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El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”. Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.

lunes, 27 de septiembre de 2021

Las bioideologías

 

El gran engaño de las bioideologías - revista misión


Por José Antonio Méndez

Artículo publicado en la edición número 61 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

Es ateo declarado y enseña Filosofía en la Universidad de la Sorbona, como el célebre filósofo existencialista Jean Paul Sartre, quien, por cierto, fue “pareja abierta” –sin casarse y con amantes por ambas partes– de la ideóloga del feminismo contemporáneo y del abortismo radical, Simone de Beauvoir. Sin embargo, el marsellés Jean-François Braunstein dista mucho de compartir el discurso que Sartre y Beauvoir alumbraron, y que hoy se asume sin cortapisas en medios de comunicación, teatros, universidades y parlamentos.

Su último ensayo, La filosofía se ha vuelto loca (Ariel, 2019), le ha valido, de hecho, numerosas descalificaciones y orillamientos por atreverse a cuestionar los postulados de las teorías de género, del especismo animalista, y de la eutanasia. Y todo, sin recurrir a argumentos confesionales ni políticos: solo mostrando las contradicciones de sus discursos, los datos objetivos, y los desvaríos, delitos y hasta psicopatologías de los padres de estas tres corrientes (género, animalismo y eutanasia), que hoy se presentan como intocables en el discurso políticamente correcto.

Brausntein no está solo en su denuncia. Cada vez más intelectuales como el canadiense Jordan Peterson, el norteamericano Charles Murray, los británicos sir Roger Scruton, Niall Ferguson y Tom Holland, o los franceses Michel Houellebecq y Phillipe Muray –todos, autores de éxito en sus disciplinas, y todos, agnósticos o ateos– levantan la voz frente a una amalgama de ideas, propuestas pseudocientíficas, oleadas de activismo y políticas públicas hipersubvencionadas que dibujan ante nuestros ojos un futuro cada vez más alejado de la civilización occidental que conocemos. La pregunta es: ¿de verdad son delirios filosóficos, como dice Braunstein, o estas corrientes responden a un patrón común?

El sustituto de las ideologías
“La teoría de género, el transhumanismo, el ecologismo, el animalismo, el antiespecismo, la ideología de la salud, la eugenesia y la eutanasia, el cientifismo, el feminismo, el abortismo, el darwinismo social… Cada una de las corrientes que están transformando nuestra forma de ver el mundo y al ser humano tiene sus particularidades, pero comparten algo: son bioideologías”. Así lo explica para Misión el catedrático Dalmacio Negro, miembro de la Real Academia de las Ciencias Morales y Políticas y autor de El mito del hombre nuevo (Encuentro, 2008).

“Las bioideologías –argumenta Negro– son el sustituto de las ideologías. Esas buscaban transformar la sociedad con la política y la economía; las bioideologías tratan de cambiar la naturaleza humana, que consideran defectuosa y modificable, a través de la tecnología y de la ciencia. Y como la tecnología no va al ritmo que desean, aceleran los cambios a través de leyes coercitivas que transforman la moral, el pensamiento y la actuación de las masas”.

Un ADN nazi

Negro señala que “las bioideologías están obsesionadas por liberarse de lo humano y por deconstruir la cultura. Su cientificismo es un sustituto de la religión, y el enemigo a batir es la naturaleza entendida como creación divina. Aunque algunas se digan de izquierdas, solo crecen en un entorno hipercapitalista y su origen es el nacionalsocialismo, porque el nazismo llevó a la máxima expresión el intento de mejorar la biología –la raza– a través de la ciencia, descartando a los individuos que suponían un lastre para su progreso”.

Este origen, según Negro, permanece en su ADN, pues “bajo una apariencia pacífica y humanitaria, tienen carácter totalitario: se imponen como incuestionables y, más que buscar la transformación del mundo exterior, son obra de oligarquías que persiguen hacer al hombre como a su juicio debe ser. Por eso, sus medios preferidos son la reivindicación de derechos, la ingeniería educativa y la propaganda, apoyados por la ingeniería médica y genética”. El caso del atleta neozelandés Gavin Hubbard, que tras un proceso de cambio de sexo ahora se llama Laurel Hubbard y ha participado en los Juegos Olímpicos de Tokio en la categoría femenina de levantamiento de peso, demuestra hasta qué punto bioideologías como la de género se han asentado de forma impositiva. A pesar de las protestas de sus compañeras mujeres, gracias a la presión de los grupos protransexualidad, Hubbard ha pasado de ser un levantador mediocre en la categoría masculina a desplegar una racha de triunfos en la categoría femenina: una plata y un oro en los Mundiales de Halterofilia, aunque al final en Tokio no haya corrido con la misma suerte.

El doctor en Biología y experto en Biomedicina de la Universidad Pompeu Fabra Miquel-Ángel Serra, que intervino en el Congreso sobre Transhumanismo que celebró en junio la Universidad Francisco de Vitoria, señala para Misión que “las bioideologías avanzan rápido porque hacen propuestas que miran hacia delante y suenan bien: ¿quién no quiere un futuro mejor, beneficiarse de la tecnología y respetar los derechos de las personas?”.


