hogar humano es una paradoja porque es más grande por dentro que por fuera. 

Religionenlibertad.com/opinion/250812/contradicciones-feminismo_113486.html

jueves, 30 de octubre de 2025

What you see is what you get

 Lo que ves es lo que consigues (lo que hay). Este dicho inglés es interesante Puedo decir que me define.Si hay algo que detesto son las personas con doble cara, que por un lado te sonríen y cuando das la vuelta te critican. Yo soy incapaz de hacer eso. Si critico lo hago abiertamente, lo cual me ha traído muchos problemas en la vida, incluso con mi propia familia.

No soy de templar gaitas, que también se dice. Siempre queda la opción de callarse si algo no te agrada. No es necesario decir si te gusta o no su ropa. Pero para cosas fundamentales, como el aborto, nunca me callo, cosa que no se puede decir de la iglesia católica. Si todos dijéramos lo que pensamos, con educación y mesura, creo que al mundo le iría mucho mejor. 

Sobre el aborto: https://www.cesarvidal.tv/videos/el-lucrativo-negocio-del-turismo-abortista-17-10-25

miércoles, 29 de octubre de 2025

La islamización de occidente, por Elena Ramallo



En este artículo explicamos qué es la islamización y qué consecuencias conlleva para la civilización occidental y, más concretamente, para Europa. Este término no remite a la convivencia respetuosa con personas de religión musulmana, sino al integrismo y la aplicación de la sharía.

En las últimas décadas, Europa ha sido testigo de un fenómeno progresivo que amenaza las estructuras fundamentales de nuestras democracias liberales: la islamización. Se trata de un proceso mediante el cual normas, valores, prácticas y estructuras jurídicas derivadas del islam político—especialmente interpretaciones integristas de la sharía—son introducidas, normalizadas o toleradas dentro de sociedades democráticas. El resultado es un cambio sustancial en el marco normativo y en los principios fundamentales que sustentan los Estados de Derecho occidentales. Detectar este fenómeno expansivo no es fácil, porque lo trabajan desde dentro de las instituciones con una «marca blanca y relato amigable», mientras mantienen en secreto o con sobornos en especie la «marca opresiva y radical».

Desde una perspectiva jurídica, la islamización supone una colisión normativa entre el ordenamiento constitucional democrático (fundado en derechos universales, laicidad, igualdad ante la ley y separación de poderes) y estructuras teocráticas que subordinan la ley civil a preceptos religiosos. Su consolidación erosiona la seguridad jurídica, debilita el principio de legalidad y relativiza la aplicación uniforme de los derechos fundamentales, particularmente en contextos de alta vulnerabilidad como el de mujeres y menores.

La islamización supone una transformación silenciosa que desborda el ámbito religioso para erigirse en un modelo alternativo de organización social, política y legal. En los lugares donde arraiga, erosiona la laicidad estatal, socava la igualdad de género, introduce códigos paralelos de justicia y relativiza derechos universales bajo la bandera del multiculturalismo. Este proceso suele comenzar con demandas simbólicas —uso del hiyab en espacios públicos, menús halal en escuelas, segregación por sexo en actividades— y avanza hacia la creación de enclaves jurídicos y culturales donde el Estado democrático pierde soberanía.

Numerosos países europeos ofrecen ejemplos de este fenómeno. En Francia, la negativa de algunas adolescentes musulmanas a descubrirse en clase ha llevado a conflictos y agresiones que desafían la laicidad escolar; en Bélgica, se han detectado redes de imposición del salafismo en barrios enteros, donde la mujer queda relegada al ámbito doméstico. En Alemania y Suecia, las denuncias de tribunales paralelos basados en la sharía o los “consejos de ancianos” que resuelven litigios al margen del derecho estatal son una realidad documentada. Reino Unido llegó incluso a reconocer ciertos efectos legales a decisiones de tribunales islámicos en el ámbito familiar, hasta que las denuncias de discriminación contra mujeres obligaron a revisar su legitimidad.

En relación con las sociedades occidentales, la percepción que ciertos sectores del islamismo radical tienen de las mujeres como “infieles” e “impuras”, unida a su concepción de la mujer como ser inferior al hombre y objeto de su pertenencia, ha servido de justificación cultural para legitimar agresiones, abusos sexuales y violaciones. Esta cosmovisión, radicalmente opuesta a los valores igualitarios y humanistas que sustentan nuestras democracias, ha convertido a numerosas mujeres en víctimas directas de una cultura que entra en conflicto con los principios fundamentales de dignidad, igualdad y libertad.

España, hasta ahora menos afectada, no es inmune. Las comunidades autónomas con mayor población musulmana han registrado un aumento en las peticiones para que se impartan contenidos islámicos en escuelas, sin supervisión doctrinal. Existen casos de menores obligadas a usar el velo desde la infancia, lo que vulnera los artículos 1, 3, 4 y 23 de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, que garantizan dignidad, integridad personal, protección contra tratos degradantes e igualdad entre mujeres y hombres.

En el ámbito legislativo nacional, Constitución, se infringen artículos constitucionales como el art. 14 CE (igualdad y no discriminación), art. 10 CE (dignidad humana) y el ineludible derecho a la libertad. Este derecho, a la libertad personal se encuentra protegido por diversos artículos de la Constitución Española. El artículo 17 CE establece que «toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad» y que «nadie puede ser privado de su libertad”

Lo expuesto, no se trata de excepciones: son síntomas de un fenómeno que pone a prueba nuestra capacidad para defender los valores constitucionales frente al relativismo cultural.

Los peligros que la islamización plantea para España son múltiples: debilitamiento del Estado de Derecho, erosión del principio de igualdad, legitimación de estructuras patriarcales y, lo que es más grave, la generación de guetos culturales donde el islam radical sustituye al ordenamiento jurídico democrático. Esto no solo pone en riesgo a las mujeres y menores —víctimas preferentes de estas estructuras—, sino al conjunto de nuestra ciudadanía.

Por todo ello, urge una respuesta normativa y política clara y decidida. Es necesario regular el uso de símbolos religiosos en menores, garantizar que toda enseñanza religiosa esté sometida a control pedagógico, y evitar la financiación extranjera de mezquitas con vínculos ideológicos radicales. Como jurista comprometida con los derechos humanos, defiendo que la tolerancia no puede convertirse en una coartada para la regresión. No se trata de combatir la fe, sino de proteger el marco de convivencia que hace posible la libertad.

La islamización no es una amenaza abstracta, sino un desafío concreto a nuestros derechos, leyes y modo de vida. Si no actuamos con contundencia hoy, mañana será demasiado tarde.

https://iniciativa2028.es/islamizacion-de-occidente-peligros-y-una-advertencia-para-la-democracia-espanola/
 

martes, 28 de octubre de 2025

Ciento cincuenta mil visitas

 Es lo que lleva este blog. No es que sea impresionante.  Otros tienen eso al día. Pero a mí me vale. Teniendo en cuenta que es mi noveno blog oficial y llevo casi veinte años en esto, supongo que andaré por el millón. Además la gente sigue entrando mucho tiempo después o eso parece. No sé si son números  ficticios.

Siempre me gustó escribir pero soy incapaz de inventar historias,así que lo mío es el género de ensayo. Nunca pensé que daría para tanto. Tengo doce libros autopublicados en Bubok.es con el seudónimo acontracorriente, que es el primero que utilicé. De momento sigo adelante mientras tenga algo que contar o divulgar.

Sobre la industria española: https://www.cesarvidal.tv/videos/la-entrega-de-la-riqueza-espanola-a-instancias-extranjeras-15-10-25  Mi padre trabajó en Ensidesa. Por eso me interesa mucho este tema

lunes, 27 de octubre de 2025

Cierra la mayor clínica trans infantil de EEUU, por LGI



El próximo 22 de julio cerrará sus puertas el Centro de Salud y Desarrollo Transjuvenil del Hospital Infantil de Los Ángeles, el mayor centro pediátrico transgénero de Estados Unidos. La decisión llega tras la orden ejecutiva firmada en enero por el presidente Donald Trump, que prohíbe la financiación federal de centros que practiquen bloqueadores hormonales, hormonas cruzadas y cirugías de «afirmación de género» en menores, medidas que el mandatario calificó como «mutilación química y quirúrgica».

El cierre también se produce tras un memorando de abril de la fiscal general Pam Bondi, que denunció el «grave abuso médico» promovido durante la Administración Biden. En él, la fiscal acusó directamente al expresidente demócrata de haber sido «actor central en la promoción de esta agenda», al tiempo que instruye a los funcionarios del Departamento de Justicia a supervisar posibles casos de explotación infantil disfrazados de atención médica.

La Comisión Federal celebró esta semana un taller público en el que reafirmó su compromiso con la protección de la infancia frente a los abusos de la industria médica transgénero y denunció las «prácticas engañosas» que afectan a menores en situación de vulnerabilidad.

Aunque el centro ha defendido su trayectoria alegando que ofrecía «atención médica esencial y basada en la evidencia» a menores trans y sus familias, ha admitido que el cierre es resultado directo del cambio de política federal. «No hay alternativa viable», lamentaron en un comunicado, denunciando el «impacto cada vez más grave» de las nuevas normas.

Sin embargo, el centro ha estado envuelto en múltiples controversias legales, especialmente en torno a su directora, la doctora Johanna Olson-Kennedy, que acumula varias demandas por negligencia médica en menores. Una de las más graves fue interpuesta por una paciente que acudió posteriormente para destransicionar. Según la denuncia, con sólo 12 años recibió bloqueadores hormonales, terapia cruzada y una doble mastectomía, pese a tener antecedentes clínicos delicados.

Olson-Kennedy ya había sido investigada por ocultar datos de un estudio federal financiado con 10 millones de dólares del Instituto Nacional de Salud. El documento revelaba efectos nocivos de los bloqueadores hormonales, especialmente en niños.
 

 https://gaceta.es/estados-unidos/cierra-la-mayor-clinica-infantil-trans-de-eeuu-tras-la-orden-de-trump-para-proteger-a-la-infancia-del-wokismo-20250716-0001/

domingo, 26 de octubre de 2025

El suicidio occidental, por Xavier Ríus

 


Direcctor de Rius TV en YouTube. Trabajó antes en La Vanguardia y en El Mundo. Director de e-notícies durante 23 años.

El suicidio occidental

23 de julio de 2025

Al final será verdad lo que decía Toynbee, el historiador británico (1889-1975): «Las civilizaciones no mueren, se suicidan». El Parlamento catalán aprobó la semana pasada una declaración institucional de condena del incendio de la mezquita de Piera, previsiblemente provocado.


