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domingo, 16 de marzo de 2025

Señalar al enemigo

 



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José Javier Esparza

Periodista, escritor e historiador. Director y presentador de 'El Gato al Agua' de El Toro TV.

Señalar al enemigo: ¿seguro que sólo es Rusia?

11 de marzo de 2025

La Unión Europea ha decidido que Rusia es el enemigo. Lo dijo sin disimulo la presidente de la Comisión, Úrsula von der Leyen, y lo ha repetido después el presidente de Francia, Emmanuel Macron. Rusia es el enemigo, amenaza nuestra seguridad colectiva y, por tanto, hemos de armarnos contra ese país. 


Señalar al enemigo es el acto fundamental de lo político, decía Carl Schmitt. No lo inventó él: la misma idea aparece en los tacitistas españoles del XVII, como Álamos de Barrientos. Si lo político consiste en asegurar la supervivencia de la polis, es lógico pensar que lo primero es señalar al que nos amenaza. Lo cual, por cierto, implica reconocer que, por lo general, es el enemigo el que antes te ha señalado a ti, como recordaba Julien Freund. En el nuevo discurso europeo, según parece, se da por hecho que Rusia nos amenaza (nos ha señalado como enemigo) y por eso nosotros tenemos que señalarla a ella. Hasta aquí, todo claro.


No obstante, parece que se está pasando por alto una pregunta previa de la mayor importancia, a saber: quiénes somos «nosotros», es decir, quienes somos esa polis que debe defenderse del enemigo. En términos de política práctica, un enemigo es toda aquella potencia que amenaza la seguridad de tu espacio territorial (las fronteras), la supervivencia económica de tu comunidad o la independencia de tus instituciones. Son esas tres cosas las que configuran materialmente la supervivencia de la Polis. Y en ese sentido, como recordaba recientemente Alexandre del Valle, hay razones para arquear una ceja cuando se señala a Rusia como enemigo colectivo de los europeos. Rusia es, ciertamente, enemigo de Ucrania, cuyo territorio ha invadido contra toda legalidad, y puede ser también percibido como tal por los países bálticos, siempre expuestos tras una frontera demasiado frágil. Pero es mucho más difícil considerar que Rusia sea enemigo de Francia, Italia o España. Puede ser una potencia incómoda e inamistosa, alguien con quien no es grato tratar, gobernada por un sistema que podemos juzgar con los dicterios mas severos, pero un enemigo, en los términos estrictamente políticos de los que hablamos, no es: porque no amenaza nuestra integridad territorial (nunca ha invadido un país de la UE ni de la OTAN), no amenaza nuestra supervivencia económica (antes al contrario, seguimos comprándole masivamente gas) y no ha amenazado la independencia de nuestras instituciones, por más que aquí y allá aparezcan conspiraciones frecuentemente tan fantasmagóricas como aquellos supuestos 10.000 soldados rusos que iban a invadir Cataluña para hacerla «independiente».


Si esto es así, ¿por qué las instituciones europeas deciden que Rusia es «nuestro enemigo»? La clave está en el nosotros. Y es una pregunta de la mayor importancia, porque nos remite al sujeto mismo de la soberanía política. Por decirlo en dos palabras, podemos representar ese «nosotros» como «los europeos» o podemos representarlo como todas y cada una de nuestras naciones individualmente consideradas (por ejemplo, como españoles). Podemos asumir el «nosotros» europeo porque estamos inevitablemente vinculados a pactos como la UE y la OTAN, pero entonces habría que hacerse algunas preguntas suplementarias. Por ejemplo: ¿cabe aquí el Reino Unido? ¿En nombre de qué? ¿De la OTAN o de una Europa que ya no es la UE? Y si es la OTAN, ¿es posible imaginarla sin los Estados Unidos? También por ejemplo: ¿en qué medida amenaza realmente Rusia al conjunto de una Europa así considerada? Los partidarios del rearme suelen aludir a la opinión de los expertos, «los que saben de esto», pero ¿esos quiénes son? ¿Los mismos que han ideado el monstruoso escenario sirio? No parecen juicios muy fiables. Por otro lado, esa táctica de señalar al enemigo y anunciarlo a los cuatro vientos antes de estar preparado para hacerle frente no parece la maniobra más inteligente del mundo. Como esta gente es cualquier cosa menos idiota, necesariamente hay que pensar que nos ocultan el verdadero objetivo. Probablemente se trata de esto: crear una atmósfera de miedo lo suficientemente intensa como para que la ciudadanía acepte sin rechistar los sacrificios económicos y sociales que el rearme exige. Rearme que, a su vez, no vendría causado por la inminente amenaza de que los tanques rusos desfilen por los Campos Elíseos, sino porque los Estados Unidos se han hartado de correr con la minuta del gasto.


