Diario conservador de la actualidad

El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”. Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.

domingo, 12 de octubre de 2025

Costumbres importadas nos vuelven aún más idiotas, por César Wonenburger


Hace unas semanas me tocó asistir a una graduación. Y no, no fue en Harvard. Era el determinante paso de curso, el tránsito de primaria a secundaria, de un grupo de niños en edad escolar.


En el recinto ceremonial, los pequeños desfilaron ordenadamente mientras de fondo se escuchaban unas músicas impersonales, con esa levedad apócrifa, vagamente sentimental de tantas bandas sonoras actuales, nada solemne como la Pompa y Circunstancia de Elgar.


El previsible sopor se convirtió casi en tragedia en un instante. Tras la retahíla de ampulosos discursos recargados de agradecimientos, como los de los Oscar, al colegio se le ocurrió que no suponía ya bastante distinción conmemorar lo evidente, un trámite administrativo al que se le aplica la trascendencia propia de un rito de paso fundamental, un acontecimiento decisivo, inolvidable en la vida de esos infantes.



Había además que señalar personalmente a los chavales, mediante un oportuno reparto de diplomas.


Lo más obvio, en estos casos, sería conceder un reconocimiento al mejor estudiante del curso, o a un par de ellos a lo sumo. Pero, claro, ahora se considera que la exaltación del mérito, la ponderación de la excelencia particular puede resultar algo lesivo para quienes no resulten objeto de tales reconocimientos.


Y lo esencial es mantener la consensuada dicha colectiva, sin dejar de destacar a cada individuo, alejando así el fantasma del desencanto que puede derivar en indeseada depresión.


Aunque hasta eso lo hicieron mal. Se multiplicaron las categorías para así poder incluir desde aquel alumno que supuestamente encarnaría los más sólidos valores humanos, hasta al capaz de exhibir la más nítida caligrafía, de modo que prácticamente ninguno se quedara sin su pergamino.


Por el camino se les debió acabar el papel, porque finalmente cuatro o cinco entre todos los congregados no recibieron nada, con el consiguiente enfado de sus humillados progenitores.


O todos o ninguno, constituyó el grito de guerra del posterior cóctel, amplificado por familiares e invitados de los señalados, hasta concluir el festejo en una protesta formal a la dirección del centro por el tremendo escarnio de los menores.


Convertir un simple cambio de curso en la entrega de diplomas de los graduados del MIT, la primera comunión en una preboda o celebrar los quince años de la niña (última majadería importada de América) como una suerte de baile de la Rosa, más allá de la vulgaridad del detalle, revela otra avería de los tiempos actuales: la creencia de que todo el mundo es único (obvio) y especial (falso), otra innecesaria exaltación del ego que a la larga suele acarrear más frustraciones que beneficios, salvo para eso nuevos, ricos hechiceros de la tribu, los psicólogos.


El nuevo prestigio del suicidio

El premiado con el Princesa Sofía, Byung-Chul Han, escribe sobre el presente: «La vida nunca fue tan escurridiza, pasajera y mortal como hoy». Que se lo digan a los funcionarios del ministerio de Economía francés.


Según se ha publicado aquí mismo, en apenas seis meses, trece de estos empleados públicos se han suicidado, y otros ocho lo intentaron, sin éxito.


Resulta curioso que esta tendencia, que no es nueva (en 2024 se produjeron nueves muertes por las mismas causas, once en 2023, …), se registre en el departamento donde se organizan las finanzas públicas: 40.000 millones de euros de recortes en sus cuentas prevé realizar el gobierno galo en sus próximos presupuestos, si los sindicatos no incendian antes el Elíseo.


¿Acaso las personas encargadas de aplicar la tijera en los números estatales sienten la desazón insoportable que conllevaría la responsabilidad de recortar la pensión de la abuela?


¿O quizá es que, en contacto asiduo con información privilegiada acerca del verdadero estado de su economía, ante la negra perspectiva de un futuro de mayor pobreza y resignación, estas almas sensibles (débiles dirán algunos) optan por seguir los pasos de la cantautora Violeta Parra, autora de Gracias a la vida, que se pegó un tiro tras dejar una misiva para la posterioridad que concluía así: «El presidente Frei es un farsante. Fidel es un romántico. Lenin se equivocó. No quiero que mis hijos sean más cobardes»?