Piera es, para que se hagan una idea, una localidad de 17.000 habitantes a cincuenta y pico de kilómetros de Barcelona. Hasta aquí todo correcto. El centro islámico resultó completamente calcinado el pasado día 12, a pocos días de su inauguración. La comunidad musulmana ha recaudado ya 60.000 euros para su reconstrucción. Por la misma regla de tres, la cámara catalana podría haber condenado la agresión al abuelo aquel de Torre Pacheco (Murcia) o las quemaduras graves a una menor en Canarias. Ambas agresiones cometidas por magrebíes.


Si no lo ha hecho es, supongo, porque quedan fuera de lo que consideran su ámbito natural, los llamados «Països Catalans». El territorio con el que nos deleita cada día el mapa del tiempo de TV3. Comprende, por supuesto, las Islas Baleares y la Comunidad Valenciana. El sueño húmedo del independentismo. Por ejemplo, no tuvieron inconveniente en aprobar otra declaración —firmada como la anterior por Junts, ERC, la CUP e incluso el PSC—, cuestionando la decisión del Ayuntamiento de Alicante que «elimina el valenciano como lengua propia de la ciudad». Pero lo que criticó de la citada declaración es el buenismo imperante.


El texto fue leído por el secretario segundo de la Mesa el republicano Julià Fernández, que ostenta el récord de cargos efímeros: dos años alcalde de Sabadell (2015-2017) y apenas unos meses como consejero de Territorio con Pere Aragonès (de octubre del 2022 a junio del 2023). Y eso que era de los suyos. La declaración remarcaba que el incendio en cuestión ponía en peligro «la convivencia y la cohesión social». A mi entender, había también algo de hispanofobia subyacente. Como en los mejores momentos del proceso. Aquí eran partidarios del «volem acollir» y el «refugees welcome» para marcar distancias con el resto de España. En plan, veis, nosotros sí que somos solidarios. «Cataluña ha sido históricamente un país comprometido con los valores de la acogida», insistía la cámara autonómica.


Evidentemente, sin citar, aprovechaba para colar una velada alusión a VOX —y a Aliança Catalana— al expresar «la preocupación creciente» de la cámara por «los discursos de odio» que, a su juicio, son cada vez «más fuertes y agresivos contra la comunidad musulmana y las personas migrantes». La declaración sirvió, por otra parte, para saber que ya hay en Cataluña un 6,8% de población islámica y «319 centros de culto». Aunque desde luego deben ser más: los sin papeles no salen en las estadísticas y los nacionalizados dejan de salir. Esto va también por localidades y barrios. Algunos ya superan el 20% o más.


Yo, que vengo de una tradición laica y casi agnóstica, siempre recuerdo una crónica del entonces corresponsal de El País Ignacio Cembrero, del 3 de agosto del 2011, sobre las trabas que había puesto Argelia para legalizar la Iglesia protestante. En Occidente, por supuesto, no encuentran tantas dificultades. Al contrario.


La mencionada declaración añadía que la mezquita en cuestión era un «espacio de socialización para muchos vecinos». Tengo igualmente mis dudas porque suelen ir solo musulmanes. Y, además, hombres. Mientras la alcaldesa, la socialista Carme González, lo grababa todo con su móvil. Supongo que para poder colgarlo después en las redes. El texto concluía que Cataluña siempre ha estado a favor de «la igualdad de trato y la no discriminación». Me vino a la cabeza en esta ocasión que el último gobierno de Esquerra aprobó los burkinis en las piscinas públicas. A pesar de que se definía como «feminista». Y terminaba finalmente destacando «la normalidad y convivencia que siempre han definido» Piera. Tampoco lo veo claro porque, en mayo, atacaron el centro de menas de la localidad tras un enfrentamiento entre menores extranjeros y jóvenes de la localidad. Por supuesto, como el anterior, totalmente condenable. Pero ello indica que hay tensiones. Y que, con frecuencia, una cosa es lo que dicen las instancias oficiales —incluso algunos medios de comunicación— y la otra lo que piensan los vecinos o una parte de ellos. Sospecho que mayoritaria.


Como dijo en aquella ocasión el presidente de VOX en Barcelona, Joan Garriga, que visitó el municipio: «Si no existiese un problema con la inmigración, nosotros no tendríamos dos concejales». La alcaldesa reaccionó en esa ocasión de la misma manera que ahora: diciendo que era un «caso aislado» y cargando contra «los discursos de odio».


Lo he dicho más de una vez, pero me van a permitir que me repita: estamos sentados encima de un barril de pólvora. En estos temas, no hay nada peor que cerrar los ojos o mirar hacia otro lado. El gran error del pensamiento políticamente correcto y «buenrollista» es considerar a los inmigrantes magrebíes como españoles porque, en su inmensa mayoría, se sienten marroquíes. Basta ver con quién van cuando hay un partido de fútbol entre ambas selecciones.

https://gaceta.es/opinion/el-suicidio-occidental-20250723-0645/?scroll-event=true

sábado, 25 de octubre de 2025

El viaje de la izquierda hacia la derecha, por Martín Varsavski

 Crecí en un ambiente intelectual donde ser progresista no era una opción: era la única manera aceptable de mirar el mundo. Las cenas familiares, las conversaciones entre amigos, los debates universitarios… todos compartían el mismo aire: la izquierda era bondad, compasión, justicia; la derecha, atraso, intolerancia, egoísmo. Yo, como tantos, lo acepté. Era cómodo: me daba un lugar en la tribu, me convertía en «una buena persona» sin necesidad de demostrar nada más.

Pero lo que descubrí con los años, a través de mi experiencia vital y empresarial, es que aquella comodidad tenía un precio altísimo: vivir cargado de culpas que no me correspondían, de miedos que me robaban la serenidad, de una ansiedad que me alejaba de la vida plena.

El progresismo me imponía una mochila invisible. Dentro de ella había piedras con nombres muy claros.
La izquierda pluri-nazi-onal
La izquierda pluri-nazi-onal
Jasiel-Paris Álvarez

La primera se llamaba culpa histórica. Por ser blanco, por ser argentino de origen europeo, por vivir en Occidente, debía arrastrar la idea de que mis antepasados eran culpables de todo lo malo: la esclavitud, el colonialismo, la opresión. Poco importaba que yo no hubiera esclavizado a nadie ni colonizado nada. Era suficiente con ser parte de la civilización que más había avanzado en la historia humana: eso me hacía sospechoso.

Lo que nunca se mencionaba era que la esclavitud existía mucho antes de Occidente, que reinos africanos vendían esclavos a comerciantes musulmanes durante siglos, y que fue Occidente quien abolió esa práctica inmoral. Gran Bretaña prohibió la trata en 1807 y destinó su marina a liberar esclavos en África. Estados Unidos libró una guerra civil que costó más de 600.000 vidas para acabar con esa institución. Ninguna otra civilización hizo un esfuerzo comparable.
«La izquierda no puede robar»
«La izquierda no puede robar»
Carlos Granés

La segunda piedra se llamaba culpa climática. Recuerdo cuando me subí por primera vez a una loma en Castilla y vi, en el horizonte infinito, decenas de aerogeneradores recortando el cielo que nuestra empresa Eolia Renovables había construido. Giraban lentamente, blancos y perfectos, como gigantes impersonales. Muchos lo veían como progreso. Yo también. Pero con los años, esa imagen cambió en mi mente: aquellos molinos eran cicatrices. Donde antes había campos de trigo dorado y llanuras limpias, ahora había un parque industrial disfrazado de campiña.

La escena se repitió en Andalucía, donde los olivares se extendían como un mar verde y antiguo. Vi cómo los arrancaban para plantar placas solares. Fila tras fila de paneles azules reemplazando siglos de historia agrícola. Olivos que habían dado sombra a generaciones convertidos en chatarra, sustituidos por una estética metálica y fría. España, un país cuya riqueza también es su belleza, se iba llenando de infraestructuras que afeaban el alma de sus tierras y atentaban contra la primer fuente de ingresos del país, el turismo.

    «España, un país cuya riqueza también es su belleza, se iba llenando de infraestructuras que afeaban el alma de sus tierras»

Todo esto lo viví con una convicción profunda de estar salvando al planeta. Me había convencido, como millones, de que el mundo estaba al borde del colapso. Vi el documental de Al Gore, escuché a Greta Thunberg, leí titulares que prometían un planeta devastado en diez años. Sentí miedo. Y ese miedo me llevó a Co fundar Eolia Renovables. En el fondo, buscaba pagar culpas por mis emisiones. Era una especie de indulgencia moderna: contamino, pero planto molinos.

El resultado lo conocemos: apagones, facturas de luz duplicadas, una red eléctrica inestable y ancianos que mueren en olas de calor que siempre existieron porque no pueden pagar el aire acondicionado. El apocalipsis climático nunca llegó, pero el costo humano, económico y cultural de esa utopía verde sí. Salir del progresismo significó liberarme también de esa angustia climática: entender que el planeta siempre ha cambiado, que la respuesta no es sacrificar nuestra prosperidad, y que la verdadera catástrofe la producen las recetas del ecologismo extremo. Que transformar la central nuclear de Almaraz por 30 mil hectáreas de paneles solares que dan electricidad sin inercia y solo de día sería una idiotez.

La tercera piedra era más íntima: la culpa por amar mis símbolos. Ser progresista significaba mirar la bandera con sospecha, despreciar mi judaísmo, desconfiar de la policía, ridiculizar a las fuerzas armadas. Era una paradoja absurda: los símbolos que unen, las instituciones que protegen, eran tratados como amenazas. Mostrar orgullo nacional era considerado casi un crimen moral.

    «Era una paradoja absurda: los símbolos que unen, las instituciones que protegen, eran tratados como amenazas»

Esa contradicción me golpeó con más fuerza viviendo entre dos mundos. Como argentino en España, me pedían que aceptara la mentira del relativismo cultural: que todas las culturas eran iguales, que los pueblos nómadas de la pampa estaban al mismo nivel que la civilización europea que trajo universidades, imprenta, arquitectura e instituciones. El progresismo me pedía que negara la evidencia: que Argentina es hija de España y de Europa.

Lo entendí mejor una tarde caminando por Recoleta, el barrio de mi infancia. Las calles eran un desfile de arquitectura francesa e italiana, palacios afrancesados, iglesias barrocas, cafés con aire vienés. En cada esquina, la huella europea estaba viva, más visible que en muchas ciudades de Europa. Hoy Buenos Aires tiene un porcentaje mayor de ciudadanos europeos que Barcelona, París o Londres. Caminar por la Recoleta es caminar por una Europa en miniatura trasplantada al Río de la Plata. Y ahí comprendí: mis dos banderas no son enemigas. La argentina y la española no se enfrentan, se completan. La argentina no es la negación de Europa, sino su heredera directa.

