Hace unos años, justo al comienzo de la pandemia, llegó a las librerías Esto no estaba en mi libro de Historia del Imperio español (Almuzara). La idea de Pedro Fernández Barbadillo era rescatar del olvido hitos y personajes que marcaron la historia del mundo, con el problema de haberlo hecho bajo la bandera de una nación que llegaría a estar lo suficientemente acomplejada como para no atreverse a recordarlos. Se quedó corto. "La historia del Imperio es un baúl de cerezas", comenta para LD. "Coges una y salen enlazadas muchísimas más. Podrías no acabar nunca de escribir sobre el tema". Así que ahora publica Historia desconocida del Imperio español (Almuzara), una segunda parte que tampoco suena a definitiva; y charla con nosotros acerca de este país extraño. Tanto, que si hiciéramos caso a quienes se dedican a difuminar su historia para restarle legitimidad, tendríamos que decir que nunca ha existido, aunque parezca existir hoy, si es que algún español del futuro no inventa alguna nueva teoría que lo desmienta.
Pregunta: Hace unas semanas, después de la celebración de la victoria de España en la Eurocopa, levantó revuelo un cántico: ¿Gibraltar es español?
Respuesta: Esperaba esa pregunta. Bueno… Lo que demostró la campaña de la izquierda a cuenta de ese grito de los jugadores fue el grave problema de unidad nacional que tenemos en España. Es decir, los franceses, los ingleses, los suecos, los portugueses… no tienen ese problema. Esa obsesión morbosa con el "cuándo nace España"... Para algunos, España es un país que no debió de existir nunca. Y este último revuelo es muy revelador. La izquierda que abjura de los paraísos fiscales defiende el paraíso fiscal de Gibraltar. La izquierda que está contra el colonialismo, está con Gibraltar. ¿Y eso por qué? Pues porque lo que detesta es únicamente que Gibraltar sea español. Quienes sostienen esto contradicen las declaraciones de la ONU cuando les conviene. Pero la cosa está clara: Gibraltar tiene que ser reintegrado a España, como España tuvo que reintegrar Ifni a Marruecos en los años 60. Es así de simple. Quienes no lo quieren entender lo que odian es España. Es un problema muy grave el que tenemos. Por otro lado, lo que pasa es que España es un pueblo histórico, una nación histórica que tiene una vinculación innegable con el catolicismo. Y por ahí también se explican muchas cosas. Quizás esta izquierda de los Errejones y de los Echeniques estaría más contenta de vivir en Al Ándalus.
P: ¿Tanto peso sigue teniendo la religión, todavía hoy?
R: Sí, sigue teniéndolo porque se trata de un complejo que marca el espíritu de nuestro tiempo. El nacionalismo más aceptado hoy es el francés, por ejemplo, precisamente por ser laicista. Proviene de una revolución que guillotinó a un rey y cargó contra todo lo que tuviese que ver con la sociedad tradicional. Todos los demás patriotismos están mal vistos: el alemán, el español, el polaco… Pero el caso de España es paradigmático porque es un país que todo lo que ha hecho en la historia está indisolublemente unido al catolicismo. Y esto mucha gente no lo puede soportar. La última manifestación del confesionalismo católico de la nación española fue la guerra civil y la victoria del bando nacional. El bando nacional definía su actividad como una cruzada de liberación. El Papa nunca la declaró cruzada, hay que decir. Y esto no funciona igual que en el caso de los musulmanes, cuya yihad la puede declarar cualquiera que tenga la autoridad en su comunidad. Pero bueno… Franco iba a misa. Franco entraba bajo palio en las iglesias. Y en parte mucho del odio que despierta su figura tiene que ver con eso. No existe un odio igual en Portugal contra Salazar. Si algo define a la izquierda que odia a España es que es furibundamente anticatólica. Es una izquierda atea, socialista, que sueña con instaurar un régimen comunista. En su momento también había gente que miraba la Albania de Hoxha, que hay que estar tocado, pero bueno. Luego, por otro lado, tienes a todos los acomplejados, a todos los que se alimentan de los libros de Nieves Concostrina y de sus charlas en la SER…
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La izquierda que está contra el colonialismo, está con Gibraltar. ¿Y eso por qué? Pues porque lo que detesta es únicamente que Gibraltar sea español
P: Sin embargo, la izquierda española mira con buenos ojos a otros nacionalismos patrios. Y tampoco se puede decir que no estén ligados al catolicismo…
R: Bueno, claro. Los del PNV reivindican a personajes como Sabino Arana, totalmente católico, e incluso tan carca que llega a hacer parecer al nacionalismo catalán un descafeinado con leche. Pero eso es porque esos nacionalismos y la izquierda tienen objetivos comunes. Los nacionalistas vascos y catalanes, al igual que la izquierda, necesitan construir un discurso contra España, contra lo español. Así que hasta te presentan un catolicismo de concordia, sobre todo después de la guerra civil, no digamos ya después del Concilio Vaticano II. Se trata de un catolicismo guay, un catolicismo de viva la gente, diferente del catolicismo mesetario, castellano, español, que es el catolicismo de la Inquisición, de la imposición, de la intolerancia. Lo que hacen es construir un pasado cuanto más oscuro mejor, para poder legitimarse. Dicen: "No queremos ser como ellos". Así que "ellos", es decir, los españoles, tienen que ser lo más oscuro, lo más siniestro, lo más despiadado, lo más inculto, lo más bruto.
