Hace apenas unas semanas, unas declaraciones de la actriz Victoria Abril sobre la plaga coronavírica y los remedios que se han arbitrado para contenerla provocaban gran escándalo entre los biempensantes que babean de fascinación idolátrica cuando cualquier actor famoso pontifica sobre el cambio climático, o sobre el fascismo, o sobre cualquier otro asunto del que no tiene ni puñetera idea, ensartando topicazos sistémicos. Que es, por cierto, lo que hacen casi siempre los actores famosos: vomitar como loritos las paparruchas y lugares comunes que interesan a los que mandan, para obtener a cambio mejores contratos y el aplauso gregario de las masas cretinizadas.
Habría que empezar diciendo que la opinión de la actriz Victoria Abril sobre la plaga coronavírica tiene el mismo valor que –pongamos por caso– la opinión del actor Javier Bardem sobre el cambio climático. Sin embargo, las paridas y lugares comunes sobre el cambio climático que el actor Javier Bardem repite como un lorito desde las tribunas más encumbradas son consideradas dogma de fe por los biempensantes. Puede que la actriz Victoria Abril soltase también algunas paridas sobre la plaga coronavírica; pero, al menos, no prodigó los lugares comunes pestíferos que suelen soltar sus compañeros de profesión (más pestíferos cuanto más famosos son). Y, junto con algunas paridas y observaciones dudosas, Victoria Abril soltó también algunas verdades como templos que merecen nuestra consideración; y, en algunos casos, nuestro aplauso ante su valentía, pues por atreverse a pronunciarlas firmará en los próximos años menos contratos (que se repartirán las actrices que ensarten con mayor entusiasmo las paparruchas sistémicas que interesan a los que mandan). Por lo demás, las paridas y observaciones dudosas que Victoria Abril deslizó en sus declaraciones se pueden refutar tranquilamente, sin necesidad de desprestigiarla, como hacen los jenízaros del discurso oficial que pretenden convertirnos en ‘tragacionistas’; o sea, en botarates que se tragan las versiones oficiales y las repiten como loritos o actores comprometidos (con su bolsillo y con la bazofia sistémica circulante).
Sólo los tragacionistas se niegan a aceptar, por ejemplo, que China ha ocultado deliberadamente (con la ayuda impagable de los mamporreros de la OMS) los orígenes del virus. Sólo los tragacionistas se niegan a reconocer que la plaga coronavírica ha propiciado los más variopintos experimentos de biopolítica e introducido prácticas de disciplina social completamente arbitrarias e irracionales (empezando, por cierto, por el uso de mascarillas en espacios abiertos) que se ciscan en los tan cacareados ‘derechos’ y ‘libertades’ de las antaño opíparas y hogaño escuálidas democracias. Sólo los tragacionistas se niegan a asumir que la plaga ha sido utilizada como excusa por gobernantes psicopáticos para devastar las economías locales, provocando la ruina de infinidad de pequeños negocios, condenando al paro a millones de personas y favoreciendo la hegemonía de las grandes corporaciones transnacionales. Sólo los tragacionistas se niegan a discernir las burdas manipulaciones, medias verdades y orgullosas mentiras que han propagado nuestros gobernantes y sus voceros mediáticos durante el último año. Sólo los tragacionistas se niegan a discutir la eficacia de medidas restrictivas caprichosas y confinamientos desproporcionados que, además, han tenido altísimos costes sociales y económicos. Sólo los tragacionistas se niegan a admitir que las vacunas son una terapia experimental que se está administrando sin cumplir los plazos y los protocolos de seguridad establecidos y cuyos efectos secundarios no se han explorado suficientemente (aunque, desde luego, sus efectos bursátiles sean de sobra conocidos). Sólo los tragacionistas, en fin, se niegan a examinar todas estas evidencias, tal vez porque si lo hicieran tendrían que confrontarse con su estupidez gregaria y su sometimiento lacayuno a las consignas sistémicas.