Durante años, bajo la izquierda, sentí que tener dos pasaportes era llevar dos patrias en tensión. Hoy sé que no: son una sola civilización, desplegada en dos continentes. Y por eso me siento cómodo tanto con la bandera argentina como con la española. Son, al fin y al cabo, colores de la misma historia.

Fue en este proceso de reconciliación que otro tema se hizo central en mi vida: la fertilidad. En la última década, gran parte de mi trabajo ha estado enfocado en este campo. Fui cofundador de Prelude Fertility, que hoy es la red más grande de clínicas de fertilidad en Estados Unidos, con la que ya han nacido más de 300.000 bebés. Luego lancé Overture Life, que desarrolla robots para la embriología, y Gameto, que busca acortar y suavizar los tratamientos con biología celular avanzada. Ver nacer a cientos de miles de niños gracias a nuestro trabajo es una de las experiencias más gratificantes de mi vida.

Y sin embargo, cuanto más me adentraba en este campo, más evidente se hacía algo inquietante: la fertilidad está en crisis. España tiene una de las tasas más bajas de natalidad del mundo: apenas 1,2 hijos por mujer. Italia y Portugal no están mejor. Alemania y Europa del Este también caen en picado. En Estados Unidos, la tasa de reemplazo —2,1 hijos por mujer— hace tiempo que no se alcanza: hoy está en torno a 1,6. Es la primera vez en la historia de Occidente que, sin guerras ni pestes, una civilización empieza a reducir su población de forma voluntaria.

Y lo más significativo: quien más se reduce es la población blanca, la misma que, bajo el influjo progresista, ha aprendido a sentirse mal consigo misma. La infertilidad no es solo biológica, es cultural. El progresismo ha convencido a generaciones enteras de los herederos de occidente que tener hijos es sospechoso, irresponsable o incluso inmoral. Se les repite que el mundo está sobrepoblado, que los hijos destruyen el planeta, que la maternidad es opresión. Una cultura que debería animar a proyectar vida futura les dice, en cambio, que no vale la pena traer hijos al mundo. Así es como en 2024 solo Nigeria tuvo más bebes que Estados Unidos y la Unión Europea sumados.

Lo que veo en mis clínicas y en mi trabajo es, en el fondo, el reflejo de algo más profundo: Occidente está atravesado por una culpa auto-suicida. Nunca antes una civilización había decidido dejar de reproducirse voluntariamente. Caemos porque no creemos en nosotros mismos. Donde hay orgullo, hay hijos; donde hay culpa, hay vacío.

Yo lo veo como un empresario biotecnológico, y como un hombre que ha dedicado su vida a ayudar a traer vida al mundo: las ideas progresistas están minando la capacidad misma de Occidente de seguir existiendo. Antes tener siete hijos me daba culpa. Ahora lo considero mi contribucion más importante a una sociedad en autodestruccion.

El día que me permití salir de ese marco, sentí una liberación. Descubrí que en la derecha no había vergüenza, sino orgullo. No había apocalipsis, sino esperanza. No había culpas heredadas, sino responsabilidad personal. La derecha me enseñó a mirar Occidente no como un villano, sino como la civilización que más ha hecho por la libertad, la ciencia, la prosperidad y los derechos humanos en toda la historia.

Los estudios confirman lo que este aumento de felicidad personal no es aplicable solo a mi. En Estados Unidos, el 45% de los conservadores se declaran «muy felices», frente al 30% de los progresistas. Entre quienes dicen tener excelente salud mental, más de la mitad se identifican con la derecha, frente a solo un quinto con la izquierda. En Europa, el European Social Survey muestra que los votantes de derecha expresan más orgullo nacional y cultural, y ese orgullo se traduce en mayor bienestar psicológico. Las familias conservadoras tienen más hijos, más matrimonios estables, y esas redes de apoyo generan resiliencia emocional. No es casualidad: orgullo y pertenencia alimentan la felicidad; culpa y resentimiento alimentan la depresión.

El contraste lo veo con claridad en Argentina. Los votantes de Milei hablan con entusiasmo, con fe en el futuro, con la sensación de que se puede reconstruir la nación. Irradian energía. Los votantes de Cristina Kirchner, en cambio, viven en un clima de agravios, de injusticias, de culpas. Unos miran adelante, los otros miran hacia atrás.

Soy un emprendedor tecnológico. He fundado empresas, he arriesgado, he innovado. Y si hay algo que aprendí en ese camino es que la vida se construye mirando hacia adelante, no flagelándose por el pasado. El progresismo me dio culpas: la culpa de ser blanco, la culpa de emitir CO₂, la culpa de amar mis símbolos, la culpa de querer tener hijos. La derecha me devolvió orgullo: orgullo de mi civilización, orgullo de mi historia, orgullo de mi capacidad para mejorar lo que tengo cerca.

Hoy puedo decirlo con claridad: salir del progresismo no fue solo un cambio ideológico, fue una liberación emocional y espiritual. Fue sacarme de encima una carga de culpas para poder avanzar con esperanza. La izquierda me pedía vergüenza; la derecha me dio felicidad. La izquierda me imponía ansiedad; la derecha me devolvió serenidad. La izquierda me hablaba de catástrofes; la derecha me devolvió confianza. La izquierda me ofrecía decrecimiento; la derecha me hizo pensar en que seremos pronto una civilización interplanetaria.

Y lo más importante: descubrí que no necesito odiar lo que soy ni lo que somos. Que el futuro no se construye con culpas, sino con orgullo. Que prefiero caminar ligero bandera en mano que con una mochila de culpas en la espalda.

https://theobjective.com/elsubjetivo/opinion/2025-08-31/viaje-emprendedor-izquierda-derecha/ 

viernes, 24 de octubre de 2025

La inmigración no puede reemplazar la baja natalidad española

bortos, divorcios, menos bodas, políticos que dejan de lado la natalidad... cada vez menos parejas deciden formar una familia. Alejandro Macarrón, responsable de Estudios y Análisis Social del Programa CEU-CEFAS, ingeniero en telecomunicaciones y uno de los demógrafos más prestigiosos, alerta de que nuestro país avanza hacia un «suicidio demográfico». Para frenar esta situación, el experto plantea varias medidas sin depender del reemplazo poblacional extranjero.
Ciudadanos extranjeros esperan para acceder a la Oficina de Extranjería en Almería (archivo)
Los colombianos, marroquíes y venezolanos llevan a España a un nuevo máximo de población

El Debate

— La sociedad actual no tiene nada que ver a la de hace 50 años: cada vez hay más divorcios, la inmigración está ganando terreno y el suicidio demográfico es más que notable, ¿por qué ocurre esto?

— Es un proceso lento y largo, con un modelo de sociedad con raíces muy profundas. El problema es que, además de que hay factores que favorecen que tengamos menos niños, hay muy poca oposición y reacción. Antes, los dirigentes sociales eran natalistas porque la riqueza de un país dependía en gran parte de su población. Ahora eso no ocurre igual.

También hay una pérdida de valores cristianos y religiosos, que están muy ligados a la familia.

Hay algo positivo. Actualmente, necesitamos muchos menos niños para mantener la sociedad y las familias igual de bien, debido a la reducción de la mortalidad infantil y juvenil. Pero, aun así, tenemos muchos menos niños de lo necesario.

Entre las principales causas está la desvalorización de las ganas de tener niños y formar familias estables. Si no tienes ganas de tener hijos, de casarte, si los matrimonios se rompen fácilmente o si retrasamos la edad para tener el primer hijo, todo eso afecta.

Otro factor es el aborto. Hace 50 años en España estaba prohibido, pero ahora es un derecho financiado por el Estado. Casi uno de cada cuatro embarazos termina en aborto. Esto refleja una desvalorización de la vida humana y de las necesidades de los niños. Todo eso junto nos lleva a la sociedad que tenemos hoy.

Hay que educar a los niños para que, de mayores, se casen relativamente pronto y formen parejas estables, que es una decisión fundamental

— Hablando de todos estos factores, ¿cuál es la solución? ¿Hay solución?

— Resignarse es como aceptar una muerte lenta, y eso no tiene sentido. Hemos sabido tener familias estables durante milenios. Incluso en sociedades no cristianas, las parejas suelen ser estables. Sabemos cómo tener hijos, solo que ahora tenemos que reaprender un poco.

Primero, no es aceptable resignarnos a no tener niños. Segundo, hay que recuperar las ganas de formar familias. Desde el punto de vista político, hay que favorecer el matrimonio y la natalidad, y reducir la carga fiscal sobre las familias. En los últimos 50 años, el gasto público se ha disparado, con lo que han subido los impuestos. En 1975, el Estado gastaba solo el 19 % del PIB y se tenía un nivel sanitario comparable al actual. No hace falta tanto gasto público ni tanta presión fiscal, que quitan dinero a las familias.

Además, los políticos deberían ser naturalistas y recuperar valores tradicionales. Hay que educar a los niños para que, de mayores, se casen relativamente pronto y formen parejas estables, que es una decisión fundamental. También hay que tener varios hijos antes de ser demasiado mayor, ya que la edad media para tener hijos ha aumentado mucho.
Alejandro Macarrón, responsable de Estudios y Análisis Social del Programa CEU-CEFAS

Alejandro Macarrón, responsable de Estudios y Análisis Social del Programa CEU-CEFASThorun Javier Piñeiro

— ¿Qué papel han jugado los partidos políticos en esta evolución demográfica? ¿Hay alguno que haya actuado con visión de futuro?

— Ahora mismo, Vox es el partido que más apuesta por esto. El PP también está girando un poco en esa dirección, y otros partidos empiezan a hablar de natalidad, algo que antes no hacían. La única mejora es que hay más conciencia del problema y se empieza a actuar, pero aún es insuficiente.

Me preocupa que solo una parte del espectro político tenga conciencia del problema. Esto debería estar fuera de la lucha política, porque todos sufrirán las consecuencias del envejecimiento demográfico.

— ¿Cree que el modelo económico español incentiva la llegada de inmigración de baja cualificación? ¿Por qué no cambia?

— Absolutamente. La inmigración masiva en España y Occidente viene de países menos desarrollados, muchos con Estados fallidos. La diferencia en el nivel de vida es enorme y el estado de bienestar atrae más inmigración de la necesaria. Además, hay una política muy laxa en el control de fronteras.

Esto ha llevado a una gran cantidad de inmigrantes, muchos de los cuales vienen a vivir del subsidio o evaden trabajar. No es culpa de los inmigrantes, sino de nuestros políticos y parte de la sociedad que permite esta situación.

