o tampoco quiero acordarme, pero me lo cuenta un querido amigo y colega, que después de recorrer las zonas más atractivas del planeta para un biólogo como el, vuelve en el veraneo a su pueblo manchego todos los años. En el presente regresa a Madrid con lágrimas en los ojos.
Porque el mejor olivar de su querida tierra ha sido convertido en una "huerta solar": donde reinaban los árboles casi centenarios crecen los paneles de silicio. Ya hemos visto antes esta película; ovejas apiñándose para intentar atravesar los estrechos carriles que quedan entre los espejos y, en este caso, simplemente arbolado noble que desaparece.
Para quienes se atrevan a calificar de "sostenibles" a los grandes parques de generación de energías supuestamente verdes, esencialmente solares y eólicas, recordaremos que los terrenos de cultivos destrozados por los primeros, tendrán muy difícil, por no decir imposible, recuperación cuando haya pasado la fiebre actual, que pasará. Nadie lo dude.
Mientras tanto nuestro patrimonio natural y nuestros tesoros ecológicos, no dudemos en incluir entre ellos al paisaje, se están destruyendo sin el menor reparo. La receta para hacerlo es bien sencilla.
Toda la estructura se sustenta en un Gobierno con el Ministerio de Transición ecológica más fanatizado de Europa. La obsesión antinuclear de nuestra ministra contrasta con los movimientos de reflexión que se vienen generando al Occidente ante la gravedad de la situación energética de la actualidad, con una Europa en la que Alemania empieza a reconsiderar seriamente las políticas de la Sra. Merkel y China se embarca en la construcción de más de un centenar de nuevas centrales nucleares que convertirán muy en breve a esta potencia en soberana de las economías energéticas mundiales.
El resto de la estructura es bien sencilla: un paquete de "chuches" económicas para unas Corporaciones Municipales, en la mejor de las suposiciones ingenuas, unos contratos de concesión y digamos adiós a la madre naturaleza. Sí, Sra. Ministra: una verdadera transición… a la ruina.
Vamos a decirlo muy claro: mientras desmontamos nuestras últimas centrales nucleares para apostarlo todo en favor de las llamadas "energías verdes", basta un estudio elemental para comprobar que ni las baterías para los coches eléctricos, ni las "huertas solares" ni los molinazos descuartizadores de aves tienen nada ni de verde ni de sostenible.
Hagamos las cuentas sin trampas en el solitario
Ni cuentas mal hechas ni cartas marcadas. Las baterías verdes, en cualquiera de sus variantes deben valorarse de manera global, considerando los costes de su fabricación, de su mantenimiento y de su desmontaje y demolición, que tendrá lugar a plazo más corto del que muchos suponen, porque su obsolescencia se produce en un ciclo de pocos años.
Del autor
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Incluso las baterías de los coches, que llegan a tener el tamaño de una maleta grande, contienen una cantidad de elementos, raros, de complejo reciclaje y, por supuesto contaminantes, que hacen inviable su consideración de "verdes": antes bien todo lo contrario.
Una batería de coche de tamaño mediano a grande viene a pesar unos cuatrocientos cincuentas kilos, que en su desglose arrojan 4 kilos de litio, 27 kilos de níquel, 20 kilos de manganeso, 14 kilos de cobalto, 90 kilos de cobre, 180 kilos de aluminio, acero y plástico, empleándose en su tratamiento industrial productos tan contaminantes como los ácidos clorhídrico y sulfúrico, así como acetona. ¿Alguien se atreve a llamar "verdes" a los coches eléctricos?
Hagamos extensión al resto de las baterías acumuladoras de energía, como los paneles solares; llegaremos a la conclusión de que su extensión salvaje por los campos de cultivo, las plantaciones de arbolado y las extensiones ganaderas son incompatibles. A las ovejas que pastan en ganadería extensiva les ha salido un "lobo mecánico" del que no pueden salir bien libradas.
Y en cuanto al olivar, sólo podemos recordar su carácter de benefactor bosque doméstico mediterráneo. ¿Tendrá que nacer un nuevo Miguel Hernández para cantar poéticamente el carácter venerable de sus troncos retorcidos?
Más de doscientas especies de aves anidan en el olivar; este bosque domesticado, descendiente directo del acebuchal mediterráneo, ha sabido adaptarse al trabajo del hombre, al que recompensa con el "oro verde" de su aceite, sin afectar a la calidad del ecosistema agrícola al que se incorpora; malos tiempos corren para este modelo de explotación… ¿no les gusta tanto la palabra sostenible? Pues eso, sostenible.
Todo por la adoración a una energía que de ninguna manera puede considerarse como "del futuro". Cuando nuevas fuentes realmente no lesivas para el medio ambiente vengan a sustituir a éstas, ahora capaces de arrasar lo que se les ponga por delante, habrá que desmontar el desatino de las "huertas solares" y los "bosques eólicos", y va a ser carísimo y sus consecuencias imposibles de reparar.
No hablemos sólo en este caso a los "andaluces de Jaén" a quienes cantó el gran poeta de Orihuela: los manchegos, como mi amigo el biólogo y catedrático que me ha contado la historia del olivar deteriorado de su precioso pueblo, los extremeños, siempre remisos a la hora de pedir, aragoneses con sus hermosos paisajes jurásicos asolados, y tantos otros españoles, lesionados en sus legítimos intereses, están tardando mucho en poner el grito en el cielo, antes de que, arruinados por hermanos que dicen ser singulares o superiores, terminen por no dejarles hablar ni su propia lengua, bendecida su presunta y absurda superioridad por el paraguas socialista.
Miguel del Pino, catedrático de Ciencias Naturales
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Anda que no hay espacio para montar huertos solares sin tener que talar ni destrozar nada, no lo entiendo.
ResponderEliminarSaludos
Eso mismo pienso yo. Un beso
EliminarCuando el modernismo destruye con pena y sin gloria, un abrazo Susana!
ResponderEliminarY luego no es fácil de reparar. Un beso
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