La muerte anticipada goza de un creciente prestigio: 30 al día, en España, un asunto del que se habla poco. Salvo en libros como el reciente «Notas de suicidio» de Marc Caella, de un modo que a algunos quizá les parecerá algo frívolo, pero entretenido y, a su modo, esclarecedor.


A la hora de la despedida fijada de antemano, también cuenta la cultura. «Rendirse es el saber», escribió en su última carta el escritor japonés Misao Fujimura, como parte de un delicado poema.


Jean Eustache, en cambio, fue más sumario, conciso y directo en la suya, destinada a los empleados del hotel donde eligió poner punto final: «Llame fuerte, como para despertar a un muerto».


Wagner señala ya al futuro: la inteligencia artificial

El festival de Bayreuth, conmemoración veraniega destinada a ensalzar las virtudes eternas (y algún defectillo) de Richard Wagner, en el teatro que él mismo se hizo construir para mejor presentar sus obras, se encamina hacia su 150 aniversario.


La magna conmemoración tendrá lugar el próximo verano, pero ya se ha dado a conocer la programación de tan relevante cita y hasta se pueden adquirir, desde ahora, las entradas.


En 1976, cuando se celebró el primer centenario, se creyó oportuno representar la obra esencial de este autor, la tetralogía El anillo del nibelungo, bajo un nuevo enfoque acorde con los tiempos modernos.


Para ello se contó con un gran hombre de teatro, el francés Patrice Chèreau, que llevó a cabo una lectura muy interesante, porque aunque cambiaba la época (a la revolución burguesa, en tiempos del compositor) respetaba el espíritu del original sin alterar, en lo esencial, el mensaje wagneriano.


Chèreau podía hacerlo porque se había tomado la molestia de estudiar profundamente las fuentes y además conocía a la perfección su oficio.


Nada que ver con mucho de lo que ha venido después: las puestas en escena de tanto diletante como hoy se apropia de los teatros líricos para vender como originales puestas de escena que, en realidad, cada vez más, no pasan de meros exabruptos, provocaciones calculadas para salir en los medios y lograr ese minuto de gloria sobre el que edificar una carrera basada en la eficaz escandalera.


Bayreuth, con ese afán profético de señalar el camino por el que, en el futuro, deberían transitar los nuevos dueños de la escena en sus interpretaciones de las obras del pasado, tampoco quiere dejar pasar, esta vez, ocasión tan relevante con una propuesta que, sin duda, propiciará ríos de tinta.


Para el año próximo, no esperen una nueva puesta en escena del Anillo a cargo de otro «genio» descubierto para la ocasión. La propuesta se le ha encargado a la inteligencia artificial.


Durante los últimos tiempos, se ha alimentado a uno de estos programas inteligentes con toda la información disponible acerca de las diferentes tetralogías ofrecidas desde 1876, de modo que la máquina pueda procesarla y ofrecer su propia interpretación con una mezcla de imágenes, datos, apuntes, lustraciones…


El resultado de tan imprevisible cóctel se mostrará en una gran pantalla, situada detrás de orquesta y cantantes.


Quizá el próximo paso sea pedirle a la IA que mezcle las voces de Lauritz Melchior, Ludwig Suthaus, Ramón Vinay, Wolfgang Windgassen, Plácido Domingo y otros legendarios tenores que hayan cantado el rol de Tristán (y lo mismo con el resto de los personajes de esta ópera) para ofrecer, de ese modo, una ideal representación de esta ópera wagneriana.


Algún nuevo actor, parecido a Leonardo Di Caprio, encarnaría al trágico amante mientras mueve los labios y se escucha, en playback, el mejunje. Del superhéroe a la encarnación ideal del super tenor. Todo se andará.


Haití se encomienda a las oraciones, no hay más

Al gran Caetano Veloso se le dan muy bien las tonadas sentimentales, la melancolía a veces traicionera, como cuando canta eso de: «As suas mãos onde estão? /Onde está seu carinho? /Onde está você?». Primero viene el recuerdo de las manos de la amada (lo esencial para el poeta) y luego ya el cariño y hasta la propia persona.


Pero el mayor trovador brasileiro moderno también suele oscurecer su voz, tan pródiga en melindrosos falsetes, para recurrir a la denuncia de algunos de los grandes males asociados con el hombre.