Desde 2008, España no ha bajado de cuatro millones de parados reales, sumando los oficiales y los que no buscan trabajo pero quieren trabajar. Sin embargo, entre 2015 y 2025 han llegado 3.6 millones de inmigrantes netos, un disparate para la economía española y para los propios inmigrantes, que son los primeros en sufrir las consecuencias de la sobreinmigración.
Alejandro Macarrón, responsable de Estudios y Análisis Social del CEU-CEFAS
El suicidio demográfico de España: «El 40% de los jóvenes no tendrá hijos»

Nicolás Cordón Lozano

— Hablando de inmigración, ¿qué ocurre con la segunda generación, los hijos de inmigrantes nacidos y criados en España?

— La segunda generación es muy numerosa, pero la mayoría aún es menor de 25 años, por lo que no tenemos una experiencia sólida de su integración.

Los inmigrantes suelen tener menor nivel educativo y dificultades con el idioma, lo que afecta a sus hijos en la escuela. Hay un problema educativo grave que no se soluciona creando guetos, porque eso tampoco ayuda a la integración.

La idea de que la inmigración puede reemplazar la baja natalidad española es una teoría absurda. Depender de que otros tengan los hijos que no tenemos nosotros no es viable. En vivienda ocurre algo similar. La llegada masiva de inmigrantes agrava el déficit habitacional, porque no se construyen suficientes viviendas.

— ¿Es posible una inmigración islámica compatible con una integración efectiva en una sociedad occidental? Recientemente, hubo confrontamientos en Torre Pacheco.

— Si miramos lo que ocurre en Torre Pacheco o en otros países, la integración no parece buena. El Islam tiene ciclos de radicalización, y desde hace 60-70 años estamos en un ciclo de mayor radicalización.

Con un Islam radical, es difícil la convivencia. Si el Islam evolucionase como el cristianismo, no habría problema, pero eso no está ocurriendo. La fractura social en Francia, Bélgica o el Líbano lo demuestra.

En España hay además factores únicos: fuimos Al-Ándalus, por lo que para el islamismo militante somos un objetivo preciado. Además, la mayoría de los musulmanes en España son marroquíes, y Marruecos reivindica territorios españoles como Ceuta y Melilla, lo que añade tensiones.

— ¿Puede la revitalización de la fe cristiana entre los jóvenes, como se ha visto en el reciente Jubileo de Jóvenes, ser una esperanza para aumentar la natalidad?

— La esperanza es fundamental para los cristianos. Que haya jóvenes que vuelvan a la fe y se involucren es muy positivo. La religiosidad está claramente correlacionada con mayor natalidad, tanto en cristianos, judíos como musulmanes.

Cada vez hay más gente que vive sola y eso tiene que ver con tener menos niños, con muchos divorcios y con menos bodas

En España ha habido una hostilidad hacia la religión católica en las últimas décadas, lo que es un error, porque la religiosidad genera frutos positivos para la sociedad. Por eso debemos apoyar que haya más personas cristianas y católicas, al menos por el bien de la natalidad.

— ¿Qué hay del empobrecimiento afectivo ligado a la baja natalidad?

— Se suele hablar de que el problema de la natalidad es un problema de pensiones, un problema económico y, por supuesto, una sociedad que envejece y que pierde población.

Si no tienes hermanos, luego tampoco tendrán primos tus hijos. Hay un empobrecimiento afectivo, una soledad. Cada vez hay más gente que vive sola y eso tiene que ver con tener menos niños, con muchos divorcios y con menos bodas.

— ¿La inmigración también perjudica indirectamente a las listas de esperas sanitarias...

— La sanidad se está colapsando por la llegada, sobre todo masiva inmigración, entre una población que envejece porque somos más mayores, tenemos, por tanto, más achaques y viene mucha más gente que además del inmigrante. Como no tiene patrimonio, tiene dinero, pues consume prácticamente solo sanidad pública.

Los españoles consumen mayoritariamente sanidad pública, pero hay muchos que consumen sanidad privada, o sea, de su bolsillo, es como si pagasen impuestos adicionales. Los que consumimos sanidad y educación privada estamos descargando a los demás de pagar dinero y estamos aliviando la congestión de los centros, por ejemplo, sanitarios. Eso también es un problema.

— ¿Qué soluciones propone para frenar el «invierno demográfico» español sin recurrir a la inmigración?

— Lo primero es que debe haber una mayor concienciación sobre dos aspectos fundamentales. La sociedad y los políticos deben entender que la baja natalidad es un problema muy grave. Segundo, hay que transmitir que tener hijos es algo estupendo. Realmente, nos encanta tener niños. El mejor modelo de vida posible es una familia estable con hijos, al menos para la gran mayoría de la población.

Actualmente, el Estado quita mucho dinero a las familias. Es necesario que las familias paguen menos impuestos y, según el número de hijos, deberían pagar menos impuestos y recibir una mayor pensión. Esto no es una cuestión moral, sino económica. Criar niños cuesta dinero y es un bien para la sociedad.

Por otra parte, la figura paterna ha sido vilipendiada. Una alcaldesa de Madrid afirmó que los hombres tienen un ADN violento. Eso es un delito de odio. Es aberrante generalizar diciendo que todos los hombres son violentos. Sí, hay más hombres violentos que mujeres, pero esos hombres violentos son una pequeña minoría. Lo mismo ocurre con los inmigrantes: delinquen más que los españoles, pero solo una pequeña minoría.

Por último, para que esto mejore, se necesita un cambio cultural, porque sin él no se conseguirá nada. Y no podemos resignarnos, porque resignarse es resignarse a la decadencia.
 

 https://www.eldebate.com/sociedad/20250810/alejandro-macarron-idea-inmigracion-puede-reemplazar-baja-natalidad-espanola-teoria-absurda_324046.html

jueves, 23 de octubre de 2025

Una iglesia, por Franciscanos de María

 


Sobre el aborto

 Este tema ha sido mi leitmotiv motiv desde el principio, desde que empecé a escribir. Cuando era jovencita me creía aquello de que un aborto era un trozo de tejido, un montón de células. Era más fácil así. Pero cuando lo aprobaron ya me informè y descubrí que un feto de diez semanas ya tiene manos y pies.

Desde entonces, he intentado convencer a otros a través de mis muchos blogs. He tenido toda clase de respuestas desde amenazas a la indiferencia pero nunca dejaré de intentarlo. Cien mil niños al año, más de dos millones y medio de personas que faltan en España, que han sido eliminados sin culpa alguna.

miércoles, 22 de octubre de 2025

Que se maten los pobres, por Itxu Díaz



Si metes en un tubo de ensayo un guion de La familia de la tele, las pintadas de cuarto de baño en un instituto de secundaria, medio kilo de cuñados, el prospecto de una infusión milagro para adelgazar, y media docena de pastillas de éxtasis, lo agitas de la manera más desordenada posible, y lo dejas secar tres noches a la luz de la luna, te sale el pensamiento político de Yolanda Díaz. El hallazgo me ha llevado mucho tiempo de investigación científica, pero ha merecido la pena. Porque ahora se entiende mejor todo.

Yolanda ha tenido una de esas ideas de ducha. A todos nos pasa. Esas que en tu cabeza suenan de miedo y que, a menudo, al cabo de unas horas, se desmoronan. La mayoría de los seres humanos dejan reposar estas ocurrencias, para ver cómo responden al avance del día. Yolanda no. Su idea sobre las nuevas multas de la DGT saltó directamente de la ducha a la palestra sin pasar por la casilla de salida.

Vaya por delante que la vida del conductor español medio es eso que trascurre mientras tratas de no matarte en la carretera, por ir distraído con todas las trampas que te tiende la DGT para esquilmarte y financiar así la sanidad y la educación socialistas, eufemismo bellísimo que a menudo se emplea para evitar mencionar los catálogos de escorts y la materia colombiana. Hace tiempo que da la sensación de que el Gobierno, este y cualquiera de los anteriores, no pone radares para evitar accidentes, sino para provocarlos, algo que a menudo consigue con excelente eficacia, cosa rara en la gestión pública.

Algo está mal en las políticas de tráfico cuando quien decide qué, dónde, y cómo multarte viaja a diario en un coche oficial, en el asiente trasero, mientras habla por el móvil, duerme en los atascos, le pega un buchito a la petaca de whisky si cae la noche, hace manitas con la parienta, o se afana en cualquiera de las cosas que tú no puedes hacer cuando vas en tu auto, a menos que quieras acabar en prisión y arruinado. Que algunos de los que toman las decisiones más importantes al respecto no tengan ni coche propio, no se acuerden de dónde estaba el volante, o incluso no hayan logrado sacarse el carnet de conducir, es bastante ilustrativo del extraordinario calvario que atravesamos los conductores desde hace años, cuando un iluminado inventó la campaña de «no podemos conducir por ti» y un Aznar, en uno de sus mejores momentos y visiblemente regado por el vino, contestó ante las alcachofas de varios medios: «¿Y quién te ha dicho a ti que yo quiero que conduzcas por mí?».

Ahora la de Fene, bello enclave que no tiene la culpa de nada, ha propuesto su idea más elaborada desde su entrada en política, cuando ninguno de los presentes habíamos nacido. Se trata de poner multas más caras a los conductores ricos y más baratas a los pobres. Me parece estar escuchando aquella genialidad de P. J. O’Rourke: «La buena noticia es que, según la Administración Obama, los ricos pagarán por todo. La mala noticia es que, según la administración Obama, tú eres rico».

Por si el disparate no fuera lo bastante estúpido e ineficaz para todo propósito excepto para el recaudatorio, la subida de las multas a los conductores ricos no es un leve incremento: hablan de hasta un 500%. Como decía Aristóteles, «telita».

Si nos abstraemos del pornográfico afán recaudatorio del Gobierno, y en particular de la DGT, y vamos al origen de esta institución del Gobierno, podríamos hacernos una sencillísima pregunta: ¿cuál es el objetivo de multar a los conductores? En efecto, evitar accidentes de tráfico a base de coaccionar a los conductores más alocados hasta lograr que no se maten en la carretera, evitando accidentes. De modo que lo que Yolanda Díaz nos está diciendo es bastante claro: lo que quiere es abaratar de tal manera las multas a los más pobres, instándolos por tanto a saltarse las normas de tráfico hasta que finalmente se dejan los piños con algún quitamiedos perdido de la España vaciada por el PSOE. De ese modo, en cosa de dos tres años, se habrá disparado la mortalidad de los pobres, haciendo de España un país de ricos, lo que sería un hito sin precedentes en la historia de los gobiernos socialcomunistas.

Un plan sin fisuras. Y hay víctimas, es decir, es un plan es cien por cien comunista. Ahora sí que los pobres votarán en masa a Yolanda. Los que sobrevivan.
 

https://gaceta.es/opinion/que-se-maten-los-pobres-20250522-0130/

martes, 21 de octubre de 2025

La muerte

 No me preocupa demasiado morir.  Me preocupa cómo afectaría los míos. Yo les pediría que sean felices por mí, pero eso es más fácil  de decir que de hacer. Eso lo sé yo muy bien.

