Diario conservador de la actualidad

El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”. Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.

viernes, 28 de marzo de 2025

La mutación de la estupidez, por Itxu Díaz

 Detecto a los idiotas al instante. Me hice sociólogo para poder detectarlos en manadas. Puedo olerlos a cientos de kilómetros de distancia. Y en cuanto los veo venir, me encargo de identificarlos: verdaderos idiotas. No importa si vienen de frente o de atrás. Aunque tengo una habilidad innata para detectar al tonto común por su perfil. La silueta de una persona dice casi todo sobre ella, pero lo dice en un lenguaje que sólo nosotros, los investigadores experimentados, somos capaces de descifrar. Si tiene pico, es un pájaro. Si tiene cola, es un perro. Si tiene trompa, es un elefante. Para todas estas situaciones, hay excepciones. Como digo, es una ciencia compleja. La estupidez es todo un universo. Cuando creemos que la dominamos, se rehace y vuelve con un traje nuevo.

La modernidad es un caldo de cultivo para los idiotas. Antes había que buscarlos. Hoy están por todas partes. Allí donde surge una moda, aparecen unos cuantos, se regodean en ella, se exponen, no pueden evitarlo. Son simpáticos. Del mismo modo que los monos del zoo son simpáticos cuando les tiras cacahuetes. Lo que los distingue de los animales es su capacidad de reinventarse y hacer de la estupidez una forma de vida. Llevo años trabajando en este campo y estoy a punto de dejarlo por desesperación. Sospecho que la estupidez es infinita.

Dicen que, en el pasado, el idiota era conocido por su falta de lectura. Hoy se han sofisticado y leen, y ese es el problema. Son idiotas muy bien preparados. Por eso su estupidez no se borra fácilmente, porque la huella de su necedad es profunda y el camino que lleva a ella está lleno de falsos señuelos. Se esconden en la moda, en la cocina y en las redes sociales. Se esfuerzan por pasar de moda, como si lo vintage fuera sinónimo de victoria, y como si alguien supiera realmente lo que significan las palabras vintage, naif y mainstream.

La nueva estupidez tampoco se cura viajando. Como si se tratase de una mutación de un virus letal, los idiotas contemporáneos absorben lo extranjero como parte de su propia identidad, y viajan lejos de casa para observar toda la vanguardia que son incapaces de detectar en su propia cuadra. Por cierto, los idiotas comunes de nuestro siglo tienden a comer manzanas mientras caminan por las calles de las grandes ciudades del mundo, con una frialdad y una seguridad en sí mismos que harían quedar en ridículo a Adán y Eva. Es natural. Es sano. No engorda. Y me hace sentir muy independiente. ¿Comen manzanas en una avenida lujosa? Sin duda, son idiotas profesionales. ¿No comen manzanas en una avenida elegante? Entonces son sólo idiotas conscientes de sí mismos, capullos a punto de estallar.

En los años 90, no sé si era el nihilismo, el éxtasis o el cannabis, pero lo importante era ser escéptico. El escepticismo se expandió de tal manera que la única certeza a la que uno podía aferrarse era que el bajo del pantalón tenía que cubrir la pierna como si faltaran 10 metros más de extremidad para llegar al suelo. Hoy, el escepticismo es superfluo. No sé qué dirían los filósofos clásicos al respecto, pero hoy los idiotas no son escépticos sobre nada, no se arrepienten de nada y están convencidos de que su camino es el correcto, aunque el mundo entero gire en la dirección opuesta, pues todos saben que la masa siempre está equivocada y es ordinaria, aunque en esto a menudo tengan razón.

Lo saben todo, les interesa todo, menos lo que es realmente interesante. La mayor cualidad del idiota moderno es un interés desmesurado por la cultura, cuando su estereotipo reside en las apariencias, y una pasión espantosa por la ideología, sea cual sea. La politización de los idiotas es una de las grandes incógnitas filosóficas con las que me he enfrentado en mi extenso estudio de campo de la especie. No puedo adivinar si el idiota se politiza porque lo es, o si se convierte en idiota por politizarse demasiado.

En cualquier caso, no puedo evitar sentirme molesto porque su independencia o su buen gusto musical se conviertan en polvo en cuanto surge cualquier enfrentamiento político, y porque sus discursos para cambiar el mundo —venas hinchadas y cara roja incluidas— produzcan en el resto de la audiencia un extraño efecto sedante. En lugar de animarse y animarse a conquistar la causa, los oyentes se duermen, se van o simplemente mueren de aburrimiento. Sin querer, finalmente, meterme en las aguas que tan acertadamente vendieron Mendoza, Montaner y Vargas Llosa en su Manual del idiota perfecto , a nadie se le escapa que el arma más letal del bobo contemporáneo es su locuacidad, la solidez y la calidez de sus sofisterías ideológicas. El idiota ideologizado, la especie más extendida hoy en día, parece una nueva versión del idiota común desarrollado por una IA freemium, de esas que sólo te dan soluciones de mierda hasta que pagas por el plan pro.

https://spectator.org/the-mutation-of-stupidity/

16 comentarios:

  1. Al idiota mundial se le opone solamente el peligroso mundial, un abrazo Susana, muy bueno el humor de este señor!

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  2. Aunque es Premio Nobel, a Vargas Llosa...no lo aguanto.
    Un beso

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  3. Y en América Latina pululan y como ganan elecciones ponen presidentes, como sucede actualmente en mi país, Colombia

    Paz

    Isaac

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  4. Que genial este Itxu, es taaan brillante.
    Saludos, buen fin de semana.

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  5. SUSANA; Interesante texto y preocupante.
    Venimos de la "sociedad líquida", liviandad a la "era del vacío" y de la idiotez. Las causas son multicausales.
    Este es un fenómeno social mundial que me interesa y mucho.
    Te dejo mis saludo con los mejores deseos en vuestra primavera española.
    Un abrazo va.
    Grace.

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    1. Se llama globalismo. Agustín Laje lo explica muy bien. Un beso

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  6. Interesante artículo. Si tonto es el que dice o hace tonterías, el idiota es el que se las cree o las imita sin titubeos.
    Un saludo.

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