Diario conservador de la actualidad

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miércoles, 29 de enero de 2025

Los abrazaárboles

 Son las dos de la tarde en un frondoso bosque de la Laponia finlandesa. Unas veinte personas se abrazan de forma obsesiva y con las más curiosas posturas a los troncos de los árboles.


Llevan un dorsal con un número a la espalda, lo que indica que están participando en una competición. Los jueces van, libreta en mano, inspeccionando cada uno de los árboles abrazados, y apuntan su valoración.


Miguel Pérez Pichel 

Se trata del Campeonato Mundial de Abrazar Árboles, que se celebró el pasado mes de agosto en Finlandia, un evento que ya va por su quinta edición y que atrae cada año a los más fanáticos seguidores del movimiento de los abrazaárboles, una actividad encuadrada dentro de la doctrina woke del medioambientalismo e inspirada por una perversa corriente filosófica: el sentimentalismo.



En el mundo relativista, de verdades etéreas, donde se ha renunciado a la verdad en favor de la percepción, el sentimentalismo triunfa como filosofía de vida, principalmente en las sociedades occidentales.


Esta corriente filosófica permea hoy toda la realidad social, es particularmente perceptible en la cultura y, sobre todo, en la política.


El sentimentalismo filosófico inspiró de una manera brutal el contenido de la carta del 24 de abril de 2024 del presidente Pedro Sánchez en la que amenazaba con dimitir por el supuesto ataque mediático-judicial contra su mujer, investigada por corrupción en los negocios.


«Soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer», afirmaba el presidente en una carta cuyo mayor pecado fue causar un intolerable y generalizado ataque de vergüenza ajena en la población española.


Obviamente, hay más casos: basta con escuchar algún discurso de la vicepresidenta del gobierno Yolanda Díaz, o de la exministra de Igualdad Irene Montero (por poner dos ejemplos) para comprobar el alcance del sentimentalismo filosófico en un ámbito tan importante como es el de la política.


Este sentimentalismo filosófico tiene una serie de características fácilmente identificables y de corte completamente orwellianas y relativistas.


Victimismo

Una de dichas características es atribuirse como propio lo contrario de lo que defienden. Por ejemplo, los popes del sentimentalismo –políticos progresistas, intelectuales woke, profetas del catastrofismo medioambiental– reivindican con orgullo la defensa de la ciencia y la razón.


Fe y razón que, después de mantener una absurda disputa secular, han quedado reducidas hoy a la práctica irrelevancia. Y una vez destruidas la fe y la razón, lo que queda sobre sus cenizas es el sentimentalismo.


El sentimentalismo filosófico no tiene teóricos identificables que la describan, asuman y promuevan. No tienen un René Descartes, un Immanuel Kant o un Friedrich Nietzsche, aunque filósofos como Herbert Marcuse, Jean-Paul Sartre o Jürgen Habermas ya apuntaron a principios que sostenían la libertad en la ausencia de una verdad última.


Muchos de los preceptos de la filosofía del sentimentalismo aparecen recogidos, sin embargo, en la falsa teoría queer: una supuesta teoría filosófica articulada por filósofos de dudoso prestigio como la estadounidense Judith Butler que pretende dar cuerpo teórico a varios preceptos de la ideología woke y su agenda LGBT, pero que no son más que un artificio, por desgracia ampliamente aceptado en las sociedades occidentales.


Los abrazaárboles

Este sentimentalismo filosófico se encuentra detrás de algunas de las prácticas más rocambolescas de nuestro tiempo que definen bien la deriva de la época postmoderna y de la postcivilización. La moda de los abrazaárboles es una de ellas.


La práctica, surgida en los años 80 del siglo XX, ha encontrado un caldo de cultivo idóneo en la sociedad woke y sentimental hoy imperante.


La actividad consiste en abrazar durante varios minutos el tronco de un árbol para que el bosque transmita su energía a la persona.


Esta práctica de rasgos claramente idólatras y propia del druidismo de la doctrina new age se va generalizando: además de los citados campeonatos mundiales de abrazar árboles, en Islandia lo recomendaron a la población para paliar los efectos del aislacionismo durante la pandemia de coronavirus, y en Cantabria ha puesto en riesgo un bosque de secuoyas debido a la erosión en los troncos y raíces por tanto abrazo.


Abrazar árboles se presenta como paliativo frente a los efectos del individualismo extremo, el materialismo y la soledad consecuencia de la puesta en práctica de la ideología woke.


En definitiva, no existen palabras para describir la desolación que puede causar en las pocas personas que siguen funcionado de acuerdo con la razón la imagen de siete personas abrazando el tronco de un árbol durante quince minutos.


Sin embargo, esta práctica, como se ha visto, es de lo menos perverso que puede salir del sentimentalismo, una filosofía que, en última instancia, puede justificar hasta la instauración de un régimen de terror.

https://www.eldebate.com/cultura/20241008/nefasta-filosofia-recorre-mundo-civilizado-abrazaarboles-son-expresion-menos-perversa_233162.html


14 comentarios:

  1. Qué cosas pasan, todo cambia tan rápido, una se siente impotente. Gracias por el artículo, Un abrazo

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  2. En fin, yo prefiero abrazar a mis seres queridos, cada cual a lo suyo, un abrazo Susana!

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  3. Ya podíamos abrazarnos a los libros, sus hojas también son un derivado de la madera. Este sentimentalismo analfabeto no lleva más que al ridículo.
    Un saludo.

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  4. Hay tantos abrazos que se podrían dar pero a personas que los necesitan y lo sienten de verdad...los árboles por más que se los abrace no sienten nada. Besicos

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  5. Me gusta abrazar y que me abracen. También abrazo a los ´árboles.
    Un abrazo.

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  6. ¡Hola! Desde luego que la sociedad está cambiando...sobre todo por todas las cosas que han ocurrido estos años. Gracias por compartir la noticia.

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  7. Querida amiga, respeto la naturaleza y trato de cuidarla pero lo abrazos se los doy a mis hijos, padres y amigos.
    Abrazos y te dejo un besito, que tengas un feliz día

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