Como yo ya estuve muerta, puedo asegurar que es agradable, no sé si, como dicen, porque el cerebro libera serotonina. Naturalmente yo no quiero sufrir pero los hospitales normalmente lo evitan.

Pero el hecho de desaparecer en sí no me importa. Creo que ya hice lo que tenía que hacer en la vida.

Sobre Gaza: https://www.cesarvidal.tv/videos/victoria-pirrica-en-gaza-14-10-25


lunes, 20 de octubre de 2025

Eutanasia sin justificación médica

l 5,8 % de las muertes registradas en 2024 en Países Bajos fue por eutanasia. 9.958 decesos por esta causa, un 10 % más que en 2023 y la cifra más alta registrada desde la entrada en vigor en 2002 de la ley que regula esta macabra práctica. Estos son los datos de este país europeo, que prueban el fracaso de la humanidad y del estado neerlandés al permitir que tantas personas acaben con su vida de esta manera.

Este es, precisamente, uno de los países más permisivos con respecto a la eutanasia, hasta el punto de que los menores de 12 años también pueden optar a esta práctica si padecen «sufrimientos intolerables e incurables», algo que en el momento en que se aprobó, en 2023, afectaba a entre cinco y diez niños menores de 12 años al año.
Personal sanitario con una inyección
Acusan a un médico en Alemania de asesinar a pacientes de paliativos con inyecciones letales

El Debate

Pese a esta laxa regulación, existen personas que quieren más. En el país existe un clamor proveniente de decenas de miles de personas que quieren que aún más población tenga acceso a la eutanasia. Es el caso de los mayores que, sin afecciones graves, quieren suicidarse y que el Estado lleve a cabo esa práctica.

Aproximadamente 10.000 personas mayores de 55 años en Países Bajos no padecen una enfermedad terminal, pero quieren terminar con sus vidas. Actualmente, las personas pueden solicitar la eutanasia incluso si no padecen una enfermedad terminal, pero solo puede ser concedida y realizada por un médico y debe demostrarse que sufren un sufrimiento insoportable sin perspectivas de mejora ni alternativas razonables.

Estas personas quieren que se flexibilice para que puedan ser beneficiarios del suicidio asistido. En 2024, a casi 400 personas se les concedió la eutanasia por «acumulación de afecciones geriátricas», causa bajo la que pretenden suicidarse ahora un gran número de personas cuyas afecciones son tan comunes como la incontinencia o la artritis, entre otras.

Este Viernes Santo, la fundación proeutanasia NVVE organizó una conferencia sobre un proyecto de ley que propone ofrecer a los mayores de 75 años una muerte asistida sin fundamento médico. Este proyecto, presentado por el partido liberal demócrata D66, va en respuesta a una petición de 2010 que contó con unas 110.000 firmas.
Hombre enfermo en un hospital
El Constitucional italiano decidirá sobre la legitimidad del «crimen de ayuda a morir»

María Fernández

El caso de Bert Jan Jonker

El diario británico The Times publicaba esta semana el caso de Bert Jan Jonker, un hombre de 82 años que fue pastor de iglesia y músico de orquestas. Durante la pandemia de la covid, Bert Jan Jonker sintió por primera vez lo que describe como «la inutilidad del caos»: el cierre de las iglesias, sumado al deterioro de su salud tras una operación cardíaca, marcó el inicio de su declive. Hoy, su esposa Eva, también de 82 años, muestra signos de confusión frecuente, y él ya ha iniciado las primeras conversaciones sobre la eutanasia con su médico de cabecera. «Si no les das color, todos los días son iguales», reflexiona.

«La muerte es abstracta: la muerte es dormir», dijo al periódico británico. «Quiero la eutanasia. Solo quiero dormir y no despertar. Quiero usar la salida de emergencia. Ya no quiero más… y tengo derecho a una muerte digna».

Aunque la eutanasia ha sido debatida intensamente en casos de demencia o sufrimiento psiquiátrico, algunos defensores de esta práctica creen que otros tipos de sufrimiento asociados al envejecimiento también merecen mayor reconocimiento, algo que ha suscitado un intenso debate y que choca de pleno con la ética médica.

A pesar de contar con su esposa, dos hijos y dos nietos, Jonker anhela que la legislación neerlandesa le conceda una salida. «El tiempo es una construcción; todo depende de cómo te sientas», dice. «Fui un predicador apasionado. Fui un violinista apasionado. Eso ya no está. La vida, por sí sola, no tiene sentido; uno tiene que dárselo».

 https://www.eldebate.com/sociedad/20250422/brutal-movimiento-paises-bajos-pide-aplicar-eutanasia-justificacion-medica_289905.html

domingo, 19 de octubre de 2025

La charocracia que nos hemos dado, por Javier Bilbao

Cualquier español que esté atento a la actualidad, a todo lo que le rodea y a lo que le van contando aquí y allá, encajando piezas poco a poco, fijándose en los detalles, sacando conclusiones, en algún momento acaba sintiéndose como el protagonista de El show de Truman. Un día ve algo que está fuera de lugar cuando nadie más parece percatarse de ello, otro descubre un patrón en aquello aparentemente azaroso, a veces parece que le hablan a él pero es como si se dirigieran a alguien más y si en alguna ocasión las cosas pueden cambiar realmente entonces aparece el colega con las latas de birra para reconducir la situación ¡Qué oportuno! La sensación permanente es de sospecha, lo que se dice y lo que se hace tiene una motivación última y no es la que nos cuentan, claro que si uno lo señala con insistencia acabarán tildándolo de chiflado paranoico: se empieza cuestionando el relato político-mediático y se termina creyendo que los pájaros son drones del Gobierno que nos vigilan. Los listos hacen como si nada y siguen a lo suyo, ea.


Una muestra de ello la tenemos, por ejemplo, en la sentencia del caso de La manada. Se publicó allá por 2018, tras casi dos años de turra mediática de la que fue imposible escapar, y contenía un voto particular, el del juez Ricardo González, que en más de 300 páginas analizaba con rigor forense lo ocurrido aquella noche armando un relato inapelable de hechos y testimonios que llevaban a concluir que los acusados debían ser absueltos. Leyéndolo, por momentos, uno le ponía la voz de Henry Fonda en su apasionada búsqueda de verdad y de justicia, sólo que los otros once hombres a los que debía convencer además de faltos de piedad lo eran de entendimiento y se pasan la trama sesteando, mientras el otro habla sólo como un loco… Porque así lo tildó el ministro —del PP—, la tormenta mediática que lo siguió y los escraches con los que le acosaron. No debió haber entendido que era un juicio público, como aquellos de Moscú de los años 30, así que la condena no debía ser justa sino ejemplarizante. La charocracia es un Moloch que exige sacrificios humanos.  


En este contexto las manifestaciones del 8-M se convirtieron en una forma de adhesión al régimen, un Aberri Eguna feminista. Recordemos que hasta el 2016 eran reuniones que apenas convocaban a 800 asistentes y en 2017 (año 1 de La manada) la cifra aumentó a unas 40.000 personas y no sólo en la convocada Madrid, donde desfilaron tras pancartas como «nos estáis asesinando» (¿Quiénes?). En 2018 su alcance fue aún mayor, con unos 170.000 manifestantes en la capital, lo que llamó la atención de medios internacionales como Le Monde, The Guardian o The Washington Post, mientras que leíamos en El País titulares como España, referente mundial de la protesta del 8M. ¿De verdad no había nada mejor en lo que ponerse a la cabeza del mundo? Las cosas siempre pueden empeorar, porque en 2019 la asistencia en Madrid alcanzó la cifra estimada de 375.000 personas (200.000 en Barcelona), acompañaba como en la edición anterior, de una «huelga general feminista». Qué decir de la de 2020, cuando pasamos del «es sólo una gripe» el día 7, porque esa movilización debía celebrarse a toda costa, a los confinamientos unos días después con sus policías de balcón. 


Semejante movilización popular, en suma, provocaba un curioso fenómeno por el cual si era tan masiva es que debía estar reaccionando a algo muy dramático. En España había un grave problema de «machismo», concluían desde fuera de nuestras fronteras, y eso encajaba de maravilla con la narrativa negrolegendaria: si los españoles nos despertábamos de la siesta era para zurrar a la parienta. Las estadísticas nos mostraban en cambio una población autóctona civilizada y pacífica como pocas en el mundo. De nuevo la disonancia cognitiva entre la consigna y la realidad… ante la que la mayoría opta por la primera. Es humano sumarse al coro de las mentiras oficiales para poder estar uno tranquilo y no buscarse problemas en el trabajo, en el entorno social, pero cuando todos lo hacen la situación acaba volviéndose insostenible.  


De manera que el martilleo mediático lograba moldear el consentimiento popular, que a su vez terminaba retroalimentando la maquinaria de comunicación, pues sin audiencia su poder se desmorona. Servidor pudo ver en primera línea cómo todo el contenido a publicar estaba, de una u otra manera, aderezado de propaganda feminista. Da igual de qué se hablara, debía adquirir tonalidad violeta, y tenía haber cuotas para todo. Incluso se daba el caso de hombres que escribían en los medios bajo pseudónimo de mujer. Veía uno a pintorescos personajes de vida privada digamos, cuestionable, pontificando de feminismo con un desparpajo asombroso. Errejón fue sólo uno más. Con maneras de revolución cultural la actualidad, la historia, el ocio, la política había que reescribirlas pasadas por ese tamiz. Así que ahí teníamos, por ejemplo, a un periodista cultural —luego cancelado bajo acusaciones de acosar sexualmente a compañeras— publicando un libro en 2020 titulado Las invisibles, ¿Por qué el Museo del Prado ignora a las mujeres?.


Hay una anécdota protagonizada por cierto político socialista unos meses antes, allá por 2019, que resulta bastante reveladora del clima del momento. El presentador y humorista Pedro Ruiz contó entusiasmado en Twitter cómo en una terraza había presenciado junto a un amigo que a una chica le robó el móvil «un muchacho negro» y el susodicho amigo salió corriendo tras él para recuperarlo. Admirable, tratándose el héroe en cuestión nada menos que de Antonio Miguel Carmona, el candidato a alcalde de Madrid que propuso naumaquias en El Retiro y luego gracias a sus grandes méritos acabó de vicepresidente de Iberdrola. Lo llamativo es que cuando se publicó la noticia al día siguiente en los medios el atracador pasó a convertirse, misteriosamente, en un «maltratador» con orden de alejamiento, o eso afirmaba Carmona. Así la delincuencia vinculada a la inmigración pasaba a integrarse en la narrativa del machismo y el maltrato en la pareja, por extraño que nos pueda resultar que a una chica su supuesto exnovio se le acercara en mitad de la calle a robarle el móvil y salir corriendo. No tiene mucho sentido… pero hay que comulgar con la consigna nuestra de cada día y punto. Poco después tuvo un fugaz paso por la fama mediática una señora marroquí que decía estar en silla de ruedas por la llamada «violencia de género»; era la heroína que los medios necesitaban: mujer, inmigrante y víctima del machismo. Luego saltó a la luz que una mujer con su mismo nombre y apellido había sido tiroteada años atrás —quedando inválida— a causa de un ajuste de cuentas entre narcotraficantes en Madrid. Así que había heroína de por medio, pero de otro tipo. Ya no volvimos a saber de ella.  