P: He empezado hablando de Gibraltar porque algunas personas salieron a decir que cuando se firmó el Tratado de Utrecht, España no existía. Eso me hizo pensar en cómo incluso quienes más denostan el recurso a la historia acaban acudiendo a ella si creen que les da la razón…
R: No hay más que ver cómo esa misma gente que acude a la historia para "demostrar" que España nunca existió defiende la existencia milenaria de Cataluña, o del País Vasco… Sí, vamos a ver, es que el hombre es un ser social. Necesita identidades. Y la historia es necesaria en ese sentido, porque es la que nos da una identidad. Lo que pasa es que es como un medicamento, que es necesario en la dosis adecuada, pero que si te pasas envenena. Los nacionalismos vascos y catalán están alucinados con la identidad, en ese sentido. Aunque son diferentes entre sí. Salvador de Madariaga decía que el catalán puede, retorciendo los hechos, ocultando información, manipulando el pasado, con mucho esfuerzo, llevar el agua a su molino. Puede, en la medida de lo posible, construirse una supuesta historia propia que lo justifique. El nacionalismo vasco sin embargo tiene que inventárselo todo. Y no digamos el gallego. Porque lo que sabemos, lo que está demostrado, es una vinculación innegable, indestructible, de lo gallego y lo vasco, también de lo navarro, con lo español.
P: ¿Por qué la historia nos interpela tanto?
general-miguel-ricardo-de-alava.jpgGeneral Álava.
R: Mira, ocurre una cosa, y es que los pueblos que no conocen su historia, se la acaban inventando. Así de fuertemente necesitamos una identidad. Las personas necesitan raíces para vivir. La propia historia está plagada de ejemplos que lo atestiguan. Y por eso, de hecho, la historia siempre es susceptible de ser utilizada e interpretada como a cada cual le convenga. Lenin, por ejemplo, abjuró de buena parte de la historia rusa. Era un internacionalista. Sin embargo, Stalin la recuperó. Seleccionó a los personajes que más le convenían para enlazar su presente con el "gran pasado" de la historia rusa. Y escogió a Iván el Terrible, por ejemplo. Era como él, en cierto modo. Cuando llegó la invasión alemana quedó claro que la bandera del socialismo y del comunismo no servía para movilizar a la gente. Así que terminó recurriendo a lo de siempre: a la patria, a la Iglesia, a Dios… A la Segunda Guerra Mundial en Rusia la conocen como la Gran Guerra Patriótica. Por decir menos que eso, Lenin te mandaba a Siberia. Sin embargo, con Stalin quedó patente que ese tipo de componentes patrióticos eran mucho más poderosos que cualquier abstracción económica. Porque lo más aglutinador es el patriotismo. Es la famosa frase de Foxá: la gente no muere por el sistema métrico decimal. La fuerza más movilizadora para los hombres está enraizada en todo lo que entraña el patriotismo. El apego a una tierra, a una sociedad, a una cultura, a una historia compartida, a una identidad. ¿Qué es lo que permitió a Lincoln armar un ejército? No fue la causa del abolicionismo. Fue la causa de la Unión. La gente fue a la guerra por mantener la Unión. Y los del Sur lucharon por defender su modo de vida, que incluía la esclavitud.
