La principal diferencia entre el sector público y el privado es la asunción de responsabilidades. Imaginemos que, tras ver un animado tutorial en YouTube, decidimos ir a operarnos la próstata por primera vez sin ningún conocimiento previo. En el sector público, el paciente que se somete a una operación de próstata es un individuo más, un número más.
Si quieres bajar los impuestos, tienes que recortar el gasto público.
En cambio, en el sector privado, la próstata que te van a operar es la tuya. Algo me dice que en el sector privado vas a operar con más responsabilidad. De hecho, algo me dice que vas a admitir que no estás lo suficientemente preparado para hurgar con un bisturí en una zona tan delicada y acabarás desistiendo.
Desde niña siento aversión por la burocracia. Ahora que todo el mundo busca un motivo para hacerse la víctima, puedo decirlo: sufro burocrafobia. Veo un impreso oficial con un sello gubernamental y se me erizan los pelos como a la cuenta bancaria de George Soros, me sube un ardor infernal y destructor desde los pies hasta la cabeza, y siento ganas de inmolarme en el interior de algún registro federal. Sin llegar a la locura patológica europea, Estados Unidos tiene un enorme problema de burocracia. Miles de trámites que en la vida real sólo llevarían 15 minutos, se prolongan días y días en la administración pública, en el gobierno. (LEER MÁS de Itxu Díaz: Diez prioridades para la nueva Administración de Trump )
Las empresas tienen que dedicarse a ganar dinero. Los ciudadanos tienen que dedicarse a su trabajo y a sus familias. El gobierno tiene que dejar de molestarnos. Ni siquiera pedimos ayuda (cuando el gobierno te ayuda, primero te cobra un sobreprecio y luego, si sale mal, no es culpa de nadie o, peor aún, es tuya).
Se supone que el gobierno debe inventar subsidios para resolver problemas. Cualquiera que escuche esto pensará que es una historia bonita. Sin embargo, ¿alguien está comprobando si, además de sonar agradable, realmente está solucionando el problema? Además, si está solucionando el problema, ¿alguien está comprobando si no está causando colateralmente diez nuevos problemas?
Los subsidios no funcionan, desincentivan, ahuyentan el dinero, asustan a los inversores y convierten en idiotas a la mayoría de los que reciben subsidios. Parte del trabajo del gobierno es corregir errores y, a veces, un subsidio es necesario para hacerlo, lo admito, pero debería ser la maldita excepción y estar tan cerrado, protegido y vigilado como lo está nuestro dinero por el IRS.
Después de la reducción de la burocracia y la eliminación de los subsidios, el tercer elemento esencial para poner a dieta al gobierno es la reducción de los impuestos. Subsidios e impuestos son las dos caras de una misma obesidad.
La cuarta parte es la reducción del gasto público. Si se quieren bajar los impuestos, hay que recortar el gasto público, de lo contrario la economía podría entrar en un paro cardíaco y el resultado sería un desastre, porque al día siguiente 15 economistas demócratas saldrían gritando como locos: “Ya lo he dicho. Bajar los impuestos no funciona”. Krugman saldría dos semanas después diciendo lo mismo como si fuera una noticia.
Y la quinta parte de un plan de acción de emergencia contra la obesidad gubernamental es la simplificación de las leyes. Nada hace que el ciudadano se sienta más acosado que la proliferación de leyes estúpidas. La libertad es importante, pero el sentimiento de libertad a veces es aún más importante. Deshagámonos de todas esas leyes basura, de toda la porquería ideológica, de toda esa aburrida palabrería jurídica, y dejemos que los individuos vuelvan a tomar sus propias decisiones.
Trump y Musk planean ahora reeditar la Comisión Grace de Reagan , pero esta vez pretenden acertar; es decir, que además de detectar el despilfarro, alguien intente después eliminarlo. En realidad, creo que este tándem lo tendrá mucho más fácil que Reagan. Primero, porque el Gobierno ha engordado considerablemente, lo que significa que está lleno de grasa sobrante. Y segundo por una cuestión circunstancial: en unos meses, Trump tendrá acceso al Gobierno y podrá comprobar con sus propios ojos todo lo que sobra, trocearlo y amontonarlo en un rincón. Musk, por su parte, tiene una empresa que envía cosas al espacio. ¡Ahí podéis sacar vuestras propias conclusiones! (LEER MÁS: La mutación de la estupidez )
Comencemos una cadena de oración para que Trump use sus tijeras más afiladas y para que Musk envíe toda la grasa sobrante del gobierno al espacio. Pero no al espacio cercano donde operan sus satélites. No. Mucho más allá, al fin del universo, a donde Cleopatra perdió la serpiente, a un lugar al que los demócratas no puedan llegar en unos pocos años y traer de vuelta toda la porquería.
https://spectator.org/make-government-small-again/
Hay que aplicarse lo que se predica. Con independencia de burocracia, subvenciones e impuestos. Lo que hay que hacer es gestionar bien y en beneficio de todos. Todo lo que redunde en otro beneficio es un despilfarro.
ResponderEliminarUn saludo.
Para eso hay que ser honrado. Un beso
EliminarEl ajuste comenzará por el estado! Jajaja, chiste! Un abrazo Susana!
ResponderEliminarNadie lo cree. Un beso
Eliminargracias
ResponderEliminarUn beso
EliminarOJALA Y ASI SEA, UN BESO
ResponderEliminarDios lo quiera. Un beso
EliminarTe hace pensar. te mando un beso.
ResponderEliminarEsa es la intención. Un beso
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