Diario conservador de la actualidad

El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”. Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.

sábado, 12 de octubre de 2024

El franquismo y otros monstruos



En Teenage Caveman, película que dirigió Roger Corman en 1958, nos contaban la historia de una tribu prehistórica que tenía como tabú heredado de sus ancestros no cruzar jamás el río, pues al otro lado vivía «El dios que mata con su contacto». Nadie lo había visto nunca, pero si los ancianos del lugar lo decían debía ser cierto… Hasta que un intrépido joven en busca de presas que cazar decide adentrarse allí. Finalmente termina encontrándose con un monstruo al que da muerte, descubriendo a continuación que en realidad era un anciano disfrazado que portaba un objeto incomprensible para él, aunque no para el espectador: un libro ilustrado con imágenes de ciudades del siglo XX. En el epílogo una voz en off nos narra que hubo un holocausto nuclear tiempo atrás que destruyó la civilización, hizo mutar a algunas criaturas en dinosaurios y que un grupo de humanos supervivientes se aisló en un valle del que no debían salir para estar a salvo de la radiación. De ahí fue tomando forma el mito.

Este planteamiento fue retomado luego Shyamalan en El bosque —rodada con más recursos, pero menos originalidad— y es tan sugerente que invita a tomarlo como prisma con el que mirar a nuestra historia, cultura y tabúes. Podríamos decir que en la España contemporánea el río a cuyo otro lado habita el monstruo es 1975. Es lo que nos han contado enfáticamente en las noches junto al fuego a todos los que hemos nacido después. Como la memoria es creativa y va añadiendo nuevos detalles cada vez que rememora algo (no digamos ya la «Memoria Democrática») el resultado es que a medida que van pasando las décadas el franquismo lejos de quedar atrás va haciéndose cada vez más presente en la esfera pública, convertido en grotesco espantajo cuya sola mención sirve para zanjar cualquier debate e impulsar cualquier medida sin mayor explicación. Junto al binomio izquierda/derecha que nos promete la alternancia para dejarnos donde estábamos como una ruedecilla de hámster, el otro gran eje de nuestro sistema es franquismo/democracia o, en un sentido más amplio, Pasado frente a Progreso. Da igual que se discuta de un nuevo estatuto de autonomía, un plan hidrográfico o un cambio en el código penal, el objetivo deberá ser siempre alejarnos del franquismo —cuyo agravio lacerante nos persigue como una sombra— y continuar en la senda del Progreso, aunque parezca que no está llevándonos a ninguna parte. Ahora bien, ¿qué ocurrirá si nos atrevemos a salirnos de esa senda e incluso, yendo más allá, cruzamos el rio? Veamos.

En 1971 un enviado de Nixon le preguntó a Franco qué pasaría tras su muerte, a lo que este respondió: «Se lo voy a decir. Yo he creado ciertas instituciones, nadie piensa que funcionarán. Están equivocados. El Príncipe será Rey, porque no hay alternativa. España irá lejos en el camino que desean ustedes, los ingleses y los franceses: democracia, pornografía, droga y qué sé yo. Habrá grandes locuras, pero ninguna de ellas será fatal para España». Inquiriéndole por qué creía esto, replicó: «porque yo voy a dejar algo que no encontré al asumir el gobierno de este país hace cuarenta años, la clase media española».

Tiempo después otro presidente estadounidense, Gerald Ford, hizo una visita oficial a España el uno de junio de 1975, lo que tal como se apresuró en aclarar un alto funcionario en este artículo de Le Monde: «no significa que abracemos al general Franco y sus políticas, sino que, una vez más, reconocemos la importancia de las bases americanas en España para la defensa de Europa, en particular por el papel que España tendrá para la seguridad de Europa Occidental después de Franco, se ha de entender por tanto este viaje como una muestra del interés de Estados Unidos en la transición gubernamental. que se llevará a cabo durante los próximos cinco años». Curiosamente, un joven político antifranquista, llamado Felipe González, apenas tres meses después repetía las mismas palabras en una entrevista a un diario sueco: «espero la instauración de la democracia en España de aquí a cinco años». ¡Como si todos estuvieran siguiendo el mismo guion! Uno al que tiempo después daría voz Victoria Prego.

Por su parte Joan E. Garcés en Soberanos e intervenidos da una visión de conjunto que merece la pena citar: «los grupos que en 1977 fueron legalizados y emergieron controlando la escena política eran precisamente los selectivamente financiados desde gobiernos de la Coalición de la Guerra Fría (…) El posfranquismo no puede entenderse cabalmente sin considerar que se iniciaba con equipos cooptados con criterio empresarial, aunque revestidos algunos con siglas históricas, que de pronto aparecieron a la luz ante una ciudadanía privada durante cuarenta años de organizaciones y derechos políticos. Los cooptados vivieron de gobiernos y entidades extranjeras —hasta acceder a los presupuestos públicos—, mientras rivalizaban en ofrecer a la Coalición bélica la mejor combinación de commitment y stability. De ahí que en asuntos de trascendencia estratégica esos equipos hayan satisfecho con prioridad las exigencias de sus fuentes de sostenimiento más que las expectativas o compromisos con sus electores o afiliados».