En fin, las anécdotas e historias son interminables, pero el enfoque siempre era el mismo. Todo debía reducirse a que las mujeres en el ámbito de la pareja eran sistemáticamente maltratadas y asesinadas y, fuera de ella, cuando salían a la calle, entonces eran violadas. Por españoles, se especificaba. Convertirlo en el monotema lograba el efecto de acaparar la atención pública y que ya no se abordaran otras cuestiones, desde la inmigración masiva, el empleo precario o la corrupción… con la ventaja añadida de que una cuestión sociocultural como el «machismo» —un término sin contenido, a estas alturas— es difícil de fiscalizar ¿Cómo se mide el éxito de un taller de deconstrucción de la masculinidad? ¿Qué variables usar para juzgar la efectividad de los puntos violetas?


Otra cuestión también difícil de precisar, nos queda para concluir, es que si semejante campaña masiva de propaganda feminista iniciada en buena medida en 2004 con la llegada de Zapatero, avivada hasta el paroxismo a mediados de la década de los 10 y en suave declinar desde el 2020 (la actualidad en forma de desastres y guerras se ha impuesto, en parte) haya podido tener algún efecto, ciertamente, pero negativo. Es decir, ¿qué efecto psicológico tiene en la población instigar esta guerra de sexos? Atemorizar a alguien con que las relaciones con el sexo opuesto son un campo minado, una incesante amenaza, lo volverá suspicaz ante cualquier señal en el comportamiento de su posible pareja, no digamos ya de un desconocido que se aproxime, como antesala del crimen. Sembrar colectivamente el agravio, la desconfianza y el resentimiento en las relaciones personales puede llevar a que bastantes prefieran abrazar la soledad y renunciar al flirteo, al emparejamiento, a formar una familia. Viendo las deprimentes estadísticas de natalidad de nuestro país, entre las peores del mundo, se diría que, por uno u otro motivo, es el camino que muchos españoles han elegido o no les ha quedado otra que aceptar. ¿Era ese el objetivo último?  

https://ideas.gaceta.es/la-charocracia-que-nos-hemos-dado/

sábado, 18 de octubre de 2025

Lucha de los padres por evitar el aborto de sus hijos

La primera víctima de un aborto es siempre el bebé al que se le impide nacer y que es asesinado en el vientre de su madre, bien con una solución salina que lo abrasa vivo, bien con pastillas que lo expulsan del útero, bien por desmembración.

Pero, junto a él, quedan otras víctimas colaterales: las madres que ya no lo serán de ese hijo vivo y que muchas veces abortan forzadas por su situación, los médicos de centros públicos obligados a practicar abortos... y también los padres, atados de pies y manos e incapaces de impedir que, en caso de un embarazo imprevisto, la madre de su hijo (porque es él quien lo ha engendrado) pueda acabar con su vida, sin su conocimiento y sin su consentimiento.

Este clamor, usualmente silenciado, cada vez llama más la atención, e incluso el Wall Street Journal ha escrito sobre la cuestión, a raíz de varios padres de Texas que se han organizado para alzar la voz por semejante atropello.

También lo ha hecho el divulgador provida Raimundo Rojas, director de Difusión del Comité Nacional por el Derecho a la Vida (NRLC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos.
Leyes que excluyen a los padres

Rojas, que fue presidente de Florida 'Right to Life' y es representante del NRLC ante las Naciones Unidas, ha publicado un reciente artículo en el portal provida LifeSiteNews, para explicar «la creciente ola de demandas presentadas por hombres cuyas parejas acabaron con sus embarazos, sin su conocimiento ni consentimiento».

Estos casos, «presentados bajo la ley de homicidio culposo, buscan desafiar el marco legal que excluye a los padres de tomar decisiones sobre la vida de sus hijos no nacidos. Porque tras los titulares y los documentos legales se esconde algo más profundo, que el artículo del WSJ apenas comienza a tocar: el dolor de estos padres es mucho más profundo de lo que una demanda puede expresar. El corazón roto de un padre es mucho más profundo de lo que cualquier tribunal puede medir», explica Rojas.

«Imaginen a un futuro padre soñando con criar a un hijo, estar presente en sus primeros pasos, compartir los momentos cotidianos que forman una vida. Pero cuando el embarazo terminó sin su conocimiento ni consentimiento, sólo le quedan preguntas. La ley no contemplaba su participación. No podía oponerse. No podía expresar su duelo abiertamente. Lo que perdió no fue teórico; fue un futuro y un bebé que estaba listo para abrazar. Y, sin embargo, su participación en esa pérdida no existía ante la ley», apunta.
Uno de cada tres padres quería al hijo

Rojas explica que no son casos aislados, ni excepcionales: «Un estudio de 2022 realizado por 'Support After Abortion' reveló que más de un tercio de los hombres cuyas parejas abortaron dijeron que deseaban tener el hijo. En algunos casos, nunca se les informó hasta después del aborto. Otros se enteraron por casualidad, demasiado tarde para poder intervenir ofreciendo apoyo y prometiéndoles cuidados. Estos hombres no abandonaron la paternidad; les fue arrebatada por una cultura y un sistema legal que no les ofrecieron un lugar. Su dolor a menudo pasa desapercibido, no porque no sea real, sino porque resulta incómodo para una narrativa que los excluye».

Esta situación provoca un enorme impacto emocional en los varones, que también recoge el autor: «Los estudios demuestran que el 40 % de los hombres cuyas parejas abortan experimentan trastorno de estrés post traumático crónico, incluso 15 años después. El 88% declara duelo. El 82% lucha con la culpa. Más del 70% sufre ansiedad e ira».
Dolor real, no consignas políticas

Rojas explica algo obvio y, sin embargo, ocultado: «Estas no son afirmaciones políticas. Son las experiencias vividas de hombres que lloran en silencio. Un hombre describió su pérdida como 'una muerte sin funeral'. Otro dijo que se siente como 'un padre abortado, un padre sin paternidad'».

Además, este experto en acompañamiento a mujeres y hombres que han pasado por un aborto explica que «los efectos psicológicos se ven agravados por el aislamiento. La mayoría de los hombres nunca se lo cuentan a nadie. Lo reprimen o lo descartan como algo que deberían superar. Pero el duelo no funciona así. Espera. Reaparece cuando otros niños se ríen en el parque o cuando los cumpleaños llegan y pasan sin velas. Para algunos, el dolor fractura relaciones. Para otros, se convierte en una sombra silenciosa que los persigue el resto de sus vidas».

«Su dolor es real. Su pérdida es real. Un niño existió, aunque sólo fuera por unas semanas. Ese niño importaba. Y también la esperanza del padre», insiste Rojas.
Leyes abortistas y contrarias al varón

El director de Difusión del Comité Nacional por el Derecho a la Vida de Estados Unidos apunta a la realidad legal del país, análoga a la de cualquier otra legislación internacional en esta materia: «Nuestro sistema legal –afirma– no ofrece ninguna vía de protección ni base de apelación. Incluso cuando los hombres imploran por la vida de su hijo, la respuesta es el silencio. Su papel desaparece en el momento en que el embarazo se considera no deseado. No pueden actuar, hablar, ni intervenir. Son anulados porque los llamados 'derechos reproductivos' que defienden los especuladores del aborto privan de sus derechos a la mitad de la población. Los hombres carecen de capacidad legal para tomar decisiones reproductivas. No pueden elegir cuándo ser padres, si lo son o cuántos hijos tendrán».
Oleada de demandas

Rojas apunta que «esto no es teoría» y cita un caso entre los muchos que están apareciendo en Texas: el de «una demanda federal presentada en julio, en la que Jerry Rodríguez acusa a un médico californiano, Rémy Coeytaux, de usar el correo para entregarle pastillas abortivas a su novia, poniendo fin a un embarazo que ella supuestamente deseaba y a la vida de un bebé que él estaba dispuesto a criar».

Según explica Rojas, el demandante «invoca la ley de Texas, calificándolo de homicidio culposo. Solicita una indemnización de 75.000 dólares y una orden judicial para detener las entregas de los peligrosos medicamentos que mataron a su hijo». Además, presentó otra demanda en un tribunal estatal «contra la madre de la mujer y su exesposo, quienes presuntamente presionaron a la joven para que abortara el embarazo».
«Deberían tener justicia»

«Estas demandas no son maniobras políticas. Son actos de desesperación de hombres que han agotado todos los recursos para hacerse oír. Acuden a los tribunales porque la ley no les ha dejado otro lugar adonde acudir. En sus demandas se encuentran historias de bebés que estaban listos para criar, relaciones que se derrumbaron bajo el peso del secretismo y la pérdida, y un sistema legal que se niega a reconocer su participación en la vida de su propio hijo. Estos casos exigen a los tribunales que hagan algo que la cultura se ha negado a hacer: reconocer que los padres pueden sufrir y que el duelo merece un lugar en el debate público», afirma este observador ante la ONU.

Y concluye con un llamamiento que trasciende las fronteras de Estados Unidos: «Los padres piden ser vistos antes de que su hijo sea destruido y asesinado por un aborto, y si no pueden serlo, entonces que su dolor sea reconocido legalmente. Y deberían tener justicia».
 https://www.eldebate.com/familia/20250910/padres-abortados-lucha-padres-varones-impedir-parejas-aborten-hijos_332862.html

viernes, 17 de octubre de 2025

La pobreza no es sinónimo de bondad, por Rosa Martínez

Nos gusta romantizar la pobreza y lo hacemos hasta tal punto, que no solo nos obligamos a compadecer al pobre, sino que nos obligamos a pensar que incluso hay algo de nobleza en ser pobre. Más aún cuando determinadas tendencias políticas tienden a atacar al rico y a responsabilizarle de las penurias del pobre.

