El viernes pasado, 13 de mayo, una turba de universitarios musulmanes nigerianos linchó a una compañera cristiana, Deborah Samuel, alumna de económicas del Shehu Shagari College de la ciudad de Sokoto, al noroeste de Nigeria, en una zona de mayoría islamista como todo el norte de un país de más de 200 millones de personas. La joven fue perseguida por el campus, lapidada hasta el borde de la muerte y luego cubierta con neumáticos a los que prendieron fuego. La justificación para un crimen tan atroz fue que Deborah Samuel había blasfemado contra el profeta en un grupo de whatsapp en el que estaba junto a sus compañeros de clase.
En realidad, no hubo blasfemia. No, desde luego, como la entendería cualquier persona normal y civilizada. Lo que llevó a los estudiantes musulmanes a linchar a Deborah comenzó con la pregunta de uno de ellos en el grupo de whatsapp sobre cómo había conseguido ella aprobar el semestre anterior, a lo que ella respondió que «fue Jesús».
De inmediato, otros estudiantes musulmanes le exigieron que se retractara. Ella respondió a través de una nota de voz en la que decía: «’Fuego del Espíritu Santo‘. No me pasará nada. ¿Es que están obligados a enviar siempre cosas religiosas a este grupo? El grupo no fue creado para eso, sino como un aviso sobre pruebas, tareas, exámenes, etc. No para estas publicaciones religiosas sin sentido».
Ante la ira de la mayoría de sus compañeros, otros alumnos trataron de llevarla a un lugar seguro y avisaron a la seguridad del centro, que no dudó en entregar a la joven a los fundamentalistas enardecidos en cuanto los estudiantes musulmanes amenazaron con matarlos también a ellos.
Los padres de Deborah Samuel dicen que «No podemos hacer nada, ni podemos decir nada; salvo tomarlo con calma como un acto de Dios»
La turba se lanzó a por Deborah que diez minutos después, tras una persecución por el campus en un linchamiento en el que participaron decenas de personas mientras otros grababan el asesinato con sus móviles, ya estaba muerta. Sus últimas palabras, según aseguró uno de sus compañeros, fueron: «¿Qué creéis que vais a conseguir con esto?».
Desde entonces, a Deborah Samuel la han vuelto a matar cuatro veces más.
La segunda muerte de Deborah ocurrió cuando el padre de la joven, presionado por las autoridades locales musulmanas, aceptó llevarse el cuerpo de su hija —que la autoridades no querían entregar— a cambio de que la famIlia abandonara cualquier intención de reclamar justicia. La humillación es aún mayor cuando se lee en un periódico local nigeriano que el padre de Deborah se vio forzado a encontrar un taxi en Sokoto que aceptara transportar el cadáver destrozado y quemado hasta la casa familiar en Tunga Magajiya, un aldea a unos cien kilómetros al sur. Sólo un chófer en una ciudad de más de medio millón de habitantes, la inmensa mayoría musulmanes, se apiadó del padre y aceptó llevar los restos a cambio de unos 300 euros.
Tras enterrar a la desdichada joven, los padres de Deborah aseguraron ante los medios locales que «No podemos hacer nada, ni podemos decir nada; salvo tomarlo con calma como un acto de Dios. Hemos dejado todo en manos de Dios. Hemos decidido tomarlo así». Los que tengan hijos, que imaginen la presión a la que tuvieron que someter a los padres de la desafortunada Deboraj para que pudieran haber llegado a decir tal cosa.
La tercera muerte de Deborah Samuel ocurrió el pasado fin de semana, cuando el imán de la poderosa mezquita nacional en la capital nigeriana, en Ajura, el profesor Ibrahim Maqari, el clérigo musulmán que ofició la boda de la hija del presidente nigeriano Muhammad Buhari, escribió en las redes sociales: «Todos deben saber que nosotros, los musulmanes, tenemos algunas líneas rojas más allá de las cuales NO DEBEN cruzarse. La dignidad del Profeta (la paz sea con él) está por delante de las líneas rojas. Si nuestras quejas no se abordan adecuadamente, entonces no deberíamos ser criticados por abordarlas nosotros mismos».