P: En esa liza de interpretaciones de la historia, ¿por qué los españoles desconocemos tanto del Imperio español? ¿Pareciera que, más que creernos la Leyenda Negra, lo que todavía no cuestionamos es la leyenda dulcificada de los imperios inglés y francés?
R: Pues mira, hasta hace relativamente poco la cosa en Occidente era así, sí. Cuando yo era crío, los británicos y los franceses conocían la historia de sus imperios y estaban orgullosísimos de ella. Maldecían la descolonización, por ejemplo. En ese momento, la anormalidad en Occidente era España: un país que despreciaba su historia y que se maldecía a sí mismo. Hoy eso parece haberse contagiado al resto de países. No hay más que ver el revisionismo estadounidense con el tema de la esclavitud. Algunos quieren borrar a todos los presidentes que tuvieran esclavos. También les está pasando a la hora de acercarse a su propia guerra civil. Antes había películas que incluso hacían una reivindicación del viejo sur. Hoy es impensable. En el fondo lo que está pasando sigue el mismo esquema que tanto conocemos en España. Existe una izquierda que ha comprado una leyenda negra que odia lo europeo, lo cristiano, lo occidental, y que está aplicando el mismo molde. El veneno segregado en las universidades ya está empapando a todo el mundo. Antes se usaba como arma para acomplejar a los países hispanoamericanos, exclusivamente. Siempre te encontrabas antropólogos de universidades norteamericanas o europeas en las protestas indigenistas que se organizaban en Bolivia, en Perú o en México. Qué curioso, verdad. El indigenismo ha contribuido a un desmembramiento en hispanoamérica que dio a luz a un montón de Estados débiles, peleados entre sí e impotentes debido a rencillas internas carentes de sentido. Bien, pues ese mismo estado mental que discrimina la herencia histórica en base a una ideología desnortada es lo que se está dando en el resto de Occidente. Y ahora son el resto de europeos los que tienen que avergonzarse de lo que hicieron sus antepasados…
La anormalidad en Occidente antes era España: un país que despreciaba su historia y que se maldecía a sí mismo. Hoy eso parece haberse contagiado al resto de países
P: Centrándonos en España, ¿por qué, al hablar de la Ilustración, por ejemplo, desconocemos la influencia de la Escuela de Salamanca?
R: Eso tiene que ver con la Leyenda Rosa anglosajona que mencionabas antes. Se vio muy bien cuando Giscard d’Estaing, al ponerse a elaborar la Constitución Europea, se negó a hacer una mención especial al cristianismo. Pero es que en la base de la Ilustración está la Iglesia. Y la Iglesia española, más concretamente. Lo que ha habido tradicionalmente es una lucha de relatos en la que lo que se impuso fue que los modernizadores fueron los británicos y los franceses, mientras que los españoles estaban atrasados. Es la historia de la supuesta España oscurantista, la España de Felipe II, el rey déspota, la Inquisición española, en contraposición a una Europa mucho más avanzada en ideas y mucho más plural. Lo curioso es que si revisas la historia llegas a la conclusión contraria. España iba más avanzada que el resto del continente. Aquí se desarrolló la primera teoría monetaria y sobre la inflación, por ejemplo. Los holandeses también fueron bastante precoces. Fueron capaces de desarrollar unos sistemas financieros de compañía mercantil y de bolsa que les permitieron financiarse y conseguir un vehículo legal adecuado para desarrollar el capitalismo. También existían en España, pero las que más rápido se adaptan y las que mejor funcionan en un primer momento son las holandesas. Después, todo eso lo copiaron los ingleses. Pero es que todo, como he dicho, es una lucha de relatos. La historia no es sólo hacer las cosas bien y hacerlas antes. Es venderlas mejor. Y venderse, por el camino, como el único capaz de hacerlas. Es lo mismo que hizo Kennedy con el primer alunizaje. Esa forma de decir que se había ido a la luna no porque se pudiese hacer o porque fuese fácil, sino porque de hecho es difícil, y los únicos que tenían la capacidad para lograrlo eran los estadounidenses. La interpretación de la historia está plagada de choques de relatos. En el caso de los ingleses, convierten hasta su piratería y sus depredaciones en empresas civilizatorias. Para eso tienen que reinterpretar, por supuesto, y borrar determinados hechos. Pero sobre todo manchar al enemigo. El rival de los ingleses durante mucho tiempo fue el Imperio español. Así que la cosa es clara: los españoles son papistas, son lujuriosos, son vagos, son explotadores… Los indios del Perú sufren bajo el yugo español, estarían mucho mejor bajo el nuestro. En fin. Eso, que no pasa de ser propaganda, se ha acabado convirtiendo en canon histórico, que luego en España, por desgracia, se ha comprado. Todas las grandes potencias de la historia han tenido sus leyendas negras. El problema está cuando se las creen ellas mismas.
