Diario conservador de la actualidad

El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”. Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.

domingo, 12 de enero de 2025

Después de Cristo, por Itxu Díaz

 Lo que viene después de la descristianización no es la nada sino la ley de la selva. El hombre tiene que creer en algo. Estamos diseñados para trascender, configurados para la esperanza. El nihilismo, en realidad, no ha convencido a nadie nunca, está más cerca de ser una patología individual o una actitud coyuntural que un propósito vital. El nihilismo carece de fuerza y estructura, es sólo un veneno destructor que vacía al hombre artificialmente, pero que no lo castra moralmente porque es imposible, de modo que tarde o temprano vuelve a enfrentarse a las mismas preguntas: ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Por quién?

Así, cuando las élites políticas europeas pusieron en marcha la renuncia de Europa a sus raíces cristianas, cuando varias de sus naciones apostaron por un laicismo totalitario, lograron en efecto borrar parte de la huella cristiana en la sociedad, pero dejaron la casa común al cuidado de nadie. No hacía falta ser un profeta acreditado para saber que ese vacío no lo ocuparía una ética laica o una obediencia religiosa al civismo o la propia burocracia que excita a los dinosaurios de la Comisión Europea, sino la corriente más fuerte de las presentes. Y es, más aún a medida que abrimos por completo nuestras fronteras, la islamista.

Mientras buena parte de los europeos han nacido ya en entornos donde el cristianismo ha sido eliminado, tanto en las instituciones como en los libros de historia, los «nuevos» europeos procedentes de culturas islámicas no llegan aquí vacíos esperando a llenarse de otros valores y creencias, sino rebosantes de su propósito en la vida. Tal vez nosotros seamos malos cristianos, pero el islamismo, incardinado en todos los ámbitos de la organización social, no permite tan fácilmente convertirse en un mal musulmán, de modo que lo hacen bastante bien.

Para terminar de estropear las cosas, el islam es más agresivo y autoritario que el cristianismo, y por razones evidentes choca con muchos de los valores que durante siglos los europeos fuimos adoptando como propios, e incluso registrando en códigos y constituciones.

Houellebecq, uno de los grandes visionarios de la cuestión y sin duda quien mejor ha escrito la decadencia de Occidente, lo supo plasmar y novelar, pero en fechas recientes admitió que ni siquiera creía al cien por cien en su propia predicción, que a fin de cuentas estaba al servicio de la ficción, y que ha sido al fin superada por la realidad.

En los últimos días hemos visto a Europa al descubierto en el último eslabón de su estupidez, de su suicidio. Hemos conocido nuevos detalles sobre el salvaje caso de Rotherham, y lamentables confirmaciones de cómo los diferentes gobernantes se afanaron en tapar las violaciones de más de 1.400 menores, por la única razón de que los agresores eran principalmente pakistaníes.

También hemos visto a las autoridades alemanas hacer malabarismos para que no pensemos que un tipo que atropella a más de 200 personas en un mercado navideño —de nuevo— tiene algún tipo de motivación u odio anticristiano. Y el virus no es exclusivo de Europa, sino que ataca a todo Occidente: varias autoridades de los Estados Unidos intentaron descartar que fuera un atentado lo de Nueva Orleans, después de que un asesino irrumpiera con su coche en Bourbon Street llevándose por delante a todos los que pudo; se ve que el hecho de que llevara una bandera el Estado Islámico en el asiento trasero y atropellara a agente al azar, al parecer, no era lo bastante concluyente como para tratar el asunto como terrorista.

No conviene caer en la trampa de pensar que los únicos atentados relevantes son los consumados. No hay ninguna diferencia, en cuanto al análisis, entre los consumados y los que la policía ha logrado detener. Basta abrir cualquier periódico para comprender que la amenaza islamista no deja de crecer en el Viejo Continente, que son muchos los atentados frustrados, y que vivimos, como cristianos, en permanente amenaza por compartir nuestras ciudades con individuos que, en un porcentaje no precisamente pequeño, tienen como vocación misionera particular la desaparición de los apóstatas, los infieles, o lo que seamos según la versión de demencia que lleve cada uno instalada bajo el turbante.

Por lo demás, nunca lo diremos lo bastante alto: la islamización de Europa gana terreno porque así lo han decidido las élites gobernantes. No es un daño colateral. No es mala fortuna. Es una decisión. Una decisión suicida que, por desgracia, sufrirán más sus hijos y nietos que quienes la tomaron en origen. Una decisión que tiene y debe tener responsables con nombre y apellidos. Responsables que no quisieron a Cristo y su religión del amor, y ahora tienen burka, no go zones y violaciones a menores de edad.

https://gaceta.es/opinion/despues-de-cristo-20250109-0400/


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