Individualistas y selectivas

El problema, señala, es que “consideran que mejorar es sinónimo de que se cumplan nuestros deseos subjetivos, aunque eso implique alterar o negar las leyes de la naturaleza. Su individualismo es radical, sostienen que los sentimientos son fuente de ley, y no les importa dejar atrás a una parte de la Humanidad, ni descartar a las personas que no cumplan sus estándares, lo cual es deleznable. Porque negar la naturaleza humana, entre otros muchos efectos, también implica alterar todo lo relativo a los derechos humanos y civiles”.

Este retorcer la naturaleza a golpe de ciencia y de derechos subjetivos, como denuncia Braunstein en su libro, abre la puerta no solo a que se acepte (o imponga) que nos implantemos miembros biónicos o microchips conectados a internet, sino también a mutilarnos miembros sanos; a cambiar de género varias veces a lo largo de la vida (con las consecuencias familiares y sociales que implica); a que se nos reconozca una edad distinta; a humanizar a los animales y a animalizar a ciertos humanos privándoles de sus derechos; a permitir nacer y vivir “por compasión” solo a los sanos y a eliminar a los defectuosos, o a tener relaciones sexuales con otras especies o con menores.

Como concluye Negro, “las bio­ideologías tienen aire pueril, son más confusas que las ideologías clásicas y ofrecen menos resistencia al análisis intelectual. Pero, por eso, son más destructivas, y es alarmante lo rápido que se asientan. Son una contracultura que ha dado lugar a la biopolítica: una política integral que da poder sobre los cuerpos y sobre la vida humana. No son paranoias: el siglo xx nos enseñó que tenemos que denunciar los peligros reales de esta tiranía del pensamiento, antes de que sea demasiado tarde”.

Bioideologías: 3 grandes bloques

Según Dalmacio Negro, las bioideologías podrían aglutinarse en tres bloques:

  1. De género: la más extendida y financiada. Afirma que el sexo fisiológico y el propio cuerpo no nos constituye, y puede ser elegido, modificado y vivido al margen o en contra de la naturaleza. Creen que la naturaleza humana, y el sexo en especial, es una construcción social, origen de un mal que se debe erradicar. Promueven la liberación sexual, que rompe los lazos humanos primarios y fomenta el individualismo hedonista, para ganarse a los jóvenes y a las voluntades débiles. Ej.: Feminismo, ideología de género, homosexualismo y transexualidad.
  2. Ecologistas: nace frente a excesos condenables, pero se pervierte al idealizar la naturaleza. Frente a la ecología de los agricultores, impone el ambientalismo de los urbanitas. Proclama que el ser humano es el mayor enemigo de la naturaleza, y que si desapareciese total o parcialmente, o fuese sustituido por otras especies, sería mejor para el planeta. Antepone el bienestar de la naturaleza al de la humanidad. Humaniza a los animales y animaliza a los humanos. Propone el control de la natalidad humana y considera que lo único antinatural es la natural acción del hombre. Ej.: Veganismo, animalismo, ecologismo, ambientalismo, antiespecismo o transespecismo.
  3. Sanitarias: busca la salvación en este mundo a través de la ciencia y la tecnología. Sustituye la salvación del alma por la salud del cuerpo, medicaliza la sociedad, aumenta el control social, idealiza la condición física y oculta la muerte. Estigmatiza al enfermo, promueve eliminar a los no aptos y propone crear una raza de seres humanos física, mental y moralmente superiores al resto. Ej.: Eugenesia, eutanasia, abortismo y transhumanismo
  4.  
  5.  https://www.revistamision.com/bioideologias/?fbclid=IwAR2iCjBBTS73Jk4turAu63jvO3W3_r8TPQI4r8lKh3mN3OtJsEV4uiD-8zI

4 comentarios:

  1. Como no se puede comprender el gran misterio de la Creación, crean disparates de toda índole, un abrazo Susana!

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  2. Lo más llamativo de todo ese fardo desquiciado es la actitud de la persona normal y corriente (todos); de todos aquellos que hacemos nuestro día a día con total normalidad. Cuando sale el tema y se habla de ello (del desquiciamiento locuelo y ciego que menciona el artículo), si es en pequeños grupitos o en conversaciones de dos personas, son muy pocos los fanáticos que defienden esas cavilaciones tan propias de novela distópica pues la abrumadora mayoría de personas, en cuanto a seres pensantes que son, se dan cuenta del cariz de semejante conjunto de burradas y sinsentidos.
    Ahora bien, en grupo la cosa cambia: mayormente callan, silban o miran hacia otro lado. Temen la condena social y la posible marginación de sus personas por parte de aquellos que, de uno en uno, también ven en esa ideología una especie de chiste macabro. Lo vemos en cualquier entorno social, también en las redes de internet: ¿Cuántos hay que se mojen y hablen claro sobre unas barbaridades que van a constituir el ambiente en el que serán "educados" sus hijos y nietos? ¿Cuántos hay que lo denuncian en público? Por supuesto yerran gravemente al pensar que ya lo saben, que en su mismidad solitaria ya son conscientes de ello y que con eso sobra; que no hace falta crear tensión ni polémicas. Pues bien, van errados (y también herrados), pues estas bazofias ideológicas toman rango de ley en lo público y sólo son contestables desde el foro público.
    Saludos cordiales

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    1. Estoy de acuerdo contigo. En lo privado se admite pero en público no. El resultado es que se acaba admitiendo como mayoritario algo que no lo es. Un beso

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