Son estos tragacionistas, pues, los auténticos negacionistas, que con tal de sentirse abrigaditos en el rebaño renuncian a la ‘nefasta manía de pensar’. Pues el ‘negacionismo’, aparte de un empeño desquiciado en prescindir de la realidad, es también un anhelo gregario, una penosa necesidad de buscar protección y falsa seguridad en conductas tribales. Y no hay conducta más tribal que tragarse las versiones oficiales sin someterlas a juicio crítico, señalando además como réprobos a quienes osan ponerlas en entredicho. Tal vez esos réprobos suelten de vez en cuando alguna parida; pero al menos no regurgitan el pienso que se reparte a los borregos.
https://www.xlsemanal.com/firmas/20210315/tragacionistas-juan-manuel-prada.html
Buen provecho para quienes desayunen esa casta, los médicos se han cansado de repetir que solo es necesario el barbijo, la distancia prudencial y el lavado de manos, lo demás es decisión política unidireccional, un abrazo Susana!
ResponderEliminarCada uno sctúa a su capricho. Un beso
EliminarNo creo que sepamos nunca lo que ha pasado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Eso es muy cierto. Un beso
EliminarHola Susana, yo creo que en torno a este tema habrá más secretos que verdades. Como dice Rocío, no creo que lleguemos nunca a saber realmente qué ha pasado, pero lo que si es cierto, es que parece no tener fin. Besos :)
ResponderEliminarEste virus me temo que va a ser como una gripe de todos los años. Un beso
EliminarEsto ha llegado para quedarse y no quiero ser alarmista pero no será ni la primera ni la última, quisiera equivocarme, pero las mentes prodigiosas ya lo están advirtiendo.
ResponderEliminarEn cuanto al resto de tu publicación solo decir que la idiotez es libre.
Un abrazo y buen fin de semana
Hay que saber discernir entre lo real y lo ficticio. Un beso
EliminarEl hecho de ser actriz, pintor, abogado, sastre... no les da valor a sus afirmaciones sobre temas médicos. Por ello no se le debió dar publicidad, no hay que ocupar un espacio que podrían emplear sanitarios o científicos, abrazos
ResponderEliminarPero si dijera lo que todos la aprobarían. Un beso
EliminarTambién opino que ha venido para quedarse cómo otras enfermedades que en su principio también eran desconocidas y que siguen estando entre nosotros con nombre propio.Al pertenecer a una familia donde abundan los médicos me fío completamente sobre lo que tenemos que hacer para prevenir a este mal "bicho" ya que estos profesionales de la salud saben muy bien lo que dicen tanto por su ciencia cómo por su experiencia. Besicos
ResponderEliminarPero son los políticos los que deciden. Un beso
EliminarYo me retiro a pensar.
ResponderEliminarPensar siempre es bueno. Un beso
EliminarEn esta crisis son muchos los que han hablado, con razón o sin razón, con argumentos o sin argumentos, a mi modo de ver se han dicho muchas cosas y saber qué hay de cierto y qué hay de bulo nos costará como en tantas y tantas noticias que circulan por las redes sociales y por los medios de comunicación (o de desinformación). Ahora cuando lees una noticia interesa especialmente poder discriminar, saber qué hay de verdad en ella y qué de interés o bulo y eso cuesta muchísimo.
ResponderEliminarUn abrazo
Es una opinión muy sensata. Un beso
ResponderEliminarDe idiotas no hablo.Y del virus nunca sabremos la verdad.
ResponderEliminarBuen domingo Susana. Cuídate.
Un abrazo.
Tampoco es fácil saber quién lleva la razón. Un beso
EliminarTantos bulos, tantas opiniones...
ResponderEliminarLa verdad no la llegaremos a saber.
Para mi no tiene ningún valor la opinión de esos personajes.
Un beso.
Tanto como cualquier anónimo. Un beso
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