P: Su libro se centra mucho en el espionaje del Imperio. ¿Por qué?
R: A ver, es que los historiadores anglosajones son tan buenos, escriben tan bien y transmiten tantas maravillas de sí mismos, que es difícil no creerlos. El desastre del 98 en España explica también algunas cosas. Era un momento en el que todos los países europeos, hasta los portugueses y los belgas, tenían unos imperios coloniales descomunales. Había que buscar una responsabilidad, unos culpables del declive absoluto español. Y la respuesta rápida fue que nunca fuimos tan listos como los ingleses, ni tan buenos navegantes, ni tan industriosos, ni tuvimos unos gobernantes tan serios… Y, desde luego, no tuvimos unos espías como los de ellos. El espionaje es un tema fundamental en la historia. Y un imperio no dura lo que duró el español sin redes de inteligencia excelentes. Esa imagen que tenemos de nosotros mismos, como si siempre los españoles hubiesen sido gente bruta, supersticiosa, aguerrida, poco sofisticada… Gente que supuestamente llegó ante el Imperio azteca y lo conquistó a base de mandobles —y porque los indios no habían visto nunca caballos ni escuchado los disparos de arcabuz, que si no…—. Simplemente no se sostiene. Yo lo que intento demostrar es que un imperio que dura 300 años, es decir, más que el británico y que el soviético, no se mantiene exclusivamente con soldados brutos e ignorantes. Detrás hacen falta ingenieros, navegantes —y para ser navegante, en aquella época, había que saber mucho de matemáticas—, tiene que haber botánicos, y sacerdotes, y lingüistas, y gramáticos… Es decir, hace falta una cantidad de gente de ciencia y de cultura descomunal. España fundó una treintena de universidades en América. Y, por supuesto, tiene que haber muy buenos espías. El Imperio español contó con los mejores, pero son completamente desconocidos. Y esto ocurre por dos tergiversaciones de nuestra historia que sufrimos: están quienes dicen que los españoles eran unos ignorantes y unos brutos; y están los que sostienen todo lo contrario, que eran unos ángeles, unos seres de luz inmaculados que en vez de espadas llevaron la pluma y cosas por el estilo. Para esos segundos, ¿cómo iba a espiar un español? ¡Si eso era una cosa indigna! Pues bien, Felipe II le daba instrucciones a su hermano Juan de Austria sobre cómo tenía que usar a los espías en la Liga Santa cuando preparaba la batalla de Lepanto. Carlos V cifraba y descifraba personalmente sus mensajes. Y lo mismo hacía Fernando el Católico.
P: Tengo entendido que Fernando fue un pionero a la hora de establecer redes diplomáticas por toda Europa.
diego-sarmiento-de-acuna-i-conde-de-gondomar-y-el-mejor-embajador-espanol-en-londres.jpgConde de Gondomar.
R: Es así. Esa fue una de las grandes innovaciones de España. Antes las embajadas eran temporales. Solían ser embajadas que se constituían para negociar un tratado, una paz, o para felicitar a otro monarca recién coronado y cosas por el estilo. Fernando e Isabel son los primeros que establecen las embajadas diplomáticas permanentes. Con el Papa, primero. Y después, Felipe II tiene hasta siete en toda Europa, cuando Isabel de Inglaterra tenía una. Fíjate tú lo que supone eso en gasto, pero también en gente preparada. Todo eso lleva al desarrollo del espionaje, porque se establece una guerra oculta entre las diversas potencias, que pugnan por interceptar los mensajes de sus vecinas. Así que comienzan a cifrarse. Yo en el libro hablo, por ejemplo, de los problemas que tenía Felipe II con sus correos, que eran atacados sobre todo en Francia por los hugonotes, con la connivencia de la Corona francesa. Al final, una cosa que no hay que olvidar es que el primer gran Imperio europeo fue el español. Fue el primero en estar en los cuatro continentes —sin contar Oceanía—. Y para ello tuvo que valerse de muchísimos perfiles valiosísimos en muchísimas áreas diversas. De lo contrario, no habría aguantado tanto.