El gobernador musulmán de Sokoto ha ordenado que los detenidos por el crimen sean procesados sólo por «conspiración criminal e incitación a cometer disturbios públicos»
Tras estas palabras del imán Maqari, buena parte de la comunidad musulmana que domina el norte de Nigeria y que amenaza de continuo con una secesión del país para crear un Estado islamista separado de Biafra, la Nigeria sureña y cristiana, comenzó una serie de protestas y revueltas para exigir la liberación de los dos únicos detenidos por el linchamiento de Deborah Samuel. Ante el estallido, el imán Maqari se vio obligado a conceder una entrevista a un medio nigeriano en la que se ofreció a condenar el método elegido para matar a Deborah, pero no su muerte. Y lo hizo con estas palabras que reflejan la enorme empanada mental de las autoridades eclesiásticas musulmanas: «La acción de la turba en general es condenable. Es condenable por quién la mató y cómo murió. Ella merece la muerte, de eso no hay duda, pero la cuestión es quién debe matar y cómo debe morir».
La cuarta muerte de Deborah Samuel ocurrió hace cuatro días, el lunes, cuando el ambicioso gobernador musulmán del Estado de Sokoto, Aminu Tambuwal, ordenó que los dos únicos detenidos por el asesinato, Bilyaminu Aliyu y Aminu Hukunci, fueran procesados sólo por «conspiración criminal e incitación a cometer disturbios públicos». De la acusación de linchar hasta la muerte a una joven, nada se sabe. Quizá porque desde la detención de los dos estudiantes musulmanes, las calles de Sokoto han sido escenario de intensas revueltas y manifestaciones islamistas que exigen la liberación incondicional de los asesinos. Quizá, además, porque Tambuwal tiene ambiciones presidenciales. Quizá, también, porque los dos detenidos se presentaron en el tribunal y declararon su inocencia ayudados por un equipo de más de 30 abogados musulmanes dirigido por un reconocido penalista mahometano, el profesor Mansur Ibrahim. Así saca músculo la sharía: 34 abogados para defender a dos, sólo a dos, asesinos y apenas un taxista dispuesto a llevarse el cadáver.
La izquierda europea, junto a los socioliberales de Ciudadanos, en contra de condenar el crimen islamista
La quinta muerte de Deborah Samuel ocurrió antes de ayer, en el Parlamento Europeo, cuando la mayoría de izquierdas de la eurocámara —incluidos el PSOE, Podemos, y los proetarras españoles de Bildu, junto a los que se dicen partidarios de Dios y las leyes viejas como el PNV y los socioliberales del partido español en extinción Ciudadanos—, tumbó una propuesta del Grupo Identidad y Democracia para poder debatir una condena —insistimos: sólo para poder debatir la posibilidad de una condena—, del brutal asesinato de la joven cristiana a manos de una turba de musulmanes.
Por 244 votos en contra, 231 a favor —incluido el Grupo del Partido Popular y el de los Conservadores y Reformistas Europeos— y 19 abstenciones, la mayoría del Parlamento Europeo decidió participar, a su manera vergonzosa, en el linchamiento de la joven cristiana que se le ocurrió protestar por que en un grupo universitario de whatsapp se lanzasen mensajes religiosos.
La Europa de los valores, la llaman.
Me he quedado sin palabras. ¿Cómo pueden pasar estas cosas? ¿Dónde ha llegado la conciencia de las personas? ¿Dónde el respeto y el valor a la vida?
ResponderEliminarMe temo que no han evolucionado. Un beso
EliminarLa locura del fundamentalismo y la complicidad del silencio, una total aberración, un abrazo Susana!
ResponderEliminarTerrible lo que cuentas y se me ha puesto mal cuerpo imaginando a esa pobre chica muriendo de esa forma tan cruel por unos fanáticos y salvajes criminales y que encima no tengan castigo.Besicos
ResponderEliminarEso es lo peor de todo. Un beso
EliminarMe gusta leerte
ResponderEliminartus ideas y palabras
Este textt no es mío. Un beso
EliminarSin palabras. Muy triste.
ResponderEliminarBesos.
Es horrible que sigan pasando cosas así. Un beso
EliminarUfff q horror
ResponderEliminarEsas cosas pasan cada día. Un beso
EliminarEstas cosas no las puedo leer. Pero tampoco, Quizá por mi cobardía, me atrevería a blasfemar contra ningún creyente, ya sea católico, musulmán, evangélico u ortodoxo.
ResponderEliminarUn beso
Ni siquiera había blasfemado la pobre. Un beso
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