Lo entiendo, sé que parecemos personas mucho mejores cuando nos ponemos del lado del desfavorecido, porque es lo moralmente aceptable y deseable. Quién no se va a compadecer del enfermo, del desahuciado, del que nada posee, más allá de su propia existencia. Lo indeseable es decir la verdad: que hay personas malas y buenas, independientemente del dinero que tengan, lo enfermas que estén o las desdichas que sufran o no en esta vida.

Pero qué fácil resulta señalar al rico, al abuso de poder que puede ejercer a través de su dinero. Y qué fácil es excusarse tras el escudo de la pobreza.

    Lo sabemos bien quienes hemos escuchado el grito de una buena madre cuando pierde a un hijo. No hay un sonido más desgarrador, atroz y desolador en este mundo que ese grito de pérdida

Quizá entiendan mejor a lo que me refiero si nos trasladamos al caso de ese ser despreciable detenido en Sevilla, de origen alemán, que ha producido más de 250 vídeos, en tan solo un año, en los que grababa cómo se violaba y se cometían abusos de todo tipo a niños. No voy a hacerle el favor de llamarle enfermo, porque creo en la existencia de la maldad. Y como creo en la existencia de la maldad, tampoco voy a excusar a esas madres que, a cambio de un pago por adelantado en bitcoins, cedían a sus hijos para que fueran violados y grabados. Se preguntarán ustedes quién podría disculpar a una madre que es capaz de hacerle algo así a su hijo, qué tipo de excusa extraterrestre hay que inventar para poder quitarles un solo gramo de culpa. Es bien sencillo: “Lo hicieron porque eran pobres, porque eran mujeres pobres y desfavorecidas”. Y ya estamos con el discurso de siempre: el rico sin escrúpulos que explota a los pobres más desfavorecidos que no encuentran otra salida.

Permítanme que, desde el asco más profundo que toda esta historia me produce, les diga con crudeza que todo esto es una tremenda basura. Lo sabemos bien quienes hemos escuchado el grito de una buena madre cuando pierde a un hijo. No hay un sonido más desgarrador, atroz y desolador en este mundo que ese grito de pérdida.

Mis padres no han sido pobres, pero han sido unos padres que han luchado por sus hijos como leones. Tengo el gran orgullo de tener una madre que, a sus 90 años, es de las que le pregunta al médico si puede donar medio hígado para salvar a su hijo, para darle aunque sea cinco años más de vida. ¿Se imaginan lo que una madre así sería capaz de hacer por sus hijos, aunque fuera pobre? De todo, menos aceptar dinero para que les hagan daño, un daño irreparable y para toda la vida.

    Solo conoce a su hijo desde hace 8 días, pero el instinto paterno es tan grande que ya hace que el bienestar de su bebé esté por encima de cualquier otra cosa, incluso de él mismo. Desde aquí le mando mis mejores deseos al pequeño para que se recupere bien y pronto

He visto esta semana un vídeo de Sergio Candanedo, más conocido como UTBH, explicando el problema de salud que tuvo su bebé, con tan solo 8 días de vida. Escuché muy conmovida toda la angustia que sufrieron tanto su pareja, Fernanda, como él, en las primeras horas de hospitalización de su hijo. Me emocioné al ver cómo se le saltaban las lágrimas al youtuber y lo que más me impactó fue cuando comentó: “El dolor, la ansiedad y la angustia que me daba que le pudiera pasar algo era 150 millones de veces más grande de lo que sentiría si pensase que me pudiera pasar algo a mí”. Como él mismo dice, solo conoce a su hijo desde hace 8 días, pero el instinto paterno es tan grande que ya hace que el bienestar de su bebé esté por encima de cualquier otra cosa, incluso de él mismo. Desde aquí le mando mis mejores deseos al pequeño para que se recupere bien y pronto.

No entiendo el poder querer a un hijo de otra manera que no sea esa y no creo que haga falta ser madre para verlo así, porque todos hemos sido hijos, aunque no todos hayamos tenido buenos padres. Yo he sido muy afortunada, lo sé, al igual que el hijo de Fernanda y UTBH es muy afortunado, porque tiene unos buenos padres. Seguro que se equivocarán en muchas ocasiones, porque no creo que ser padre sea fácil, pero le van a querer siempre y, desde un amor tan grande, no se cometen maldades. Pero si no quieres ni a los tuyos, si no te sale una leona de dentro cuando los ves en peligro, si no se te retuerce el alma ante la posibilidad de que sufran o de perderlos… ¿Qué tipo de persona eres?
Los que tratan de excusarlos

Esas madres, y algún padre también, que aceptaron dinero a cambio de torturar y violar a sus hijos, no solo no son buenas madres, son escoria y de la peor que podemos encontrar en la humanidad. No me vengan con el cuento de la pobreza, porque es deshonrar y quitarle el mérito a todas esas madres que han hecho lo que fuera, cualquier cosa, para que sus hijos tengan la mejor vida que les pueden dar. Incluso ofrecer la vida propia.

Ser pobre no te convierte automáticamente en buena madre ni en buena persona. Son tus actos los que importan, no lo desfavorecida que sea tu situación. Hace tiempo que aprendí, por las malas, que ni el enfermo desahuciado tiene que ser necesariamente bondadoso ni el pobre que te pide una oportunidad se la merece solo por ser pobre.

Desgraciadamente, hay mucho hijo de puta en este mundo, pero me atrevería a decir que me están empezando a dar incluso más asco los que tratan de excusarlos.

 https://www.vozpopuli.com/opinion/la-pobreza-no-es-sinonimo-de-bondad.html

jueves, 16 de octubre de 2025

Animales

 He criticado mucho a la gente que prefiere tener mascotas a hijos pero la verdad es que les comprendo. Un perro o un gato si están bien cuidados, son como una cuenta corriente donde inviertes amor y te lo multiplica por mil. Los perros incluso quieren al amo que los maltrata. Los gatos son más selectivos.

Naturalmente a la larga un hijo da más satisfacciones y más problemas, pero tienes la satisfacción de saber que seguirá después de ti. Las mascotas viven poco y eso te hace sufrir, de manera sucesiva si tienes varias. Pero nuestra supervivencia como especie depende de nuestros hijos y eso nadie puede cambiarlo.

miércoles, 15 de octubre de 2025

El padre Pío y los gatos

 Muchos desconocen que, según algunos testimonios, los gatos cumplen un papel espiritual significativo en nuestros hogares y esto explicaría por qué ciertas personas experimentan cambios profundos tras permitir que un gato forme parte de su vida.


Para comprender realmente lo que decía el Padre Pío sobre los gatos, es necesario primero entender su aguda sensibilidad espiritual. Este fraile capuchino no era un hombre común. Durante décadas llevó en su cuerpo las llagas de Cristo como estigmas y tenía la capacidad de ver más allá del mundo físico, incluso llegando a leer los pensamientos de quienes acudían a él en busca de guía.


En San Giovanni Rotondo, donde vivió la mayor parte de su vida, prestaba mucha atención al comportamiento de los animales, en especial de los gatos que solían merodear por el monasterio. Los frailes contaban que a menudo lo veían hablar con ellos en voz baja, como si compartiera secretos que solo los gatos podían comprender. Solía decir a sus discípulos más cercanos: “Los animales aún perciben lo que nosotros hemos olvidado ver”.


Y es que el humano se ha hecho tan materialista que ha olvidado su dimensión espiritual.


Padre Pío veía a los gatos como criaturas con una misión especial, centinelas espirituales colocados en nuestras vidas por una razón. Creía que no llegaban por azar y que tenían una sensibilidad capaz de detectar presencias invisibles y energías que el ojo humano no puede captar. “Un gato nunca es solo un gato”, repetía. “Observa bien cómo actúa y verás señales que provienen de Dios”.


Relataba que, en las noches en que sus dolores, los físicos y los del alma, se intensificaban, un gato gris aparecía sin aviso en su celda y se acostaba a sus pies. Al amanecer, el dolor disminuía y el animal desaparecía, como si nunca hubiese estado allí.


Además, algunos testigos aseguran que Padre Pío creía que estos animales podían ejercer un rol protector, especialmente en hogares donde habitaban personas con sensibilidad espiritual o vulnerabilidad emocional.


Esta creencia nació de un hecho que ocurrió en 1947, cuando una mujer angustiada le pidió ayuda por extraños sucesos en su casa: ruidos, objetos que se movían y un ambiente opresivo. Padre Pío le recomendó algo inesperado: “Necesitas un gato, pero debe llegar por su cuenta”. Tres semanas después, un gato negro apareció en su jardín y, pese a que no lo alimentaban, se negó a irse. La familia decidió aceptarlo, ignorando los insensatos prejuicios populares sobre los gatos negros. Desde entonces, la actividad paranormal cesó.


Padre Pío tenía una explicación para todo aquello y era que los gatos tienen lo que él llamó “visión dual”, la capacidad de percibir tanto el mundo físico como el espiritual. Por eso, decía, los vemos mirar fijamente a la nada o seguir con la mirada algo invisible, invisible para nosotros. Según él, no miraban un espacio vacío, sino algo real en otro plano de existencia.


Esta percepción también se manifestaba según el padre Pío en el confesionario. A veces, en las confesiones más difíciles, cuando alguien ocultaba pecados graves, un gato se acercaba y maullaba insistentemente, como si advirtiera del estado del alma de la persona.


En otro caso, una familia acudió a él por problemas emocionales de su hija adolescente, que sufría pesadillas y ansiedad. Padre Pío repitió el consejo: “Recibid un gato, pero no uno que busquéis, sino el que llegue solo”. Un mes después, un gato atigrado apareció y la joven comenzó a mejorar desde que lo acogieron. Al volver a agradecerle, el religioso les dijo: “No me agradezcan a mí, sino al guardián que Dios les envió”.


Padre Pío reveló que no solo detectan cosas imperceptibles para el humano, sino que también pueden absorber y neutralizar energías negativas. Esto, decía, se debía a una frecuencia energética distinta a la del ser humano. Observaba que los gatos tienden a acostarse donde las personas han sufrido, como si intentaran purificar ese lugar. Incluso su hábito de enterrar excrementos lo consideraba un acto simbólico: una manera de enterrar las energías que absorbieron para proteger a quienes los rodean.


Durante la Segunda Guerra Mundial, observó que los gatos del monasterio se agrupaban en zonas donde más tarde caerían bombas, como si anticiparan el sufrimiento e intentaran mitigar su impacto con su presencia.


Padre Pío, sobre el ronroneo, pensaba que este sonido es más que una señal de comodidad, una frecuencia vibratoria sanadora. Afirmaba que el ronroneo sintoniza con frecuencias que pueden restaurar el equilibrio emocional, aliviar dolores e incluso ayudar a la sanación física. “Mientras olvidamos rezar”, decía, “ellos continúan con su oración silenciosa que armoniza todo a su alrededor”.