P: Dedica su último capítulo al 12 de Octubre. ¿Tiene sentido esa frase que dice que un español no está completo hasta que no conoce América?
R: Yo creo que sí. A ver, España está en la historia por dos motivos. El primero, por la Reconquista, que también es negada, aunque esa es otra historia. Pero sobre todo está en la historia por el descubrimiento y la colonización de América. Ese es el nacimiento de la hispanidad. Existen críticas que dicen que la situación de pobreza y caos que se vive en hispanoamérica ahora se debe a la deuda histórica de la hispanidad, cuando en realidad es al revés. Lo que existe de institucionalidad allí es heredado de lo español. En Madrid no hubo universidad ni catedral hasta el siglo XIX, ya con la independencia de los virreinatos americanos. México y Lima tuvieron universidad y catedral a mediados del siglo XVI. ¿Los ingleses y los franceses y los alemanes han hecho algo parecido en sus imperios? De ninguna manera. ¿Qué universidades dejaron los británicos en la India o los franceses en África o en el Canadá francés? La hispanidad es, por tanto, un vínculo que nos une a los hispanos de las dos partes del atlántico, que debemos reivindicar y por el que debemos sentirnos orgullosos. Que eso lleve a una identidad, a una unidad política a muy largo plazo… puede que no lo veamos. Nuestros países tienen gobiernos muy distintos. Nadie quiere ser como Cuba o Venezuela. Algunos ahora quieren... les llama mucha atención el experimento que hay en Argentina, con Milei. Otros, precisamente los españoles que antes admiraban a Argentina, ahora, por el mismo motivo, la detestan. En cualquier caso, la hispanidad es imprescindible para que España, hablamos como españoles, recupere un lugar en el mundo. Es lo lógico, además. Es decir, mira cómo los británicos tratan de mantener sus lazos con sus antiguas colonias de la Commonwealth. En Francia mantienen también la francofonía, de la que se están separando ahora mismo Mali, o Níger
En ese sentido, los españoles no podemos pretender dar lecciones a los hispanoamericanos, o ser una especie de primus inter pares en comparación con otros hispanos; pero sí debemos tratar de proyectar algún tipo de unión, no necesariamente política, pero sí que garantice un vínculo que de hecho comparten 600 millones de hispanohablantes. Tenemos que saber, todos, que tenemos una historia y una identidad comunes. Y que, merced a ella, podemos estar presentes de alguna manera en el mundo. Ponte por caso el ejemplo de Yugoslavia. Cuando yo era joven, era un país importante en el mundo. Era un país grande, entre la OTAN y el Pacto de Varsovia, aunque fuese de régimen comunista. Y era un país halagado por los dos bloques. Es cierto que era un país artificial, pero tenía una influencia internacional poderosa. Encabezaba el movimiento de los no alineados. Cuando se desmembra, con una guerras tremendas, aparecen una serie de países más pequeños que actualmente no cuentan absolutamente para nada en el mundo. Kosovo es un portaaviones de Estados Unidos en los Balcanes. Montenegro, Macedonia, ¿de qué viven? Del narcotráfico, de la delincuencia, del contrabando y de la ayuda de la Unión Europea. Ahora piensa en la hispanidad. ¿Qué es de Honduras? ¿Qué es de Centroamérica? ¿Qué es Cuba? Venezuela, Bolivia… ¿Qué son hoy en día países como Uruguay, Argentina, Chile? ¿Qué pueden hacer ante mastodontes como Estados Unidos, China o la India? Una hispanidad en la que, antes de tomar una decisión, los políticos pensasen en las consecuencias que podría tener para sus vecinos, sería un avance. Hemos empezado hablando de Gibraltar. Plantéate el peso que podría tener dentro de Naciones Unidas un bloque hispano unido en la reclamación legítima sobre la devolución de Gibraltar. Sería otra cosa. Sería una molestia permanente y sería una muestra de que, cuidado, que si te metes con un ecuatoriano te estás metiendo con más gente. Al final, España no puede ser neutral, como Suiza. Lo impide su situación geoestratégica. Estamos en la boca del Estrecho, uno de los pasos marítimos más importantes del mundo. Tenemos también la proyección atlántica y, por supuesto, la proyección americana. Necesitamos aliados.