El racismo, por ejemplo, se aborda sin contemplaciones en Haití, una canción sobre las tropas de esclavos negros reclutados a marchas forzadas por los colonos de Brasil, y de ese pedazo de La Española, isla antillana partida en dos, que hoy alberga tanto a Haití como a la República Dominicana.


Curioso caso, el haitiano. Sus negros antepasados echaron a patadas a los antiguos amos franceses para convertirse en el primer país independiente de Hispanoamérica.


Es decir, con el permiso de Bondye se hicieron dueños de su destino hace más de dos siglos, lo que podría haber constituido una oportunidad para llegar a explotar sus recursos naturales (el azúcar, por ejemplo) con óptimos resultados y desarrollar, al tiempo, instituciones políticas y sociales sólidas hasta dotarse de los elementos propios de un estado moderno.


Nada de eso ha ocurrido. Con sus vaivenes, Haití ha llegado hasta hoy mismo convertido en una trágica, violenta quimera de sueños de redención truncados por el desgobierno, y la voracidad de sus élites, unidas al desconcierto de un pueblo ignorante que no acierta a qué atenerse, como tantas veces ha ocurrido por esas latitudes.


El país, o más bien su ficción, se desangra hoy en luchas civiles promovidas por varias facciones de señores de la guerra, tribus que siembran de caos, muerte y destrucción cualquier intento de fomentar la más mínima organización de su olvidado territorio.


¿No llegaría a interesarle a Trump y a algunos de sus colegas empresarios intentar convertir algo de lo que queda de Haití en un nuevo centro de peregrinación para ese turismo internacional ávido de novedosas experiencias? En sus costas occidentales aún podrían florecer relucientes complejos hoteleros que mantendrían a una parte de su población, al menos, ocupada.


Pero ¿cómo poner orden, sentar las bases de una promesa de prosperidad a medio plazo, entre quienes gozosamente proclaman su indomable rebeldía, el hito guerrero de su primera emancipación, esa que les condujo sin atajos al impulso anárquico del que aún no han logrado reponerse?


«Piense en Haití, rece por Haití». Va a tener razón Veloso con su canción. Ahí poco más puede hacerse ya. ¿Y aquí?

https://www.eldebate.com/cultura/20250730/costumbres-importadas-vuelven-idiotas-aun-fuese-posible_321504.htmlhttps://gaceta.es/opinion/banderas-de-nuestros-padres-20250429-0500/

9 comentarios:

  1. Vivimos en un mundo sumamente estúpido. Afortunadamente me jubilé a tiempo y no he tenido casi que sufrir en carne propia las chorradas de las graduaciones escolares, ni a los padres superprotectores con sus grupos de WhatsApp, que intentan ser ellos los que digan a los docentes lo que tienen que hacer con sus nenes consentidos y malcriados en una especie de educación a la carta. Un asco auténtico. Yo ahora no me dedicaría a la educación. Esto acaba con cualquier vocación.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ahora que tengo una nieta espero no tener que lidiar con esos problemas. Un beso

      Eliminar
  2. El que sabe tiene su premio y el que no tiene que aprender ya no está de moda, ahora se empareja para empeorar, un abrazo Susana!

    ResponderEliminar
  3. Ya leí en su momento este artículo y creo que respecto a costumbres importadas sólo habla en la primera parte, y no es que nos vuelvan más idiotas es que son los más idiotas los que las adoptan (aunque esté feo generalizar). Lo del suicido responde a la manipulación de cifras, si cincuenta sesinadas por violencia de género en un año es un desastre, ¿como llamamos a 30 suicidios al día?¿Y a 273 abortos al día?. Bien por la IA que monta un escenario, preg.untale por la próxima cita con el médico a ver si te dice algo inteligente. Y respecto a Haití, afortunadamente no hemos importado sus costumbres... pero todo se andará.
    Un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí es una mezcla de varios temas. Pero la graduación infantil es absurda. Un beso

      Eliminar
  4. Uy en ciertas cosas tiene razón Te mando un beso.

    ResponderEliminar
  5. Con CAYETANO. Todo lo importado parece que "importa" más. Yo no asisto al espectáculo.
    Un beso

    ResponderEliminar

315 católicos secuestrados en nigeria

Más de 300 niños y docentes han sido secuestrados en uno de los ataques más graves registrados en Nigeria en los últimos años. Hombres armad...