Juan Antonio de Castro
| 08 marzo, 2022
Sé que cuando se lea este artículo se me tachará de comunista o de pro-ruso, no soy ninguno de las dos. A pesar de ello, me voy a permitir gozar de la libertad de expresión que consagra la constitución española para expresar, con verdad y pragmatismo, mi convicción de que, aparte de otras razones de menor peso, el conflicto actual que vive Europa es sobre todo el resultado de la irresponsabilidad de fuerzas globalistas que, desde antes del 2014 y hasta hoy, han hecho, de su hostigamiento hacia Rusia, el eje de sus actuaciones.
Ni Rusia, ni la OTAN, son osos de peluche. Son profundas las heridas de la guerra fría y amplio aun el espacio que separa las ideologías rusa y occidental. Es casi tarea imposible borrar la desconfianza que perdura entre ambos bloques, sin embargo, cada paso que se hubiese dado, en pos del acercamiento entre ambos, hubiese sido motivo de esperanza y paz para Europa. ¿Somos conscientes de que es precisamente eso lo que anhelan los pueblos de este continente? La mayoría de los europeos desearía hoy alcanzar una paz duradera que de lugar, paulatinamente, a un entendimiento creciente que será sin duda semilla de grandes empresas en común, y especialmente ante el inmenso potencial de expansión de Eurasia que se construye poco a poco entre Rusia y China a través, entre otros, de la iniciativa de la nueva ruta de la seda. Hostigar a Rusia, ampliando la influencia de la OTAN a través de Ucrania, y apuntando sus misiles al Kremlin, no es un acto de paz y amistad. Viene siendo desde hace ya muchos años, un acto de guerra.
Nuestra tarea pendiente, es repasar la historia. No fue Rusia la que derrocó al presidente de Ucrania Víktor Yanukóvich, en 2014. Fue un conglomerado en el que jugaron el papel protagonista Soros, su Open Society Foundation y organizaciones allegadas ligadas y aliadas a una intervención, dicho sea de paso, en la que la cooperación norteamericana y otros instituciones, tales como el National Endowment for Democracy (NED), intervinieron de manera directa e indirecta. A eso se le llama provocar un golpe de Estado y se llevó a cabo planificando y organizando así, una más de las revoluciones de color (esta vez naranja) activadas, de manera sistemática, desde la caída del muro y de la Union Soviética. No se sostiene el argumento de estos actores globalistas-golpistas, de que lo hicieron para “exportar la democracia” a Ucrania, tal y como lo esgrimen, con absoluto cinismo, la mayor parte de las instituciones a través de las cuales han perpetrado estos ataques a la libertad de los pueblos. Se constata asimismo el silencio cómplice de los medios adictos y siervos del globalismo, es decir casi todos los más visibles. El globalismo lleva consigo siempre esa repugnante ansia de poder económico y favorecer así al conglomerado de magnates y grandes empresas a las que se les amplía el radio de acción y negocio a través del control de países como Ucrania. Hoy Ucrania esta en manos de un globalista que saluda al final de sus intervenciones con el símbolo del puño característico del esgrimido por todos los golpistas de las revoluciones de color, pero también de una ministra suya que anuncia a bombo y platillo que se adhiere al Nuevo Orden Mundial de Soros y demás globalistas.
Tampoco ha sido Rusia la responsable de la masacre perpetrada por ese régimen instalado en el poder en Ucrania y que lleva ocho años asesinando a la población de las Repúblicas Populares Democráticas de Donetsk y Lugansk, tras ese golpe de estado de 2014. Eso tampoco es “exportar la democracia”, sino sembrar la muerte y el sufrimiento de hombres, mujeres, niños y ancianos inocentes. También en estos años constatamos ese silencio inmoral de medios de comunicación occidentales que, faltando a la verdad, no sólo han sido cómplices de ese genocidio, sino que han contribuido a acrecentar la ignorancia de los pueblos que integran las naciones de la OTAN y que hoy, tras la intervención rusa, sólo son capaces de ver lo que les quieren mostrar esos mismos medios inmorales a sueldo del globalismo.