Un Imperio que dura 300 años, es decir, más que el británico y que el soviético, no se mantiene exclusivamente con soldados brutos e ignorantes
P: ¿Pero cómo pudo haber hispanidad, si España no existió hasta el XIX?
R: Es llamativo, ¿verdad? Hablando de Leyenda Negra, yo cito el caso de Australia. Australia no tiene ningún problema de identidad nacional ni de cuándo existe como nación. Entre 1788 y 1868, los ingleses, la Corona británica, el gobierno, el parlamento inglés, usó Australia como colonia penal. La poblaron con deportados. 162 mil convictos enviados. Y no tienen ningún problema con eso. De España se cuenta la mentira de que en los barcos de Colón iban convictos. Es mentira, claro. Pero, ¿y qué? Se dice que a América iban los más tontos, los más vagos, delincuentes de la peor calaña… Eso lo dicen hispanoamericanos y lo dicen españoles. Historiadores, por fortuna, cada vez menos. Porque es mentira. La corona española vigilaba que no pudiera pasar cualquiera. A Cervantes se le prohíbe ir en dos ocasiones, como relaté en mi anterior libro. Como era un mutilado de guerra, no cumplía los requisitos. No podía ser soldado. "¿Qué va a hacer allí?". "No, no queremos que pueda dar ejemplo de holgazanería". Por supuesto, se colaba gente, y había contrabando. La vida podía ser más cómoda allí para un sinvergüenza. Los había que dejaban aquí a la mujer y se iban a probar suerte. Pero precisamente por eso la Corona intentaba que las mujeres se pasasen también al otro lado. A los casados que encontraban en América les daban a elegir entre eso o volver a España. Eso te indica que se quería transplantar España allí. No se quería utilizar ese territorio para explotarlo colonialmente.
P: ¿Cuál es su criterio de selección de los temas para estos libros?
R: No es difícil. Este tipo de desconocimientos enormes son abundantísimos. Abres el cofre del Imperio y es como las cerezas. Coges una y van saliendo más, enlazadas. Es tal la cantidad de personajes asombrosos desconocidos que tenemos que no terminarías nunca de escribir sobre ellos. Yo selecciono personajes poco conocidos, o que empiezan a ser conocidos ahora. Por ejemplo, en el libro anterior indagué en la expedición de la Viruela. Un acontecimiento increíble que se mantuvo en la sombra de forma inexplicable hasta hace bien poquito. No digo ya en las facultades de Historia. Es que en las de Medicina apenas se conocía. O gentes como el general Álava, que fue amigo y colaborador de Wellington durante la guerra de Independencia. Al menos, por fortuna, aparece en el monumento a la batalla de Vitoria. Pero poco más. Claro, en España lo que se investiga es sobre la Memoria Histórica, con una clara anteojera ideológica, además. Sobre los muertos del franquismo. Eso es lo que está subvencionado. Por otro lado, ¿cómo van los gallegos o los vascos a reivindicar al conde de Gondomar, o al general Álava, cuando fueron personajes que ennoblecieron y honraron lo español? Yo sí intento rescatarles, en la medida de lo posible. Uno que se me ha quedado pendiente es Agustín de Betancourt, un militar canario, ingeniero, ilustrado, listísimo, creador de multitud de inventos, que podría haber sido uno de los grandes industrializadores de España. La Corona le mandó a París para ponerse al día con los adelantos científicos que allí se estaban dando. Escribió sobre fábricas, sobre maquinaria, sobre el funcionamiento de la maquinaria de vapor… Pero en España no se le quiso porque Godoy no lo tragaba. Napoleón incluso le hizo una oferta para quedarse en París, pero él decidió marcharse y se puso al servicio del Zar ruso, contribuyendo a desarrollar la navegación a vapor por el Volga. Bien, pues apenas es conocido en España. Y, desde luego, merece por lo menos un capítulo de mi próximo libro. Y un documental, también. Otros personajes que me gustaría tratar son los grandes marinos que tiene España, no sólo Blas de Lezo. Tenemos a Pedro Menéndez de Avilés, en el siglo XVI, que es el que elabora el sistema de flotas de indias, que dura más de doscientos años, por ejemplo. O Antonio Barceló, balear y semianalfabeto, pero que a pesar de todo llegó a ascender a teniente general de la Armada. Fue recibido por Carlos III y consiguió acabar con la piratería berberisca mediante un bombardeo descomunal de Argel. Y hay muchos más. Tenemos todo tipo de personajes: santos, militares, navegantes, científicos, teólogos, misioneros…
P: Rescata también el ejemplo del calendario gregoriano…
R: Que quizá debería llamarse calendario filipino… O sea, el mundo entero cuenta el tiempo, los días y los meses con un calendario cuya base se elabora en la Universidad de Salamanca. ¿Cuántas investigaciones se han hecho profundas, serias, sobre este calendario? Yo solo he encontrado una. ¿Por qué? Eso tenemos que preguntárselo a la Academia española. Parece estar más interesada en lo que diga Emilio González Ferrín, que es de los que niega la existencia de la Reconquista, porque, según él, ni siquiera hubo invasión musulmana… O con políticas de género y con rebuscar el papel de las mujeres en la España de la Restauración… Al final, seguimos teniendo que esperar a que nos cuenten nuestra historia los de fuera.
