Vivek Ramaswamy tiene buenas razones para amar el capitalismo y temer su autodestrucción. Hijo de emigrantes indios a EE.UU., él mismo llegó –con su talento y esfuerzo, no mediante cuotas raciales– a ser CEO de una importante empresa farmacéutica. Su libro Woke, Inc. explica, entre otras cosas, cómo la llegada del libre mercado sacó a cientos de millones de personas de la miseria en el país de sus padres, con el que Ramaswamy mantuvo siempre contacto porque volvían para las vacaciones. Los beneficios no son sólo materiales: ha sido el capitalismo, no las leyes, el que consiguió desmantelar el sistema de castas en la india. En una sociedad CON mercado (concepto preferible al de «sociedad DE mercado», pues no todo debe ser mercantilizado, y Ramaswamy es categórico sobre eso también) las clases sociales son permeables porque el principio de diferenciación social es la riqueza, y la riqueza es alcanzable por quien triunfe profesional o mercantilmente, cualquiera que sea su origen; una sociedad de castas, en cambio, se basa en el linaje: el destino de cada persona queda sellado por su cuna. La gratitud hacia un sistema que había permitido a su familia mejorar su suerte por méritos propios convirtió a Ramaswamy, no sólo en un apologista del mercado, sino también en un patriota norteamericano: «El sueño americano es un sueño de prosperidad, libertad y oportunidades. Es la idea de que, con independencia de quiénes sean tus padres, puedes realizar tus sueños a través del trabajo duro, el compromiso y el ingenio» (Woke, Inc., p. 326).
Diario conservador de la actualidad
El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar.
Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
miércoles, 3 de mayo de 2023
Capitalismo woke
Precisamente
porque es consciente de que el capitalismo se basa en «la fe en el
individuo como agente libre en el mundo», Ramaswamy ha escrito el mejor
libro sobre la amenaza que representa la «wokización» del capitalismo.
El wokismo disuelve al individuo en el grupo de turno (sexo,
raza, orientación sexual…), y por tanto niega su libertad: sus
opiniones, intereses y hasta pecados o virtudes han de ser las del
rebaño sexual o étnico (y en esto llegan hasta la idea cuasi-nazi de la
«culpa racial»: todos los blancos estamos contaminados por el supuesto
pecado original de la raza blanca esclavista-imperialista, etc.). De ahí
la inquina contra los renegados: mujeres que no acepten el discurso
feminista, negros que no asuman el relato racial-victimista,
homosexuales que no se sientan representados por la monserga LGTB… La
congresista Ayanna Pressley ha llegado a decir: «No queremos más caras
negras que no quieran ser voces negras» (o sea: no queremos en el
Congreso negros que rechacen la cantinela woke sobre el «racismo sistémico», la necesidad de cuotas raciales, etc.). Y, por supuesto, para el wokismo,
la idea de meritocracia -consustancial al capitalismo- no es más que
una tapadera de la persistencia de la dominación racial-sexual.
Entonces, ¿cómo es posible que las grandes empresas hayan abrazado la ideología woke?
Se trata de un hecho innegable: todas, desde Apple a Uber, emitieron
comunicados de apoyo a Black Lives Matter tras la muerte de George
Floyd, por ejemplo. Disney obliga a sus empleados a asistir a cursillos
sobre «¿Qué puedo hacer contra el racismo?»; Coca-Cola, a seminarios
sobre «Cómo ser menos blanco» (no se trata de pigmentar la piel a la
inversa de Michael Jackson, sino de «ser menos opresivo, menos
arrogante, menos seguro, menos defensivo, más humilde»). Todas las
grandes empresas tienen protocolos y oficinas «de diversidad»,
entendiendo por «diversidad» la de genitales y colores de piel, no la de
pensamiento, que precisamente se ve triturada por el adoctrinamiento woke, como pudo comprobar James Demore en Google.
Ramaswamy busca las raíces intelectuales del capitalismo woke a principios de los 70. Milton Friedman escribió en 1970 (en un artículo de The New York Times Magazine) que el único objetivo de una empresa debía ser la búsqueda del beneficio (shareholder capitalism,
capitalismo de accionistas), y que la gran virtud del sistema de
mercado es que esa búsqueda del interés particular termina beneficiando a
la sociedad a través del mecanismo que Adam Smith había llamado «mano
invisible». Le respondió en 1973 un intelectual entonces joven,
proponiendo un modelo de stakeholder capitalism en el que las
empresas debían perseguir, no sólo el beneficio de sus accionistas, sino
también «el de sus trabajadores y empleados, así como el de la sociedad
en su conjunto». Las empresas debían asumir una función social: no
indirecta/paradójica a través de la mano invisible, sino explícita a
través del activismo moral visible (de ahí saldrían conceptos como la
«responsabilidad social corporativa»). Ese intelectual se llamaba Klaus
Schwab, y sus ideas se plasmaron en el Manifiesto de Davos («Código
Ético para los Líderes Empresariales»). Esos fueron los comienzos del
Foro Económico Mundial y sus reuniones anuales en las lujosas nieves
suizas para la promoción del ”capitalismo ético”.