Bien. Ahora volvamos a la pregunta esencial: ¿quién es nuestro enemigo como europeos? ¿El que fragiliza nuestras fronteras? Pero ha sido la propia oligarquía de Bruselas la que ha fragilizado nuestras fronteras con una política de inmigración demencial. ¿El que amenaza nuestra supervivencia económica? Pero ha sido la oligarquía de Bruselas la que ha erosionado nuestra potencia económica con las imposiciones de un «pacto verde» que ha multiplicado las trabas al crecimiento. Datos: hace quince años, el tamaño de la economía europea superaba en un 10% al de EEUU, pero en 2022 era un 23% inferior; el PIB de la Unión Europea (incluyendo Reino Unido antes del Brexit) ha crecido en este periodo un 21% (medido en dólares), frente al 72% de EEUU y el 290% de China. ¿Quién es, pues, nuestro enemigo? ¿El que pone en peligro la independencia de nuestras instituciones? Pero la oligarquía de Bruselas lleva años socavando la independencia de nuestras instituciones en países como Polonia o Hungría, tomando partido contra candidatos democráticos como se hizo en su día con Giorgia Meloni, limitando libertades públicas (véase el caso británico, ahora que al parecer vuelven a ser «europeos») o, en el colmo del abuso, amparando la anulación de unas elecciones libres en Rumanía. En términos de política clásica, la oligarquía que en los últimos años ha venido rigiendo las instituciones europeas es un enemigo de los europeos más eficaz que cualquier política extranjera. ¿Y en esa oligarquía hemos de confiar ahora para que señale a nuestro enemigo? La propuesta tiene algo de suicida.


Ahora formulemos la misma pregunta ya no como europeos, sino como españoles, estatuto que, por si alguien lo ha olvidado, sigue siendo el único que nos confiere cierta soberanía como ciudadanos. ¿Quién pone en peligro nuestra integridad territorial? En el exterior, y al margen de la vergüenza de Gibraltar, sólo Marruecos, que es el único país que ha repetido hasta la saciedad su ambición de arrancarnos parte del territorio nacional. ¿Quién amenaza nuestra supervivencia económica? En términos prácticos, todos los que hacen menguar nuestra capacidad para procurarnos alimentos, energía e industria, y aquí solo es posible mirar a Bruselas con la alegre aquiescencia de los gobiernos españoles. ¿Quién, en fin, amenaza nuestras instituciones? Aquí, una vez más, la respuesta no atañe tanto a Rusia como a nuestro propio sistema, empezando por el vigente gobierno. O sea que nuestro enemigo, como españoles, está más dentro que fuera y, desde luego, su amenaza no va a menguar por mucho que nos rearmemos para hacer frente al «peligro ruso».


¿Señalar al enemigo? Sea, pero aclarando antes quién es el que se ha de defender, quién es el que se ha de proteger. Si se trata de los españoles, nuestros intereses objetivos, materiales, están muy lejos de los que predican en Bruselas. Y equivocarse a la hora de señalar al enemigo es el error más fatal que una nación puede cometer.

https://gaceta.es/opinion/senalar-al-enemigo-20250311-0500/

4 comentarios:

  1. Ponerse de un lado o del otro en temas ajenos es peligroso, un abrazo Susana!

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  2. Somos europeos y miembros de la OTAN, pero además somos españoles. Europa y la OTAN nos dicen que nos tenemos que preocupar por Rusia, pero nuestros amigos del sur son otra preocupación. Cuando hemos tenido tenido problemas con ellos tanto Europa como la OTAN nos han dicho "ese es tu problema". ¿Qué condición pesa más la de Atlantista o la de Europeo? La de español nos han demostrado que no tiene ningún peso para nuestros dirigentes.
    Un saludo.

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