P: ¿Por qué? Tengo entendido que el género histórico funciona muy bien editorialmente.
R: Sí, es cierto. Hay muchísima demanda. Hay una necesidad. Como hemos dicho antes, el hombre necesita saber. Conocer sus raíces, sus tradiciones. Y ya hay un cierto hartazgo de esa historia oficial de España, perpetrada por la izquierda, que consiste en echarle la culpa de todo a nuestros antepasados. Eso de que te digan, por ejemplo, que exterminaron a una civilización y a una cultura fantástica como la azteca… Los españoles les interrumpieron sus sanas costumbres de realizar sacrificios humanos, claro. Debemos pedir perdón por cometer semejante barbarie. Pero es que resulta que los aztecas eran una civilización mucho más refinada, ¿sabes? Algunos dicen que enseñaron a los conquistadores a bañarse… Lo mismo que hicieron los musulmanes de Al-Ándalus con los cristianos del norte, según los andalucistas. Bueno, pues con ese nivel, normal que la gente esté cansada.
Hay un cierto hartazgo de esa historia oficial de España, perpetrada por la izquierda, que consiste en echarle la culpa de todo a nuestros antepasados
P: ¿Desde cuándo existe España?
R: Pues si seguimos las tesis de algunos, como la de González Ferrín, es imposible de precisar. Si no hubo Reconquista, porque además las partes del norte de la península estaban supuestamente poquísimo romanizadas… quién sabe. Ese tipo de barbaridades se llevan diciendo tiempo. En los años 70, sobre todo desde la Universidad de Oviedo, se desarrollaron unas teorías absurdas que ponían en tela de juicio que Pelayo fuese visigodo, por ejemplo. O que, de serlo, daba igual, porque la población de allí no respetaba a los visigodos, ya que no había sido ni romanizada. Todo venía de una serie de profesores comunistas que se inventaron que aquella era una sociedad ajena al resto de la península. Y una sociedad matriarcal, además, colectivista, el sueño de todos los que siguen necesitando demostrar que el comunismo puede funcionar… En fin, si algo bueno han tenido las autonomías es que como allí no hay demasiado monumento, lo que hicieron fue ponerse a cavar. Y lo que se ha descubierto es que hay yacimientos romanos y visigodos tan importantes que ya no se puede seguir manteniendo ese discurso. Hace poco, por ejemplo, apareció un puerto romano descomunal, el más grande después del de Burdeos, en el golfo de Vizcaya. Y en Asturias han aparecido yacimientos importantes también. Así que bueno, como la cosa es buscar argumentos para desmontar cualquier evidencia histórica que pueda explicar lo que es España, ahora ya no sólo se niega la Reconquista, sino que se niega hasta la conquista islámica previa. En fin. De todas formas, al final las evidencias siempre caen por su propio peso.
https://www.libertaddigital.com/cultura/libros/2024-08-04/pedro-f-barbadillo-hay-un-hartazgo-de-esa-historia-oficial-que-le-echa-la-culpa-de-todo-a-nuestros-antepasados-7152780/
Contar la historia tiene su complejidad, cada cual la encara de diferente mirada y así se arman grandes embrollos, un abrazo Susana!
ResponderEliminarEs un artículo muy largo pero muy interesante. Un beso
EliminarEl ser humano siempre culpa a otros de sus pecados sean pasados o presentes. Te mando un beso.
ResponderEliminarAsí es. Un beso
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