La
necesidad de postureo moralista por parte de las empresas será tanto
mayor cuanto más anticapitalista sea la mentalidad ambiente. La
hegemonía cultural de la izquierda -últimamente, izquierda woke-
hace que los superempresarios tengan que expiar a través de todo tipo de
profesiones de fe progresista el «pecado» de ser tan ricos. En otras
ocasiones, el exhibicionismo moral sirve para desviar la atención de
asuntos en los que peligran intereses empresariales decisivos. Por
ejemplo, a Coca-Cola le sale más barato impartir cursillos de
anti-blanquidad que plantearse una modificación de los ingredientes de
su bebida, que está contribuyendo a una plaga de obesidad y diabetes que
afecta desproporcionadamente a… los negros. La rápida wokización
también sirvió para difuminar con una cortina de humo la
responsabilidad de determinadas empresas y bancos en la crisis
financiera de 2008.
«El
wokismo necesitaba dinero. Y Wall Street necesitaba un imprimatur
moral» (p. 129). De ahí surgió una alianza contra natura. El resultado
es el complejo woke-industrial, un Leviatán en el que Gobiernos woke,
superempresas vendidas al wokismo, universidades wokizadas, medios de
comunicación y plataformas tecnológicas ideologizadas, organizaciones
internacionales, etc. cooperan en una red de totalitarismo blando sin
precedentes. En la colusión hay ganadores y perdedores: «Las
superempresas ganan. Los activistas woke ganan. Las celebrities ganan.
Hasta el Partido Comunista Chino encuentra una forma de salir
beneficiado. Y los perdedores de este juego son el pueblo americano,
nuestras instituciones vaciadas por dentro, y la propia democracia
americana» (lean «occidental» allí donde Ramaswamy incurre en
americocentrismo).
El
totalitarismo blando no tiene la ferocidad del totalitarismo duro nazi o
comunista, pero puede resultar casi más exhaustivo: nunca se había
visto una alineación tan completa de tantos actores social-culturales
con un mismo adoctrinamiento. En particular, no se había visto tal
implicación ideológica de las grandes empresas desde la Gleichschaltung (empresas
alineadas con los designios del Führer) de la Alemania de los años 30.
En materia de silenciamiento de opiniones disidentes, de hecho, las
empresas tecnológicas le hacen el trabajo sucio a los Gobiernos progres
(piénsese en el cierre de decenas de miles de cuentas conservadoras en
Twitter y Facebook tras el lamentable asalto al Congreso del 6 de enero
de 2021).
La
inclusión de China entre los beneficiarios del capitalismo woke es muy
sustanciosa. Por supuesto, el gigante asiático se frota las manos al
contemplar la autodenigración moral occidental (que terminará
convirtiéndose también en autodestrucción económica: piénsese en la
onerosa locura climático-energética) que implica el wokismo. El libro de
Ramaswamy ofrece valiosos ejemplos de cómo las superempresas, tan
dispuestas a combatir un racismo-machismo occidental inexistente o
marginal, cierran los ojos a las atrocidades de la China de los campos
de concentración uigures, de las esterilizaciones masivas y de las
extracciones forzadas de órganos (con las que, al contrario, hacen
pingües negocios). En la lengua china ha surgido una nueva palabra:
«baizuo». Significa algo así como «occidental progresista e idiota». En
cónclaves internacionales se ha dado el caso de que diplomáticos chinos
expresen su preocupación por la grave situación de los derechos humanos
en… Estados Unidos. Por ejemplo, Yang Jiechi en una cumbre China-EE.UU.
en Alaska: «Los negros están siendo exterminados en América, como dice
Black Lives Matter. Esperamos que EE.UU. haga un esfuerzo por respetar
mejor los derechos humanos».
El
capitalismo woke es una amenaza nueva, desconcertante para quienes
estamos convencidos de la superioridad moral y funcional del sistema de
mercado. La solución no es, obviamente, renunciar al capitalismo (la
alternativa es Venezuela, China o Rusia); sin embargo, esta última
metamorfosis de la izquierda no es combatible con los clásicos mantras
pro-mercado (Ramaswamy es claro en eso: «no basta con repetir una vez
más las citas de Hayek o Reagan»). Pues esta vez no nos enfrentamos al
socialismo, sino a una forma perversa de capitalismo. Los que creemos en
el mercado debemos admitir que tenemos al enemigo metido en casa. Y
empezar a buscar formas de expulsarlo.
https://www.eldebate.com/cultura/20230325/vivek-ramaswamy-capitalismo-woke_103337.html
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Comulgar con ruedas de molino
Se refiere a admitir algo inadmisible. Yo que nací en el siglo pasado, nunca imaginé que acabaría comulgan con tantas ruedas de molino. Es...
El mundo gira y a veces va hacia adelante y otras hacia atrás, un abrazo Susana!
ResponderEliminarAhora vamos a la edad de piedra. Un beso
ResponderEliminarSi cambia el mundo, Susana, no diré lo que siempre se atribuye a los más viejos cual es decir eso de "cualquier tiempo pasado...". Poco mejora, todo atrasa y n o hablo de tecnología, hablo de valores.
ResponderEliminarUn abrazo.
Los valores ya no se llevan, me temo. Un beso
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