Desde el Institute for Statecraft, (institución que depende del Foreign and Commonwealth Office británico) y que según papeles hackeados en su momento y accesibles en las redes, promovió la famosa “integrity Initiative”, se ha venido propiciando, desde hace años, una narrativa casi bélica contra Rusia, creando incluso “clusters” (grupos) de políticos, diputados, periodistas y otros profesionales que desde cada país de la OTAN, se vienen dedicando a promover una estrategia de influencia y desinformación sobre Rusia, con el fin de influir en la política y la opinión de esos estados en contra de Rusia. La operación contra el Coronel Baños, desde el “cluster España”, así como la designación de «maldita.es» e incluso de CIDOB, como los principales mecanismos activos, que bajo la excusa de buscar la verdad, se han dedicado a imponer siempre la “verdad globalista y anti-Rusa”, son perfectas ilustraciones.
¿Podemos entonces seguir creyendo que todo este hostigamiento sistemático contra Rusia es moralmente aceptable y no tendría consecuencias? Estados Unidos y el Reino Unido son cada vez más “jinetes solitarios” dentro de una OTAN en la que muchos países empiezan a considerar si su seguidismo belicista y globalista podría no coincidir con sus intereses en defensa de sus respectivas soberanías. El caso de Alemania y Polonia, negándose a desplegar, en estos momentos cruciales, aviones a Ucrania, muestra que no están dispuestos a aceptar la frase del Secretario de Estado Blinken, de Estados Unidos, afirmando que “le permite a los países de la OTAN, desplazar aviones a Ucrania”. ¿Quien es Estados Unidos para permitir una señal, inequívocamente bélica contra Rusia, a naciones soberanas europeas y no europeas miembros de la OTAN? La respuesta de estos dos países de la Alianza es quizá, en estos momentos, la señal más clara de una mayor independencia de decisión de la UE, una UE que empieza quizá a deshacerse de las garras angloamericanas que vienen subyugándola desde el inicio de su existencia.
Con respecto a España, no puede demorarse la consideración de nuestros estrictos intereses en esta contienda. Seguir alineándose con la estrategia globalista, y su ceguera y obcecación en contra de Rusia, es trabajar para los intereses del globalismo, no necesariamente para los de Europa y menos para los de España. Es preciso integrar las consideraciones precedentes como garantía de nuestra seguridad y reconsiderar las prioridades para España de su actual posicionamiento en la OTAN. España debe seguir perteneciendo a la OTAN, pero a una OTAN que se comprometa, cosa que no ha hecho aún, a defendernos en la frontera sur de España y de Europa. Mientras eso no se produzca, y ante la certeza de que las actuaciones agresivas de la OTAN solo pueden empeorar las cosas, es necesario pararse un momento a reflexionar antes de actuar y no tomar decisiones alineadas de las que seguro nos arrepentiríamos. Es el momento de construir una nueva arquitectura europea, independiente de intromisión alguna angloamericana. Una Europa abierta a un futuro de paz, seguridad, cooperación y prosperidad con Rusia, China y con todo socio adicional que contribuya a mejorar el bienestar de los españoles. Es la hora de la neutralidad de España en esta contienda.
https://rebelionenlagranja.com/noticias/el-enemigo-principal-es-el-globalismo-no-rusia-por-juan-antonio-de-castro-20220308
Más información: https://cesarvidal.com/la-voz/editorial/editorial-la-peculiar-alianza-de-la-familia-biden-y-los-nacionalistas-ucranianos-07-03-22
Había un programa radial hace muchos años en mi país en el cual el conductor tenía un lema, "...porque siempre hay que mirar el otro lado de las cosas". Un abrazo Susana!
ResponderEliminarMe parece una frase muy adecuada. Un beso
EliminarEs cierto. Un beso
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