Nos encontramos entonces con una Transición dirigida desde potencias extranjeras donde todo estaba atado y bien atado, con líderes cooptados ateniéndose a la misma hoja de ruta pues el que se movía no salía en la foto avisó Guerra, y un trágala constitucional con su régimen de partidos, ausencia de división de poderes y disgregación autonómica del que ahora estamos viviendo las consecuencias. Así que la recuperación de la soberanía nacional y de las libertades políticas fue limitada, no hubo ruptura democrática ni proceso constituyente como siempre denunció Antonio García-Trevijano, no hubo cambios en la estructura económica sustanciales, pues las élites lampedusianas siguieron siendo las mismas y la clase media ya estaba consolidada, como recordaba Franco hace unas líneas… Si acaso, cabe señalar el desmantelamiento del tejido industrial en los ochenta que evitaría así que España hiciera la competencia a esas potencias patrocinadoras. En vista de todo lo anterior… ¿No estábamos ante el parto de los montes? ¿Qué logro, qué cambio real cabía atribuir al nuevo sistema para legitimarlo ante la opinión pública? Las libertades de la bragueta, que diría De Prada. Ese fue el terreno donde marcar la diferencia.

Fijémonos, por ejemplo, en el discurso final de Solos en la madrugada, película de José Luís Garci protagonizada por José Sacristán en 1978, donde opone un «pasado sórdido» a las «libertades personales» pendientes de conquistar, ¿y en qué consisten estas exactamente? Pues los ejemplos que va citando son el divorcio, la homosexualidad/transexualidad, «tomar el mando en la cama» y comprar un televisor más grande pues «no ahorréis cuatro perras para dejárselas a vuestros hijos, disfrutad de la vida vosotros» (pura mentalidad boomer-langosta que caló bien hondo, vive Dios). No es cuestión de condenar moralmente con el ceño fruncido todo ello, no me vayan a malinterpretar —el puritanismo es cosa de protestantes—, pero sí de darle su justa medida. Y la que tenía todo ello es relativa en el conjunto de preocupaciones vitales e inofensiva para el statu quo, sospechamos que por eso se enfatizó. ¿Qué emancipación real más allá de su apariencia de transgresión trajo el cine del Destape o la Movida aparte de mostrar tetas, travestis y consumo de drogas? ¿Qué legado cultural y estético ha dejado tras de sí?

Más aún… ¿realmente esos cambios sociales fueron fruto del R78? ¿Fue el régimen franquista, tal como se nos ha repetido, represor de unas libertades de bragueta que eran moneda corriente en el mundo desarrollado? Detengámonos en esto último. La letanía ya la conocemos por parte de la intelectualidad que pasó del troskismo al PSOE, luego a Cs y ahora orbita a Ayuso: su vida sexual habría sido mucho más variada y excitante de no ser por culpa de aquel régimen oscurantista, inquisitorial y mojigato… o eso les gusta imaginar. Lo cierto es que, por ejemplo, la homosexualidad se despenalizó en la RFA y Canadá en 1969, en Finlandia en 1971, en Noruega en 1972, en la mayoría de Estados de EE.UU. a lo largo de los años 70, en Escocia en 1981, en Nueva Zelanda en 1986, en Israel en 1988 y en Irlanda en 1993. En España fue en 1979. Respecto al divorcio nos encontramos que se legalizó en Italia en 1975, en Francia en 1976, en la RFA en 1977, en Grecia en 1983 y en Irlanda en 1996. En España en 1981.

Lo que nos encontramos entonces es que la sociedad occidental en su conjunto fue conservadora en esos ámbitos durante las primeras décadas de la posguerra y luego adoptó tales cambios liberales al mismo ritmo. La idea de una España aislada, a contracorriente, congelada en el tiempo por un autoritarismo de sotana y cilicio mientras el resto del mundo vivía en pleno éxtasis hedonista no deja de ser leyendanegrismo actualizado. Más allá de lograr esquivar las dos guerras mundiales, para bien o para mal nuestro país ha participado en todas las modas históricas y transformaciones socioculturales del siglo XX marcando un paso similar al resto. Pero el relato mata al dato, así que el Régimen del 78 ha construido su legitimidad en buena medida en torno al progresismo (es significativo que el cineasta oficial pasara a ser Almodóvar) sobredimensionando hasta el disparate cuestiones como el feminismo o lo LGTB, fabricando una ilusoria emancipación en terrenos simbólicos y «libertades personales» —que no políticas— en este lado del rio donde no habitan los monstruos, mientras que la realidad material ha ido deteriorándose para una menguante clase media con trabajos crecientemente precarios y un acceso a la vivienda ya imposible para muchos… Aunque pudiéndonos cambiar de sexo en el DNI, que es lo que importa.    
Javier Bilbao 

https://ideas.gaceta.es/la-transicion-dirigida-y-las-liberaciones-ilusorias/

1 comentario:

  1. Que el mundo ha ido en decadencia no hay dudas, la tecnología avanza con gente deshumanizada, un abrazo Susana!

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