El devenir de la historia y el cristianismo

El otro día leí en un artículo que en la droga hay siempre tres generaciones: una la prueba y se muere, otra se asusta y la tercera la vuelve a probar. Con la historia pasa lo mismo. En la guerra civil española murieron muchos, los siguientes se horrorizaron por lo ocurrido y los terceros volvieron a caer en los mismos errores. Esa generación viene a ser los nacidos en los años cincuenta, a los que les tocó una escuela católica muy estricta y exigente. De allí muchos salieron rebotados.

Pero gracias a esa educación recibida, pudieron dar estudios a sus hijos, sacar al país adelante, tener una casa, un coche e incluso salir de vacaciones. Los niños de los años sesenta todavía recibimos parte de esa formación, pero los siguientes empezaron a perderla. No sólo la preparación intelectual, que era mucho mayor y más completa que la actual, sino la educación moral que la sustentaba.  

Como la historia es cíclica, ahora estamos en el nivel más bajo en todo, en educación y valores. De ahí que algunos piensen que el cristianismo es cosa del pasado, que ha sido superado, que es una leyenda. Pero lo cierto es que nos acompaña desde hace más de dos mil años y forma la base sobre la que se ha construido la civilización occidental, con sus subidas y bajadas como todo proceso, a través de los siglos hasta llegar al nivel de prosperidad y derechos humanos que disfrutamos.

Claro está, que en el camino, hemos perdido tal vez lo más importante: el espíritu de lucha, de superación, el sacrificio, el esfuerzo, y sobretodo el amor a la familia y la vida. Pero confío en que, poco a poco, vayamos recuperándolo.  El mensaje que estaba destinado a los judíos cayó en saco roto, y de sus cenizas nació una religión universal que dos mil años después sigue viva y ayudando a hacer un mundo más justo y más humano.