Para aplicar estas enseñanzas en la vida cotidiana, el Padre Pío recomendaba observar a nuestros gatos con atención. Si evitan ciertos lugares o insisten en quedarse en otros, pueden estar alertándonos de algo espiritual. También aconsejaba permitirles estar cerca durante momentos difíciles, especialmente de noche, cuando somos más vulnerables.


Decía que los gatos pueden actuar como protectores naturales, especialmente para quienes tienen dones espirituales o son emocionalmente sensibles. Pero advertía algo esencial: para que un gato cumpla su misión, debe ser tratado con respeto y amor. Un animal maltratado no podrá ser un buen guardián. “Honrar a las criaturas de Dios es honrarlo a Él”, enseñaba.


Quienes conocen estas ideas del Padre Pío frecuentemente comienzan a ver a sus gatos con otros ojos. Observan patrones que antes ignoraban y descubren que estos animales han estado cumpliendo un papel espiritual silencioso todo el tiempo.

 

 https://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/5287917/padre-pio-gatos

martes, 14 de octubre de 2025

Una vida

 Entre mis primeros veinte años sin novedad, otros veinte cuidando de mis hijos y otros diez de mis padres, llegué a los cincuenta años sin darme cuenta. Y a partir de ahí estudiar idiomas, algo de tai chi, y atender a los que quedaban en casa fue mi día a día. Sin olvidar por supuesto a nuestro gatito, que nos hizo mucha compañía durante catorce años.

De esta manera os he hecho un resumen aproximado de mi vida. Con las herencias compramos una casa en la sierra de Madrid que nos ha dado muchas satisfacciones. Luego los blogs me han ocupado miles de horas durante casi veinte años, pero lo doy por bien empleado si a alguien le sirven mis artículos y los que voy agregando cada día. 

lunes, 13 de octubre de 2025

Banderas de nuestros padres, por Jose Javier Esparza



Mi padre falleció la semana pasada. Iba a cumplir pronto los 90. Mi madre le precedió hace algo más de dos años. Acababa de cumplir 84. Los dos eran niños de la guerra. Mi abuelo paterno se pasó la guerra escondido en un zulo en el campo, en una alquería de Valencia, porque la policía del Frente Popular le quería matar. No era un militante político, pero estaba cerca de Acción Católica y su nombre aparecía en las listas parroquiales de la Adoración Nocturna: suficiente para ser un «enemigo de clase». En esos mismos días, mi abuelo materno servía en la policía del Frente Popular en Valencia. Habría sido perfectamente posible que mi abuelo materno matara a mi abuelo paterno, y entonces yo no estaría aquí. No pasó, y nadie habló de eso después de 1939. Todos sufrieron hambre y miedo. Mi padre vivió buena parte de la guerra alimentándose fundamentalmente de las naranjas que la familia recogía en aquel escondite (siguió comiendo obsesivamente naranjas hasta el final de sus días). Mi madre, mientras tanto, cruzaba el Ebro: un bebé al borde del raquitismo. «Parece una macica de mortero», le dijo a mi abuela un soldado que las ayudó a cruzar. Después, las privaciones de posguerra: mi abuelo materno acabó en el campo de concentración de Albatera; no se le juzgó porque, al fin y al cabo, no era sino uno más en aquella tropa desastrada de vencidos. A mi abuelo paterno tampoco le recompensó nadie sus sufrimientos: al fin y al cabo, no era sino uno más en aquella muchedumbre aliviada de vencedores que había visto demasiadas veces rondar la muerte en torno a sí. Lo más importante, sin embargo, vino después.

Lo más importante, en efecto, es que esa gente se empeñó en sobreponerse a tanta adversidad y construirse un camino. Mi padre tenía una voz excelente y debutó con cierto éxito como tenor. Algo inaceptable para mi abuelo, que ni tenía dinero para pagarle la carrera ni entendederas para aceptar a un hijo artista. Lo metió de aprendiz de sastre. Después fue bancario. Al final, en la mili aprendió topografía y, como era espabilado y responsable —pero que muy responsable—, acabó trabajando como técnico de construcción, y a eso dedicó su vida. La casa desde la que escribo la construyó él. Mi madre, huérfana de padre muy pronto, lo pasó aún peor: hija única en una familia de viudas, sobrevivió al hambre en un pueblo de la sierra de Espadán —Gaibiel, mi pueblo— alimentándose con la leche de una cabra que se llamaba Rubina y a la que toda la familia rendía una profunda veneración. Muchas veces me contó que su regalo de Reyes, en uno de aquellos difíciles años, fue un bocadillo de jamón. Todas las mujeres de la casa se sacrificaron para que la niña estudiara. Y ella, como era tan espabilada y responsable como mi padre, lo consiguió: se hizo maestra de escuela. Era la primera vez que alguien en aquella familia tenía un título. Recuerdo muy bien la casa medianamente burguesa de mi familia paterna en la calle Cuenca. También recuerdo muy vivamente la casa proletaria de mi familia materna en la calle Valeriola, con un sólo grifo y sin retrete —cuando se puso, fue un acontecimiento—, y aquel patio de luces que siempre olía a humedad y por donde corrían impasibles los ratones. Sin embargo, también aquí lo más importante vino después.

Porque lo más importante es que el hijo del perseguido vencedor y la hija del perseguidor vencido se hicieron novios, uno de aquellos larguísimos noviazgos de antaño, y se casaron. Pobres, pero con la convicción de que iban a salir adelante. Yo era muy pequeño, pero aún puedo ver la nevera de entonces: una caja de zinc con una barra de hielo que traía un señor ataviado con una extraña caperuza. Cuando llegó el primer frigorífico, fue una sensación. También recuerdo un viaje de Valencia a Denia, mi padre conduciendo la vespa y mi madre en el sidecar, conmigo en brazos y mi segundo hermano aún dentro de su vientre. Fuimos a Denia siguiendo el boom de la construcción. De la construcción y de todo lo demás. Mi madre dejó el magisterio para criarnos. A partir de aquel momento, la historia de mis padres fue como la de millones de españoles en aquel tiempo: un hijo, un frigorífico, otro hijo, un seiscientos, otro hijo, la televisión, otro hijo, la casa en propiedad. En medio, el traslado a Madrid, siempre en pos de una España que se llenaba de grúas y carreteras y trenes y tendidos eléctricos. No existía la política más que como algo que «está ahí». Siempre fueron los dos muy religiosos, como casi todos los españoles de aquel tiempo, y eso respondía a todas sus preguntas. No, lo lamento: nunca se consideraron víctimas de nada ni reprimidos por nadie. Llegó el cambio de régimen y lo vivieron con la misma moderada esperanza que la inmensa mayoría de los españoles de a pie. Cuando mi madre terminó de criarnos, volvió al magisterio —porque era muy, muy maestra, y los hijos del cuerpo docente sabrán qué quiero decir— y en esa vocación se jubiló. Mi padre, mientras tanto, se jubilaba y, como aún mantenía la voz, pudo dedicarse a cantar en un coro con el que actuó en París, en Praga, en Lima… Justa recompensa para sus vidas. Orden, paz, sacrificio recompensado, un patriotismo elemental y sano, esfuerzo, trabajo, fe… Esas eran sus banderas. De ellos y de millones de españoles como ellos. Las banderas de nuestros padres.

Cuando se escribe la historia de la España de los años 50 y 60 el relato suele ahogarse en un mar de cifras: crecimiento del PIB, producción industrial, construcción masiva de viviendas, lanzamiento de automóviles a gran escala, etc. Es natural, porque fueron años de enorme transformación, probablemente la más intensa que jamás haya conocido España en tan breve plazo de tiempo. Pero esa titánica tarea no habría sido posible sin el trabajo cotidiano de millones de españoles —de a pie, sí— que pusieron sus manos en ella. Esto es algo que salta siempre a la mente cuando uno revisa los testimonios gráficos de aquellos años entre grúas, fábricas, chimeneas, astilleros, hospitales públicos, carreteras y centrales nucleares: ¿quién estaba ahí, quiénes eran esas personas a las que se ve en esos documentales con sus cascos de obrero o sus gafas de ingeniero, sobre ese tractor o bajo esa cofia de enfermera, o paseando bebés por el parque o en la escuela, regla en mano, enseñándoles a los niños todo lo que hay que saber? La respuesta a esa pregunta es tan íntima como esto: esa gente eran nuestros padres. Un país puede tener los mejores estadistas y los especialistas más competentes, pero enseguida agotará su carrera si por debajo de todo eso no hay una población dispuesta a construir. Las generaciones que nacieron en los 30 y los 40 del siglo pasado fueron las auténticas protagonistas del milagro español. Fueron las que pasaron de la alpargata al seiscientos en poco más de diez años a base de tesón, esfuerzo y optimismo. Fueron las que vieron como a su alrededor se construía un Estado verdaderamente eficiente (quizá la primera vez que eso pasaba en nuestra Historia), exactamente igual que ocurría en el resto de Europa occidental. Fueron las que dejaron atrás una guerra y después se habituaron a vivir en democracia con una pasmosa facilidad. Quizá por eso les resulte tan profundamente ajeno el mundo que ahora, poco a poco, van abandonando por pura ley de vida: ese mundo en el que no te puedes fiar de las instituciones (para ellos, algo incomprensible), en el que todo es inseguridad, en el que se ha roto la transmisión generacional y parece que los viejos no tienen nada que enseñar a los jóvenes, en el que los hijos van a vivir peor que los padres y, aún peor, con frecuencia ni siquiera habrá hijos.

Ahora se van yendo. Se van yendo trozos de la historia de España y envolvemos sus féretros en esas banderas invisibles que fueron las suyas: el orden, la paz, el trabajo, la fe… ¡Qué distinto todo! Hoy miramos esas banderas y nos parecen irremisiblemente condenadas a yacer en sus tumbas. El orden ya no es una defensa, sino que se ha convertido en una amenaza. La paz es una ficción —que todos estamos obligados a invocar— en medio de unas sociedades explosivas. El trabajo, para nuestros hijos, es una incertidumbre que raramente les resolverá la vida. En cuanto a la fe, empieza a ser algo parecido a un ejercicio de riesgo. Sus banderas ya no pueden ser las nuestras porque el mundo es otro. Y sin embargo, en sus escudos permanece la huella de que los españoles, un día, fueron capaces de levantarse desde la más honda postración. Quizá, después de todo, sí que sea posible, si no resucitar, sí al menos venerar esas banderas. Las banderas de nuestros padres.
 

 https://gaceta.es/opinion/banderas-de-nuestros-padres-20250429-0500/

Sociedad

 Aunque es uno de los temas de los que escribo, la verdad es que yo soy muy poco sociable. Me cuesta relacionarme incluso con mis compañeros...